Al entrar la estación melancólica por antonomasia, se me viene a la cabeza la expresión, el "otoño de la vida", que no puede ser más visualmente evocadora.
Cae la hoja, cae el pelo y caen las barrigas.
En el Romanticismo se le añadió también la depresión otoñal, con la caída del estado de ánimo. Caídas, caídas, caídas... Levantémonos.
Volviendo a la relación de vida y estaciones, podríamos ver en la primavera, el nacimiento y crecimiento. La energía desbordada, la alegría de colores, olores y sonidos de la explosión de la vida.
Viene luego la vital sedimentación y maduración en el verano, el glosado estío de poetas y cantantes, con sus paseos a primera hora, las lecturas a la sombra, fresca y acogedora, de cualquier frondoso árbol, ahora, posiblemente, transmutado en sombrilla playera.
Y, con el acortamiento de los días, llega la constatación de que somos caducos, como esos árboles que van despejando sus ramas del follaje que los ha vestido, Se nos viene el otoño, pero no necesariamente tiene que ser sinónimo de tristeza.
Son bellos los colores del otoño. Son enseñadores sus paisajes.
Tras los intensos y largos días estivales, acogemos con cierto agrado el recogimiento, el acortamiento de los atardeceres, sus tonos grises, por otro lado, tan poéticos o más, que los de cualquier otra Estación. Siempre es hipnótico ver cómo va desapareciendo el poderoso astro. Parados al recogimiento, llama a nuestras puertas El invierno, con mayor o menor crudeza.
Senectud en toda su esencia, reflexión sobre lo hecho, recuerdos que llenan casi todo el espacio vital. Hay momentos en que apenas hay pasado y todo es futuro, juventud-primavera. Y al final, predomina el pasado los recuerdos y se va acortando el futuro.
Esto último, salvo que nos rebelemos y nos empeñemos en revertir, porque siempre tiene que haber proyectos. Hay que alargar el futuro y alejar la línea del horizonte.
Por tanto, estemos en la estación vital que estemos, vivamos, siempre, como una gloriosa Primavera, con todos los brotes por nacer, con todos los proyectos por acometer, con toda la vida que vivir.