Lo del pasado viernes, la cumbre Eu-Med9 que trajo a Alicante a 11 líderes europeos además del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (PSOE), fue el mejor ejemplo para explicar qué es lo que le está pasando a esta provincia. Un espejismo en el desierto de la indiferencia que suscitamos en Madrid. Podemos ser el escenario de cualquier vodevil político, pero poco más.
Los presidentes de los países europeos del Mediterráneo disfrutaron de un día en los búnkeres preparados para la ocasión: Casa Mediterráneo, Euipo y Ciudad de la Luz. Nada más. Pedro Sánchez no pisó la calle. Venía a lo suyo, a hablar del futuro energético del continente. Pero nada de lo que preocupa a los alicantinos: la infrafinanciación de la provincia o el futuro del Trasvase-Tajo Segura.
Para los alicantinos la cumbre europea no fue si no un estorbo en su vida diaria por el tráfico o la curiosidad de la mañana, con un incesante ir y venir de coches oficiales y furgonetas de policía. ¿Acaso la visita a la Casa del Mediterráneo va a provocar el sonrojo de quienes aún no han puesto paredes a un edificio dependiente del Ministerio de Exteriores?
Y es que no había empezado bien la semana. El Gobierno de Pedro Sánchez había ignorado no sólo a la provincia, sino también a su supuesto valedor en el terreno, el presidente de la Generalitat, Ximo Puig (PSOE). Sánchez despreció a Puig al desechar las opciones de Alicante y Elche para albergar alguna de las dos sedes nacionales en liza, la de la Inteligencia Artificial y la Aeroespacial. Sonoro fracaso.
Pero el mismo sonrojo que debería causar una sede sin paredes le debería causar la presidente de la Generalitat clamar que seguirá apostando por acoger sedes nacionales porque su lema es la descentralización. Ya estamos viendo lo que opina el Gobierno Botánico de Puig de la descentralización cuando pone en Alicante la Conselleria de Innovación pero mantiene en Valencia a sus funcionarios o como cuando se lleva a Valencia el Centro de Información y Coordinación de Urgencias (CICU).
Puig aseguró en 2015 que venía a "coser la Comunidad", a vertebrarla. Y llega el final de su segundo mandato y mi sensación es que un nuevo alicantinismo que exhibe su escaso apego a Valencia está creciendo por toda la provincia, de sur a norte. Porque los agravios del Gobierno central son metidos en el mismo paquete que los del autonómico, ya que comparten siglas.
Está por ver quién se lleva el rédito político de ese nicho de votos, la extrema o el centro derecha, en las próximas elecciones municipales autonómicas. Ninguna promesa como el Vega Ren-hace ni los presupuestos autonómicos que luego no se ejecutan pueden parar ya el desencanto de muchos electores que ya se cuentan por miles: regantes, médicos, autónomos, empresarios... Las elecciones no se ganan sólo con funcionarios.