Acróbatas, malabaristas, gigantescas marionetas y mucha agua. Así es Luzia, el espectáculo con que Cirque du Soleil recibe en Barcelona a dos mil quinientos espectadores en su estreno en Europa. Este montaje llegará en julio a Alicante dentro del acuerdo que tiene con la ciudad de traer sus creaciones cada dos años.
La ilusión de la vuelta de la gran carpa del Circo del Sol genera este 2022 una mayor expectación después del obligatorio parón de la pandemia. Y con Luzia ofrecen ese extra de espectacularidad y risas con el que sorprender en el reencuentro con los espectadores.
El viaje en avión en el que nos lleva Daniele Finzi, el director del espectáculo, arranca con un payaso paracaidista que ejercerá de guía. Un número aéreo de humor en el que destacan ya su voluntad de tirar por lo grandilocuente partiendo de la tradición.
La enorme marioneta de un caballo galopando mientras persigue a una niña con alas de mariposa monarca que abarcan todo el escenario sirve para situarnos en la aventura mexicana de Luzia. La presencia de los animales será constante en esta propuesta basada en México. Así lo corroboran los ocho acróbatas vestidos como colibríes para el primer número, salto al aro sobre cintas de correr.
Más grande, más íntimo
La pista circular irá rotando para que los espectadores tengan siempre un punto de atención durante las veinte escenas que componen el espectáculo. En ellas jugarán alternando la atención en el suelo y animando a levantar la mirada.
El público, entregado desde el primer momento, les acompañará en este viaje en el que se suceden las exclamaciones de asombro, aplausos y risas. Y uno de esos primeros momentos de sorpresa llegará con la cortina de lluvia con que acompañan el número de la trapecista y las acróbatas con ruedas.
Incluir agua en una pista en la que se arriesgan los acróbatas con sus números les dará mucho juego para sorprender siempre con la obligatoria preparación para la siguiente propuesta. Si en la primera aprovechan las sombras para que pase desapercibido, en otras lo integrarán como un interludio humorístico donde cactus con atrevidas formas cobran vida.
La marca de la casa de ofrecer números más grandes y más espectaculares nunca tapa lo íntimo de la expresión del acróbata. Los mejores momentos de Luzia llegan con el solo del artista que afronta su número ante los dos mil quinientos espectadores.
Y ahí entra no solo el ejecutarlo a la perfección. También se producen esos momentos especiales al acompañar al artista con aplausos y gritos cuando la rutina no se ha cerrado como se pretendía y la repite para ofrecer lo mejor de sí mismo.
Los ánimos para que un columpio haga un giro de 360 grados o para que un malabarista sea capaz de mantener en el aire hasta siete mazas crean ese espíritu de unión entre los espectadores de la pista. Del mismo modo que se comparte la sorpresa ante la increíble flexibilidad del contorsionista, uno de los números más brillantes.
La narrativa en Luzia está especialmente cuidada, engarzando las actuaciones con detalle. Una de las más acertadas introduce otra marioneta gigante, la de un jaguar. Este se pasea por el escenario en un número musical de transición antes de llegar a la charca en la que beberá y acompañará la actuación de las correas aéreas que recrean lianas en la jungla.
El fin de la fiesta del tipismo mexicano del montaje con que Cirque du Soleil regresa a las giras internacionales por Europa hace volar, literalmente, a sus acróbatas. Una demostración de precisión hecha con ligereza para encarnar el ideario de la compañía, esforzarse en aparentar sencillez en trabajos apabullantes.