Si hay algo que no se le puede negar a Ximo Puig es el tesón (o terquedad) a la hora de dar la batalla por lo que cree justo. Incluso cuando no llegar a obtener ningún resultado beneficioso para su causa, pueda convertirse en su tumba política. No sería el primero. Alberto Fabra y Francisco Camps mantuvieron el mismo discurso hasta la extenuación.
Esta semana el presidente de la Comunidad Valenciana se ha reunido con el de la catalana, Pere Aragonés (ERC), en su cruzada por una financiación justa para la región. Y todo parece indicar que el catalán le dio calabazas en su frente común antimadrileño y de presión al Gobierno central de su compañero de partido, Pedro Sánchez.
Los independentistas catalanes no eludieron ofrecer buenas palabras al valenciano, pero siempre considerándole como un inferior. El independentismo catalán no tiene mejor opinión de la Comunidad Valenciana que la de una metrópolis sobre sus colonias, aunque históricamente sea una falacia ya que ellos eran un condadito frente al reino valenciano dentro de la Corona de Aragón. Sí, el lector ha leído bien: "Corona de Aragón", nada de "catalano-aragonesa" ni otros inventos tan pueriles como iletrados.
En su histriónico discurso, Cataluña aspira a negociar de tú a tú con España (aunque sean parte indivisible de España). En realidad, con Moncloa y sus inquilinos. Nada de frentes comunes ni alianzas. Y a Puig, siempre connivente con estos discursos nacionalistas, no le quedó otra que hacerle la ola al catalán. No vaya a ser que incomode a su parroquia.
Desde luego, mejor le va a ir a Puig aliarse con Juan Manuel Moreno Bonilla (PP), presidente de Andalucía. De hecho, su conseller de Hacienda, Vicent Soler, ya ha allanado el camino con el consejero de Hacienda y Financiación Europea de la Junta de Andalucía, Juan Bravo, para un reparto más equitativo de recursos.
Atrás quedaron las acusaciones de "akelarres" del PP cuando Moreno y Fernando López Miras (presidente murciano, también del PP), le invitaron a aliarse en una estrategia en favor de la pervivencia del trasvase Tajo-Segura. Pero, claro, el trasvase no vende del Mascarat hacia arriba, que es donde Puig y sus aliados confían en mantener los votos suficientes para la reelección.
Sea como fuere, el problema de la endémica infrafinanciación de algunas comunidades autónomas, por fortuna o por desgracia no depende del tesón de Puig. Más bien depende de los intereses coyunturales de su jefe de partido, Pedro Sánchez. Y ya le ha demostrado más de una vez que no está por la labor de ponérselo fácil. Ya se lo dijo en junio. Ni siquiera cuando trata de atacar a Madrid como objetivo secundario en su cruzada.