Julián Muñoz ha hablado. No es hora de la venganza, es hora de la verdad recoge el testimonio del que ha sido uno de los nombres más notorios de la prensa del corazón en los últimos 20 años. Una mal llamada mal llamada docuserie dedicada al exedil de Marbella en la que ha relatado con todo lujo de detalles cómo fue su relación sentimental, y posterior ruptura, con Isabel Pantoja. La creación de este producto televisivo ha supuesto todo un reto para sus creadores, y es que la pésima imagen con la que parte el personaje protagonista hacía presagiar que el público no iba a conectar fácilmente con su relato. Un hecho que parece confirmarse si se echa un ojo a las redes sociales, cuyos usuarios corrieron a comentar instantáneamente algunas de las declaraciones más controvertidas de la expareja de la tonadillera.
El blanco de todos sus devenires tiene nombre de mujer: Isabel Pantoja. La artista fue calificada con apelativos como "interesada", "fría" o "calculadora" por el que un día fue la persona con quién compartió su vida. Una relación después de la cual tuvo que rendir cuentas con la justicia hasta que en el año 2013 fue condenada a dos años de prisión por blanqueo de capitales, experiencia que marcó para siempre a la artista. Durante el mal llamado documental, Julián Muñoz relató cómo conoció a la tonadillera, a qué se dedicó durante su relación y cómo se sintió cuando él tuvo que entrar en la cárcel a cumplir su pena. Relato que iba acompañado de material del mal llamado documental y comentarios de profesionales en plató que conscientes o no, cayeron en serias inexactitudes.
Julián Muñoz reconoce que pese a que conoció a Isabel Pantoja en el año 90, día en el que le entregó un ramo de flores tras un concierto celebrado en Marbella, no fue hasta diez años después cuando el por entonces concejal del Gil contrató a la cantante para realizar un concierto en la ciudad andaluza. Un evento que se reforzó con imágenes de archivo que, sin embargo, no correspondían a ese momento concreto, ya que se trataba de una actuación que la tonadillera realizó en el año 98 en Madrid, concretamente en las fiestas del barrio de Vallecas.
Pero esta no fue la única imagen que no correspondía a lo que relataba el que fuera alcalde de Marbella. Cuando contó la manera en la que gestionó una de las giras más importantes de la artista llamada 'Sinfonía de la copla' (2003-2004), en la que estuvo acompañada por la orquesta sinfónica de Moldavia, el mal llamado documental mostró un fragmento de un concierto realizado en el año 2005 en la localidad madrileña de Parla. Escena mucho menos espectacular, dado que en junto a la cantante aparecen unos pocos músicos y no la fastuosa orquesta con la que contó en la gira ya citada. Detalle que si bien carece de gran importancia, sí resta lustre a los triunfos profesionales de Isabel Pantoja en una mal llamada docuserie que casualmente trata de defenestrarla públicamente.
Pero esta emisión no solo contó con el testimonio de Muñoz, y es que en plató se organizó un debate dirigido por Joaquín Prat entre varios profesionales de los medios y personas relacionadas con Pantoja. Un plantel de nombres compuesto por José Manuel Parada, Ángela Portero, Rosa Villacastín, Pepi Valladares, Lalo Álvarez y Paloma García Pelayo, esta última encargada de entrevistar a Julián, los cuales mantienen desde hace años arduos enfrentamientos con la artista. Seis enemigos públicos de la cantante y ningún defensor, una proporción un tanto desigual, para avalar el testimonio de un señor cuya intención, aunque niegue la mayor, es la de vengarse de la que fue su pareja.
Uno de los comentarios más repetidos en el plató fue que Isabel Pantoja decidió dejar de trabajar durante su relación con Julián Muñoz, dado que con su compañía gozaba de suculentos ingresos económicos provenientes del desfalco público de capital que realizó el entonces edil. Decisión que los profesionales allí presentes justificaron diciendo que a la artista no le gustaba trabajar, llegando Rosa Villacastín a calificarla de "vaga". Una idea que se contradecía radicalmente con el testimonio que Julián Muñoz expuso en la mal llamada docuserie, donde confesó de qué manera se involucró en la carrera profesional de la tonadillera durante su noviazgo.
"Sacamos un montón de conciertos. Hicimos 4 o 5 discos de oro. Y de la gira aquella con la sinfónica de Moldavia hicimos 6 discos de platino", afirmó el exalcalde, que se erigió como representante de la estrella. Una realidad, la de que Isabel Pantoja no cesó su actividad profesional durante su relación con Muñoz, que es fácil de comprobar con tan solo repasar la carrera musical de la artista.
Del año 2003 al 2009, tiempo que duró la relación sentimental de Julián e Isabel Pantoja, la sevillana sacó al mercado un total de seis discos. Dos de ellos disco de oro -'Buena Suerte' y '10 boleros y una canción de amor'-, y varias giras que inclusive la hicieron viajar a Latinoamérica para atender a sus compromisos en países como Argentina. Un ajetreado ritmo de vida laboral que no se corresponde precisamente con el de una mujer que abandona su carrera profesional para vivir de lo que su pareja había sustraído de las arcas de Marbella.
Resulta irónico que dentro del coloquio que se formó en los estudios de Mediaset durante la emisión de la mal llamada docuserie, la única persona que se atrevió a salir en defensa de Isabel Pantoja fuera su exempleada Pepi Valladares. De sobra es conocida la mala relación que la andaluza mantiene con la que era su jefa, pero algunas de las declaraciones que se vertieron en aquel plató la empujaron a salir su defensa alzando la bandera de una verdad que ella misma vivió. Rectificaciones que algunos de los periodistas allí presentes aceptaron a regañadientes dejando entrever su inquina hacia la intérprete de 'Marinero de luces'.
Un descrédito a veces un tanto absurdo que carece de sentido, y es que resulta paradójico que las ofensas más duras que se dijeron sobre la artista no salieron de la boca del protagonista de la mal llamada docuserie, sino de los propios colaboradores. Un ensañamiento de manual que pretende dibujar a la peor de las mujeres y construyendo así una nefasta imagen pública que es difícil de soportar. A Isabel no se la puede eximir de sus actos, de hecho, la justicia ya le infringió una condena que pagó con su entrada a prisión, pero la inquina con la que se habla en ocasiones de su persona hace reflexionar sobre el odio que los profesionales de la comunicación pueden generar hacia personajes que, sin embargo, desconocen personalmente. Un fenómeno que si bien resulta moralmente cuestionable, parece resultar rentable.