Fotografía del eurodiputado Javier Zarzalejos.

Fotografía del eurodiputado Javier Zarzalejos. Martin Lahousse, fotógrafo del EPP

Europa

Zarzalejos, alto cargo del PP Europeo en migración: "No hay un endurecimiento de las políticas, sino más eficacia"

Estrasburgo
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"En Estrasburgo ya se sabe, las semanas son horarios llenos como este". Javier Zarzalejos (Bilbao, 1960) nos recibe en el despacho que ocupa desde 2019 en el Parlamento Europeo. "Es un no parar", dice mostrando un papel con marcas de colores. Mano derecha de Aznar durante décadas –fue secretario general de la Presidencia y director de la Fundación FAES, puesto que aún ostenta–, es eurodiputado del Partido Popular Europeo (PPE), primera fuerza política de la actual Eurocámara, la más fragmentada y escorada a la derecha hasta la fecha. 

Esta legislatura, que se estrenó en verano otra vez bajo la presidencia de Roberta Metsola, ha arrancado con la presencia de dos nuevos partidos ultras: el grupo Patriotas por Europa (fundado por el primer ministro húngaro, Viktor Orbán) y el de Europa de las Naciones Soberanas (capitaneado por la alemana AfD). También con un debate central sobre la mesa: la gestión migratoria.

En abril, la Unión Europea aprobó el Pacto de Migración y Asilo, un paquete legislativo fruto de más de cuatro años de negociaciones y tensas disputas entre los Estados miembros. "Se aprobó sobre la bocina de la legislatura anterior", subraya Zarzalejos. En julio, el eurodiputado fue nombrado presidente de la Comisión de Libertades Civiles, Justicia y Asuntos de Interior (LIBE) del Parlamento, encargada, precisamente, de gestionar la migración y el asilo.

El acuerdo fue presentado como un "éxito", pero a la espera de su aplicación, son varios los líderes europeos que han decidido adelantarse y dar una vuelta de tuerca más a sus políticas nacionales. Al frente de lo que parece ya un movimiento en proceso de contagio, la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y sus centros de repatriación de migrantes en Albania, país extracomunitario. Un polémico modelo que ha despertado el interés de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, dispuesta a explorar lo que ha denominado "soluciones innovadoras"

EL ESPAÑOL habla sobre todo esto con Javier Zarzalejos mientras unos pisos más abajo, en el hemiciclo, se debate sobre los posibles cambios en la regulación para la devolución de ciudadanos de terceros países sin derecho a permanecer en la Unión Europea.

¿Qué sentido tiene endurecer las políticas migratorias antes incluso de que el Pacto de Migración y Asilo, aprobado hace menos de un año, eche a andar?

El pacto migratorio no busca un endurecimiento de las políticas, sino una ordenación del marco jurídico en el que se tienen que mover operativamente los Estados. Podemos hablar de políticas más restrictivas y amplias, pero tiene que haber una seguridad jurídica, un marco de salvaguardias de los derechos fundamentales de migrantes y peticionarios de asilo, y mecanismos de cooperación. Eso es lo que dice el acuerdo que, teóricamente, tiene dos años para ponerse en práctica.

Habla de dos años de margen, pero en la actualidad ya hay países que están endureciendo sus políticas.

La idea de que en este momento se está endureciendo la política migratoria no está apoyada en datos, en el sentido de que no hay más retornos. Lo que estamos viendo es una mayor eficacia, una actividad más eficaz de contención en las rutas migratorias. Pero, insisto, no creo que haya evidencia empírica de un endurecimiento; es más una impresión que una realidad. 

Javier Zarzalejos, eurodiputado del Partido Popular Europeo.

Javier Zarzalejos, eurodiputado del Partido Popular Europeo. Imagen cedida por el PPE

En Alemania, el canciller Scholz ha restablecido el control en todas sus fronteras y ha deportado a migrantes convictos. En Italia, la primera ministra Giorgia Meloni ha tratado de deportar (aún sin éxito) a migrantes a un país extracomunitario y ha cerrado pactos con Túnez y Libia. Si eso no es endurecer, ¿cómo califica usted estas medidas?

Creo que hay algunas novedades y otras que, en realidad, no lo son tanto. Por ejemplo, la implicación de terceros en la lucha contra el tráfico de personas y el control de los flujos migratorios no es una novedad. Ahora se está haciendo en Túnez, pero la UE ya lo hizo en Turquía con los desplazados por el conflicto sirio. Se ha centrado en exceso la atención en Italia y su acuerdo con Albania, pero no deberíamos caer siempre en la mención de los mismos. Dinamarca, donde hay un gobierno socialdemócrata, se está planteando hacer lo mismo en Kosovo. Es una posibilidad que algunos Estados miembros están explorando, aunque hay cuestiones de legalidad y de derechos humanos que tienen que revisarse, claro.

