Algo introvertido pero hablador, aficionado a los videojuegos y "bastante activo" en las redes sociales. El perfil de Santi, un menor de 15 años de Elche, es el de cientos de miles de adolescentes españoles. Con una salvedad: por algún motivo que los investigadores no alcanzan a comprender, el pasado martes cogió una escopeta y asesinó a sangre fría a su familia, sus padres y su hermano de diez años, a raíz de una discusión absolutamente trivial: su madre le había dejado sin internet ni móvil por su bajo rendimiento académico. Estuvo conviviendo tres días con los cadáveres hasta que se lo contó a una vecina, que fue quien acabó alertando a las autoridades.
Santi va al Instituto Periodista Vicente Verdú, el de más reciente creación de Elche, inaugurado hace apenas un mes. Vive en la partida de la Algoda, al oeste de la ciudad, y que cuenta con una población de menos de 900 habitantes. Las casas de esta zona son unifamiliares, con una amplia extensión de campo. De hecho, su padre, Jaime, de 51 años, trabajaba en una empresa de mantenimiento de semáforos pero también en el huerto de la propiedad, donde tenía naranjos y granadas, que además son típicas de Elcha. Era aficionado a la caza y tenía armas en casa.
Quienes conocen a Santi aseguran que se trata de un chaval "tímido e introvertido" aunque hablador, sin ningún rasgo que destaque. De hecho, explican que era un "buen estudiante", pero que algo le había pasado últimamente porque había suspendido cinco asignaturas en el último trimestre. Cuando le preguntaban por este cambio de actitud, aseguraba que le daba "pereza" esforzarse. Acababa de ser trasladado desde el instituto La Torreta al nuevo centro Periodista Vicente Verdú, inaugurado el pasado 31 de enero.
Su madre se propuso corregir el rumbo que estaba tomando el chaval y decidió castigar a su hijo prohibiéndole algunas de las cosas que más apreciaba: el acceso a internet y el teléfono móvil. Al parecer, era reacia al uso de estas tecnologías, que había instalado apenas hacía un par de años en la casa de campo. En estas zonas existen además problemas de cobertura y para la instalación de fibra óptica. Hasta aquí, todo se ajusta al perfil de "familia completamente normal" que los vecinos describían este sábado a la prensa.
La pesadilla estalló el pasado martes, ptrecisamente cuando la madre de Santi le comunicó su decisión. Los investigadores creen se produjo una fuerte discusión, y que el menor, sin mediar palabra, fue a buscar una escopeta de caza que su padre tenía guardada, la cargó y pegó un tiro a su progenitora. A continuación, disparó también a su hermano, de diez años de edad, y esperó pacientemente a que su padre llegase a casa. En cuanto entró por la puerta, apretó el gatillo y completó el crimen. Toda su familia yacía muerta en el suelo.
Nadie escuchó los tres tiros, por lo que no hubo ninguna señal de alerta. Tampoco ayudó que las viviendas de esta zona sean dispersas, en su mayoría chalés con bastante terreno. Una vecina declararía después que ese mismo martes vio el coche de la madre dentro de la propiedad con la música puesta a todo volumen, pero nada más. No podían sospechar lo que acababa de ocurrir porque rompía la imagen de absoluta normalidad tenía en la mente de la familia.
Confinado por Covid y contestando a los WhatsApp
Los siguientes tres días se completan con las hipótesis de los investigadores, pero lo cierto es que, en principio, todas las piezas encajan. Al parecer el menor cogió los cadáveres de sus familiares y los almacenó dentro de un cobertizo que había en la propiedad. Después hizo vida normal. Excusó su presencia en el instituto diciendo que estaba confinado por Covid, por lo que no podría ir a clase. Era la coartada perfecta: el confinamiento es automático con un simple test de antígenos, por lo que no necesitaba más documentación.
Además, y según ha podido saber EL ESPAÑOL, cogió el teléfono de su madre muerta para contestar a los WhatsApp y simular que aún seguía viva. Esto lo que más llama la atención a los agentes que están tratando de adivinar qué pasó por la cabeza de Santi: su absoluta sangre fría a la hora de planificar, perpetrar y ocultar un crimen tan monstruoso. De hecho, se cree que pasó los tres días siguientes jugando a los videojuegos, su gran afición.
El teatro se desmoronó este viernes. Santi se cruzó con una vecina, que le preguntó qué tal estaba su familia porque hacía días que no los veía. Lo que en principio iba a ser una simple conversación fáctica se convirtió en algo mucho más tétrico, al confesar el menor lo que había hecho. Respondió, simplemente, que los había matado. A partir de aquí hay dos versiones: o bien su interlocutora llamó inmediatamente a la Policía, o bien alertó a una de las hermanas de la madre de lo que le había contado el chaval. Sea como fuere, el resultado fue el mismo: se desplegó una unidad de Policía para comprobar si lo que había dicho el muchacho era cierto.
Sin remordimientos
Lo que los agentes se encontraron en el lugar de los hechos fue una escena dantesca. Los cuerpos de los dos adultos y el niño de diez años estaban apilados en el cobertizo, mientras el menor se encontraba solo en la propiedad. Decidieron tomarle declaración al joven, y destacaron "su frialdad" y serenidad "fuera de lo normal" durante el interrogatorio. También se sorprendieron de que "no expresase remordimientos" por lo que había hecho.
Al tratarse de un crimen que afecta a un joven de 15 años, la Fiscalía de Menores se ha hecho cargo de Santi y el juez ha decretado el secreto de sumario. Pero el crimen ya ha conmocionado a la partida de la Algoda, donde las reacciones no han dejado de sucederse, todas con un denominador común: nada hacía presagiar un desenlace de estas características. Los vecinos hablan de una familia "normal", y los amigos del detenido explican que la relación que tenía con su hermano era la "habitual" entre miembros de una misma familia. Algunos lo califican simplemente de "un buen chico".
También ha trascendido un detalle que se desconoce si es un hecho relevante o se trata de una macabra casualidad. El nuevo Instituto al que iba Santi tenía entre los libros que tenía que leer una novela publicada en 2011, 'La edad de la ira', del barcelonés Nando López, finalista del Premio Nadal. En ella Marcos, un adolescente de clase media, asesina a su padre y deja malherido a uno de sus cuatro hermanos. Según la sinopsis del libro, nadie del entorno del adolescente pudo prever esta reacción ni explicar esta reacción. Exactamente igual que en el caso del parricida de Elche.
Mientras se esclarecen los detalles de lo sucedido y los investigadores tratan de entender la mente de Santi, las banderas de Elche ondearán a media asta durante los próximos tres días. El alcalde ha calificado los hechos de "luctuosos e incomprensibles", y ha pedido "discreción" por los familiares de las víctimas. Elche, ciudad que ha sido noticia en las últimas semanas por sus crímenes y hallazgos macabros, necesita descansar.