Pierdes el móvil. Ese teléfono que te costó más de mil euros. O te lo han robado al descuido. Y no, tu seguro no cubre esos casos. Hasta que alguien se te acerca y te dice: "Si dices que te han amenazado, te lo pagan". Entre la sorpresa y la ofuscación hay que evitar caer en esa trampa, simular un delito.
Sí, así se tipifica en el artículo 457 el Código Penal cuando alguien pretende hacer creer que se ha sido víctima de un delito o, directamente, se lo inventa. Eso está penado con una multa de seis a doce meses. Y así lo recuerda la Policía Nacional. El inspector jefe Luis Alfonso Bardón explica desde la comisaría del distrito de Alicante norte que esto sucede mucho más de lo que se puede pensar.
Los agentes que se encargan de atender al ciudadano que acude a ellos para denunciar son el primer filtro para este tipo de casos. Están formados para saber diferenciar cuándo se trata de algo real y cuándo se está falseando la declaración. Y aquí enfatiza Bardón que hay que tener claro que lo que comúnmente se conoce como denuncia falsa es otro concepto legal al de simular un delito.
"La gente habla mucho de la denuncia falsa pero es otra clase diferente", insiste. Esta, que recoge el Código Penal en su artículo 456, la describe como aquella que se hace a sabiendas de que no son ciertos los datos pero atribuyendo a otra persona hechos que, de ser ciertos, constituyen una infracción penal.
Donde empiezan los problemas
¿Por qué es un problema simular un delito? Para la sociedad en general por la pérdida de tiempo y recursos. Para el que acude a la Policía, puede ser el primer paso para arruinarse la vida. Al menos por lo que supone cometer hasta dos delitos: el que recoge el mencionado artículo 457 y el de estafar a una compañía de seguros.
El origen de esta clase de sucesos está en el hurto o en la pérdida de un aparato como puede ser el móvil. "Los seguros que paga la gente normalmente no cubren estos casos. ¿Qué es lo que pasa? Voy y denuncio un robo con violencia o intimidación porque eso sí lo cubren".
Malos consejos
Una muy mala idea. "Son conocidos o familiares los que asesoran de manera errónea para que vengan aquí a decir que es un robo con violencia. Les están incitando a cometer un delito y a las causas que luego les van a acarrear".
La experiencia que tienen en la Policía Nacional es que son muchas las ocasiones en las que los propios hijos han convencido a sus padres para que digan eso. "Eso se ve porque cuando hacemos la investigación y conseguimos todos los elementos de prueba vemos que se trata de una simulación de delito y al final las víctimas acaban confesándolo".
Y confesar estos pecados no viene acompañado de la absolución de una falta. Como remarca Bardón, se ha cometido un delito, "estas multas no conllevan prisión pero sí que acarrean una detención".
Con antecedentes
Si la persona, que se creía una víctima y ahora se ha convertido en un delincuente, pensaba acceder a la Administración Pública, puede olvidarse. Eso se queda marcado. "Cuando pidan un certificado de antecedentes penales, eso va a aparecer registrado y no van a poder opositar".
Este mal trago tiene otras consecuencias graves. El papeleo que acarrean estos delitos es considerable. Se empieza por la toma de la declaración, luego la investigación, la detención, se toma otra declaración con el abogado y el atestado se envía al juzgado. Allí se abre la fase de instrucción que desembocará en el juicio oral.
Y todas estas fases que cuestan tiempo y dinero de la Administración pública, y por tanto impiden que se dediquen a otros asuntos más urgentes, se podrían evitar. Bastaría con ser consciente de que cuando alguien sugiere que se puede recuperar lo pérdido inventándose una historia, se acaba siendo el protagonista de otra peor.