Alicante

El 11 de diciembre de 1922 nació Juan Guilló, más de cien años al servicio de la Guardia Civil de Alicante. Como el más veterano de los agentes en la provincia recibía el homenaje por una trayectoria en la que ha luchado por evitar el contrabando en las costas de la provincia.

¿Y cuándo se incorporó a este cuerpo? "El día que nací, porque nací en un cuartel, el de L'Alquería de Aznar, al lado de Alcoy", responde risueño. Su padre ya pertenecía a esta institución, que entonces tenía 78 años de historia desde que se aprobara el Real Decreto en 1844, así que su infancia transcurrió entre diferentes instalaciones hasta los 13 años, cuando estalló la guerra. "Mi padre fue al frente y nosotros al pueblo", recuerda.

Pasada la Guerra Civil, ya cumplidos los 16, su intención era seguir los pasos de su padre y entrar en el cuerpo. "Pero necesitaba dos años de servicio militar", explica. En aquel momento vivía en León y solicitó plaza de voluntario en el regimiento de Alicante, "y me contestaron que no había plaza". Eso le obligó "a esperar a la quinta", la edad en la que todos los españoles tenían que cumplir la mili, marcada en 1940 a los 20 años.

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Al llegar su turno, Guilló fue destinado al Ejército de Tierra en Astorga. Otro cambio legislativo antes de lo esperado le iba a devolver a su objetivo, "cuando se decretó que los hijos del cuerpo podían ingresar sin necesidad de los dos años de servicio militar". En ese momento solicitó el ingreso para poder cumplir su deseo y mientras se resolvía, siguió en el cuerpo de artillería donde se quedó a las puertas de ser cabo primero.

"El 31 de diciembre me llamó el coronel y me dijo: 'No asciende usted porque va a ingresar en la Guardia Civil. Si usted quiere continuar aquí, vaya a la Comandancia, renuncia y asciende'. Y le dije que me iba a la Guardia Civil", recuerda palabra por palabra.

Con eso claro, el 1 de enero entró en la academia de Torrelavega, en Cantabria, "allí hicimos un cursillo de unos tres meses". Después de eso fue destinado al puesto de La Mata, al lado de Torrevieja. "Fui con otro compañero en tren hasta Torrevieja y hasta La Mata, como no había autobús, fuimos en una tartana".

Del día de su llegada recuerda que se estaba celebrando el funeral "de solemnidad" por uno de los vecinos de lo que era entonces un caserío. "Aquel día, concretamente, no hicimos servicio. Pero al día siguiente, desde el anochecer al amanecer a la playa" ya que una de sus principales labores era evitar el contrabando que llegara por mar. La vigilancia de la costa se realizaba a pie durante todo el día por el litoral para impedir el tráfico de mercancías en la España de la autarquía. 

Una de las claves de su futuro surgió en aquella época, cuando le llamaron desde Elche "y el capitán me llevó para organizar un fichero de los reemplazos del Ejército". Su labor era de clasificación y elaboración de las fichas "en las que estuve así hasta que llegó un compañero al puesto que era maestro de la escuela y otra vez al servicio de playas". Décadas más tarde, ese interés por las tareas administrativas le animó a interesarse por la programación de ordenadores.

En La Mata ascendió a cabo, lo que le llevó a otro pequeño puesto cercano, Torrejón, en el límite entre ambas. "Siempre he estado en la comandancia de Alicante", recalca antes de llegar a su traslado en Babel, donde pasó a vivir con su esposa que conoció en Torrevieja. Y siempre encargado de la vigilancia de costas "porque la misión nuestra era solo contrabando".

De Babel al 'Lute'

En el extenso repaso a su vida que hace Guilló en el salón de su casa a las afueras de Alicante, va desgranando los diferentes destinos por los que pasó. De Babel pasó a la actual zona del Puerto de Alicante, donde estaba el cuartel de aduanas. Así fue ascendiendo de cabo a sargento y hasta brigada. Posteriormente llegó a teniente y justo al cumplir los 53 años, en 1975, se retiró porque la ley imponía una edad máxima.

Y no olvida tampoco una de las anécdotas de su carrera cuando llegaron a mandarle a Villena a perseguir a Eleuterio Sánchez, el Lute. La vida de aquel delincuente que se hizo popular en los años 60 por sus múltiples fugas llegó a tener hasta dos exitosas adaptaciones cinematográficas. "No estaba allí ni creo que llegó a estar, pero le buscábamos", concede risueño, "cuando fuimos él ya estaba en Valencia".

Dejó atrás el servicio en la Guardia Civil y pasó a ser jefe de seguridad en Galerías Preciados, donde permanecería hasta el final de su vida laboral. En todo ese tiempo permaneció en contacto con sus excompañeros, gracias a sus habilidades con los ordenadores con los que programó una aplicación que facilitaba la declaración del impuesto sobre la renta.