Alicante

Entre Las Vegas y Australia, el punto medio para una pareja que trabaja en Cirque du Soleil fue La Nucía. Así recuerda Jerome Sordillon, el acróbata francés cómo se decidió con su mujer a vivir a esta ciudad de la costa mediterránea. Y gracias a eso ahora puede disfrutar de un estreno muy especial, pegado a su casa con la llegada de Luzia a Alicante este jueves.

En un descanso antes del ensayo que todos los artistas están haciendo, Sordillon se sienta para repasar el largo camino que le ha traído hasta la provincia y los nuevos que quiere abrir en el futuro.

[Así es 'Luzia', la vuelta del Cirque du Soleil que se estrenará este julio en Alicante]

"Un lugar cerca de la familia, que tuviera un tiempo agradable y que fuera bonito y cálido". Esas son las premisas que se marcó con su esposa y en las que La Nucía se situó en primera posición "porque la gente y la cultura nos gusta de verdad". Estaban "lejos del trabajo del circo, pero era perfecto", afirma risueño.

Su parada en el camino

Esa distancia en una compañía, con un gran número de sus propuestas basadas en Las Vegas y otras de gira por todos los continentes, es lo que hace que Jerome Sordillon esté unas dos semanas semanas cada tres meses en esta pequeña ciudad pegada a Benidorm.

Y ahí concede que, en un futuro, tienen ganas de poder quedarse más tiempo y asentarse en España. Un proyecto para el que ya van trabajando, aprovechando su experiencia y contactos con otros artistas para crear nuevas propuestas.

[El Circo del Sol explica por qué usar agua en el escenario era una locura y cómo lo resuelven en 'Luzia']

A sus 36 años, Sordillon lleva desde que tenía 4 haciendo gimnasia artística. Una disciplina en la que empezó con sus primeras competiciones a los 6 en su Lyon natal. Y así le fue bien durante casi dos décadas. "Hasta que empecé a hacer trapecio", recuerda de aquel joven que aún no había probado las correas aéreas en las que se maneja ahora bajo el Grand Chapiteau.

Aprender a lanzarse

A esta técnica llegó después de dejar atrás Francia para aprender en la escuela nacional de circo en Montreal. "Hice una prueba y entre los trescientos que entramos solo seleccionaron a veinticinco", recuerda de "aquel gran reto" cuando pensaba que "no tenía nada que perder".

Los tres años de aprendizaje le facilitaron el acceso a diferentes compañías más tarde, entre ellas Australia. Pero su paso a formar parte del ejército del Cirque, como lo llaman, fue cuando le propusieron el anterior espectáculo en el que estaba, Crystal. Este primer montaje sobre hielo que creaban desde la compañía le dio en 2017 la oportunidad de tener su propio solo hecho por sí mismo.

Ser padre

Rodeado de compañeros que entrenan sobre una cinta de correr o descansan en otro sofá mirando su tableta, es extraño recordar que el siguiente paso fue el parón de la pandemia. La primera cuarentena les pilló en Francia, donde nació su hijo. Y por eso dice que "no vemos la pandemia como todos los demás". Cuando su bebé cumplió los dos meses se vinieron a La Nucía.

Al hacer un rápido balance de ese tiempo, razona que "como artistas del Cirque du Soleil, no podemos quejarnos realmente. Nuestras condiciones son súper buenas y podíamos ahorrar mientras trabajábamos a diferencia de otras compañías donde es más dificultoso".

Eso sí, sufrieron estrés al pensar en el futuro con un niño recién nacido. Y ahí concede que incluso se plantearon dejar el circo para lo que sería una vida normal. "Pero no podíamos hacer eso después de tantos esfuerzos", añade. Y antes de que se lo pudieran repensar de nuevo, la compañía retomó su actividad y les llamó. Tenían la oportunidad de volver a Crystal o de girar con Luzia.

Encarnar la magia

Eso le ha permitido volver con un número que define la magia con la que afrontan este espectáculo. Jerome Sordillon como un dios en la jungla se cruza con un jaguar que va a beber en una charca. La combinación del equipo de títeres que maneja al animal con la danza en las correas aéreas representa esa apuesta por añadir la poesía a la poderosa exhibición física.

Y hacerlo para que parezca fácil con uno de los números en los que se combina el agua con el trabajo de los artistas. En algunos momentos no puede respirar, en otros de sus giros rápidos no puede mirar, cuenta. Son retos que afronta con ganas por la conexión que se genera durante ese momento con el público. Por conseguir que ante 2 600 personas sea uno de los momentos más íntimos del espectáculo.