Tras la polémica película Napoleón de Ridley Scott, queda evidenciada la dificultad de resumir la vida de un personaje histórico y los debates sobre el relato que genera entre los historiadores y en la sociedad. Una tarea también complicada, cuando se aborda la historia de uno de los personajes históricos más emblemáticos de España. Un caballero que dedicó su vida a la guerra y que, tras su muerte, se convirtió en leyenda. Así era Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido como el Cid Campeador.
A pesar de ser recordado como héroe nacional o cruzado en favor de la Reconquista, el Cid sirvió a lo largo de su vida a las órdenes de varios caudillos, tanto cristianos como musulmanes. Durante sus largos recorridos de sus exilios, El Cid hizo una parada en Elche, en la cual acampó durante el invierno del año 1088 tras ser desterrado por el rey Alfonso VI.
Este personaje histórico también es recordado por luchar por su propio beneficio, convirtiéndose así en lo que algunos historiadores definen como un "mercenario", debido a su modus operandi que consistía en prestar sus servicios como soldado profesional a cambio de beneficios económicos. De este modo, se le conoce por haber actuado siempre de forma "independiente", por ser un soldado que buscaba beneficios propios, más que luchar por unos ideales, habiendo servido tanto a reyes cristianos como musulmanes, tal y como lo destaca el filólogo, historiador, folclorista y medievalista Menéndez Pidal en su obra "La España del Cid".
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Eran tiempos de fragmentación política, en un contexto marcado por la fragmentación del Califato de Córdoba en múltiples taifas, las cuales apenas podían resistir el avance de los reinos cristianos peninsulares. Su vida y sus vivencias inspiraron el más importante cantar de la literatura española: El Cantar de Mío Cid.
En el año 1081, los musulmanes atacaron por sorpresa Gormaz, en Soria, obteniendo una importante victoria mientras el rey Alfonso de León se encontraba en tierras toledanas sin la presencia de Rodrigo. Cuando la noticia del asalto musulmán llegó a oídos del Cid, este, sin esperar órdenes del rey, decidió reunir a su ejército y adentrarse en el reino toledano en busca de los culpables.
Enfrentamientos con el rey
Tras esta actuación, El Cid logró cautivar a más de 7.000 hombres y mujeres, algo que no le gustó al rey Alfonso, debido a que este tenía la intención de anexionar este territorio "sin violencia". Ante el descontento del rey frente a la actuación solitaria del Cid, desterró al caballero. Un desprestigio que desembocó en que sus servicios fuesen rechazados por los condes de Barcelona, Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II. Sin embargo, este rechazo no frenó al caballero, quien decidió ayudar a Al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, y que contaba con las amistades y el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho Ramírez de Aragón.
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En esta ayuda que ofreció El Cid al rey de Zaragoza, derrotó en el año 1082 a Berenguer Ramón II en Almenar. Fue en este período cuando recibió el nombre del "Cid", derivado del vocablo árabe sid, que significa "señor".
Ya en 1086, siguieron los desacuerdos entre el Rey y El Cid. Concretamente, este año, la historia de la península Ibérica cambiaría para siempre. Un importante ejército procedente del Sáhara atravesó el estrecho de Gibraltar, asegurando querer imponer una interpretación radical del islam "a sangre y fuego". Dos años después, el Rey, quien se encontraba indefenso ante la llegada de este ejército, solicitó ayuda al Cid para atacar a los árabes que sitiaban la fortaleza de Aledo en Murcia. El encuentro entre las tropas de Alfonso y del Cid tendría que haberse producido en la zona alicantina de Villena, pero ambos ejércitos no llegaron nunca a encontrarse.
En este contexto, El Cid montó su campamento en Elche y allí se enteró de que el rey Alfonso, furioso por no haber recibido la ayuda solicitada para combatir a las tropas musulmanas en Gibraltar, lo había calificado de "traidor". Este calificativo era, en la época, la máxima deshonra para un caballero, y que traía consecuencias terribles como el destierro y la pérdida de todos sus bienes.
A partir de este momento, el Cid, considerado ya como un caudillo independiente, partió desde Elche en el año 1089 y continuó actuando en la zona del Levante, empujado por sus propios intereses. Una zona que conquistó desde el año 1090, estableciendo un protectorado a lo largo de todo Levante, incluyendo Valencia. El Cid se aseguró así, los pagos en impuestos otorgados por Al-Qádir, rey de la Taifa de Toledo y de Valencia, tributos que antes pertenecieron a Alfonso VI. Finalmente, tomó la ciudad en el año 1094 y gobernó su Taifa hasta su muerte en el año 1099, rigiéndola su mujer Jimena hasta 1102, cuando los almorávides la toman en su poder.