Analizar las mentiras ha tenido premio para Raúl Rodríguez. Este catedrático de la Universidad de Alicante lo acaba de conseguir con Desinformación y poder, un ensayo que avanza para EL ESPAÑOL. En él aborda la revolución de las redes con la posibilidad de propagar las mentiras de forma masiva, la falta de control y los casos que han marcado la política nacional e internacional.
"Siempre han existido desinformación y bulos, pero ha habido un cambio cualitativo a la hora de su difusión, de su viralización, su propia producción absolutamente democratizada", razona desde su casa de Mutxamel. "Y eso tenemos que abordarlo desde ya", remarca.
Satisfecho por el premio València que otorga el Institut Alfons el Magnànim, Rodríguez reflexiona sobre un fenómeno del que alerta de su importancia y del peligro de subestimarlo. "Algunos piensan que es oportunista y que en realidad se trata de márquetin cultural: crear una especie de palabra que atrape y que resulte comercial pero ha habido algunos cambios cualitativos que hacen que no sea lo que fueron en su momento", reitera.
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Y le preocupa en particular por el impacto que persiguen. "Se trata de un fenómeno que es muy lesivo para la democracia y para la representación", indica, porque "al fin y al cabo la información es lo que nos permite votar con conocimiento de causa. La desinformación en términos políticos y democráticos y de participación es terrible, terrible". De ahí que considere que debe abordarse de una manera global.
Dos ejemplos de 2016 representan para Rodríguez estos efectos: las elecciones en Estados Unidos que ganó Donald Trump a Hillary Clinton y la votación del Brexit en Reino Unido. "Fue una especie de parte aguas", recuerda, "pillé el fenómeno en el momento en que estaba naciendo". Y así lo abordó ya en su también premiado anterior trabajo Máscaras de la mentira: el nuevo desorden de la posverdad.
"Lo que se auguraba en el 2017 pues acabó muy mal a finales del 2020 y principios del 2021 cuando se produjo el intento de golpe de Estado con el asalto al Capitolio", lamenta. "Y que luego ha tenido nuevos brotes", añade, porque "lo de Bolsonaro en Brasil en enero de este 2023 digamos que es una especie de coletazo de aquello".
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En su análisis centra el foco en dos canales: las redes sociales y las aplicaciones de mensajería. "Es donde muchas veces las fake news nacen, crecen, se desarrollan y saltan a otros medios de mayor influencia social", apunta.
Y su mirada sobre las grandes multinacionales de este sector es pesimista. "Las tecnológicas son parte del problema porque se han presentado siempre como que nos dejaban la cancha libre para que nosotros jugáramos. Ellos disponían el campo y nosotros prácticamente teníamos las reglas en nuestro poder y jugábamos a lo que queríamos porque se suponía que ellos no eran moderadores de contenidos. Pero luego nos hemos dado cuenta de que son redes que están monetizadas y que su único criterio a la hora de promover un contenido es su viralización, no su verdad".
El libro que se presentará públicamente el 20 de octubre critica que empresas como Meta o Twitter "son parte del problema y tendrían que ser parte de la solución". Y ahí reitera que el éxito en redes se maneja "con independencia de su valor de verdad y el hecho de que haya sido contrastada o verificada" porque "más ingresos genera tanto a la red social como a la página que la difunde porque mete anuncios allí". Por eso insiste "tenemos un gran problema".
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Tres son las claves que define en su ensayo sobre este cambio cualitativo que reconoce. "Primero, facilitación tecnológica de la mentira; segundo, anegamiento de las fuentes puras de donde podríamos beber para nutrirnos de algo no contaminado; y tercero, el cribado fino para que esa fake news llegue directamente al público más sensible a asumirla como verdadera, el microtargeting. Golpean donde más duele. Todo eso son novedades que en el pasado no existían".