En las últimas semanas se ha hablado mucho de las horas bajas que está viviendo Sálvame en lo que respecta a los datos de audiencia. El propio programa de Telecinco ha abordado este asunto después de que Antonio Canales lo pusiera sobre la mesa en directo tras ser despedido.
Tanto Carlota Corredera como Kiko Hernández intentaron transmitir un mensaje de tranquilidad ante el innegable auge de la serie turca Tierra amarga en Antena 3. "Yo no voy a entrar a discutir, los datos de audiencias son datos públicos, no son datos que yo me pueda inventar. (...) No me parece justo que en la gente que nos ve y que no mira los datos en las webs de información televisiva cale ese mensaje, una mentira no se hace verdad por repetirla muchas veces", aseveró la presentadora al día siguiente del discurso de Canales.
Kiko, por su parte, quiso recalcar que "no es el peor verano de Sálvame, y lo dice una persona que puso la primera piedra. Los peores veranos los hemos vivido en otras ocasiones. ¿Que este no es bueno? No pasa nada, ya vendrá septiembre. (...) Si nos tenemos que ir nos iremos porque lo dice la audiencia, no por cuatro reventados".
A pesar de este discurso, los hechos muestran ese nerviosismo que desde el programa no se atreven a verbalizar. Y es que en las últimas semanas Sálvame está haciendo un esfuerzo evidente por captar la atención de la audiencia, incluso aunque la actualidad no acompañe.
El problema de ese empeño es que en ocasiones ha llevado al programa a utilizar informaciones falsas, inexactas o directamente inventadas para tratar de mantener el interés. El ejemplo más reciente es el de este miércoles, cuando desde el espacio se aseguró que Rocío Carrasco desvelaría la fecha de estreno de En el nombre de Rocío y que, además, se darían los nombres de un torero y un famoso infieles a sus respectivas parejas. Ninguna de las tres promesas se cumplió.
Este tipo de artimañas se están produciendo más de lo habitual en las últimas semanas y dejan ver las dificultades que el programa tiene para llenar sus cinco horas de emisión diaria en directo.
Las supuestas bombas sobre Kiko Hernández y Gema López que acabaron siendo antiguas polémicas resucitadas a la fuerza, el despido en directo de Antonio Canales o el decepcionante documental de Anabel Pantoja han sido algunos de los múltiples intentos de Sálvame para no perder el liderazgo en su sección Naranja, algo que ya está empezando a ocurrir ante los sucesivos récords de la ficción turca de la competencia.
El programa de Telecinco está sacando toda su artillería para estar en la pugna por las audiencias, pero cuando no hay suficiente munición lo que realmente saca a relucir es su peor cara, con formas que recuerdan a la época de Aquí hay tomate o incluso del hoy inconcebible Crónicas Marcianas.
Esto no es nuevo para Sálvame, pues hace poco más de un año ocurrió exactamente lo mismo. Por aquel entonces, el formato de La Fábrica de la Tele se veía amenazado por primera vez en su historia debido a la marcha de Pasapalabra a Antena 3. Presagiando el éxito rotundo que finalmente el concurso acabaría teniendo, el programa de Mediaset decidió contrarrestar su estreno desempolvando 'el cajón de los secretos', una serie de bombas del pasado supuestamente inéditas.
Entre aquellas informaciones hubo una que disparó durante días los índices de audiencia del espacio: el polígrafo blindado que Lydia Lozano se hizo en 2005 hablando sobre el caso Ylenia Carrisi. Pese a que trataron el asunto como una novedad jamás contada que podía ver la luz entonces, lo cierto es que en 2015 ya habían abordado el tema con el mismo enfoque, asegurando que el contenido de aquella sesión estaba a punto de ver la luz. Ni entonces ni cinco años después se llegaría a desvelar nada.
Otros de los secretos que ocupaban aquel cajón eran las fotos de un hombre famoso que habría sido desleal a su mujer o una secuencia comprometida de un miembro de la familia del Rey por la que el programa aseguraba haber recibido muchísimas presiones, pero ninguna de esas informaciones acabó siendo desvelada.
Este tipo de estrategias para captar la atención de la audiencia pueden funcionar durante un tiempo determinado y con un tipo de espectador específico, inexperto en estos formatos. Sin embargo, si lo que Sálvame pretende es mantener la fidelidad de su audiencia más devota, de poco le servirá tratarla como si fuese poco avispada. El público se acaba cansando de caer una y otra vez en la misma trampa y, tal y como reflexionó Kiko Hernández, sólo la audiencia será quien decida el final del programa. Quizás sea momento de empezar a escucharla.