Precisamente, la justicia italiana ha tumbado el primer intento de Meloni de deportar migrantes a Albania. ¿Qué opina?

Bueno, en Italia lo que hay es una resolución judicial que dice que no se puede devolver a la gente a Egipto o a Afganistán, que no son países seguros.

¿El PP contempla esta posibilidad en España?

En lo que se refiere a nuestro país y al Partido Popular, nosotros no lo planteamos en este momento, porque nuestra posición es distinta y porque los problemas asociados a la migración en España tienen unas características muy específicas. 

"Si no damos una respuesta común europea a la migración, habrá respuestas nacionales menos solidarias y peores de gestionar"

No obstante, los populares europeos han pedido una nueva directiva de retorno para aumentar la devolución de migrantes que no tengan derecho al asilo en la UE. ¿Cuál es el objetivo?

Tener una nueva directiva de retorno. En este momento hay sobre la mesa una propuesta de hace dos legislaturas que no ha avanzado un milímetro. Está bloqueada porque no había mayorías suficientes en los anteriores Parlamentos para hacerlo. Ahora, sin embargo, la Comisión ha anunciado que en los próximos 100 días habrá una nueva propuesta cuyo objetivo no es deportar a más o menos personas, sino tener un marco jurídico para que haya una mayor eficacia en el retorno. No podemos vivir en tasas de retorno cercanas al 20% (seguramente más bajas) porque eso significa que un aspecto central de la política migratoria no funciona. Insisto, la cuestión no es que la política europea en materia de inmigración se endurezca, sino que sea más eficaz el control de los flujos migratorios, incluido el retorno de los que estén en territorio europeo y no puedan estarlo. No existe un derecho universal, permanente e incondicional de vivir en un estado europeo. Y proceder de un país en conflicto tampoco puede garantizar por sí mismo el acceso al asilo.

¿Dónde marcar la línea de a quién sí y a quién no devolver a su país? Cada Estado tiene su lista. 

Primero tenemos que aceptar que la inmigración se tiene que producir en un marco de legalidad. Luego ya sacaremos las conclusiones. Por ejemplo, es una mala cosa asociar inmigración con ilegalidad. Sobre todo porque la UE tiene una tasa de población de origen inmigrante muy importante. En España, el INE dice que el 20% de la población no ha nacido en territorio nacional. Así que no podemos hablar de una Europa cerrada, ni de una Europa fortaleza, ni de una Europa insensible porque, entre otras cosas, la inmigración es un activo económico social muy relevante.

"No podemos hablar de una Europa cerrada e insensible porque la inmigración es un activo económico social muy relevante"

¿Cómo se puede, a su juicio, mejorar esa "eficacia" en el control de flujos?

Pues utilizando nuevos instrumentos, como por ejemplo, con un mejor manejo de la interoperabilidad de la base de datos y de las fronteras exteriores. Porque si no somos capaces de hacer una buena gestión de las fronteras, triunfarán los que quieren paralizar el proyecto europeo. Mira Alemania, un país central en Europa que ha restablecido el control en todas sus fronteras, quebrando el espacio Schengen, porque tiene un problema de seguridad interior. ¿Es eso lo que queremos para el proyecto europeo? Si no damos una respuesta europea, concertada, transparente y clara, tendremos respuestas nacionales menos solidarias, mucho peores de gestionar y que pueden poner en riesgo de ruptura al espacio interno de la UE.

Los datos de la UE muestran que las entradas de migrantes irregulares han descendido ligeramente en lo que va de año. ¿Por qué esta urgencia para tratar un tema tan delicado y buscar incluso nuevas "soluciones" para abordarlo?

Primero, porque ha habido acontecimientos como el del atentado terrorista de Solingen por parte de un señor que no debería haber estado en territorio europeo. ¿Significa eso un endurecimiento de la política migratoria? No. Significa un fracaso de la responsabilidad de las autoridades alemanas. ¿Cuál es la respuesta al fracaso de afrontar eficazmente este tema? Pues restablecer los controles fronterizos unilateral e indefinidamente. En segundo lugar, ha habido nuevos fenómenos de instrumentalización de la inmigración, que nosotros lo sufrimos en Ceuta y Melilla con Marruecos y lo sufre Polonia con los bielorrusos. Pero es que ahora, además, en la frontera finlandesa Moscú está llevando yemeníes. Todo eso sin obviar que, como es en nuestro caso, hay una presión enorme en territorios como Canarias, a pesar de que de manera global las entradas en la UE no hayan aumentado. 

En el caso de Alemania, usted habla de ineficacia, pero la respuesta coincide con unas elecciones federales en las que ha arrasado la extrema derecha, que precisamente agita el discurso antiinmigración. En 2025, además, habrá elecciones. ¿No cree que detrás de esa respuesta hay cierta motivación electoralista? 

Por supuesto eso también es un factor a tener en cuenta. Pero la primera víctima no puede ser el espacio Schengen. No podemos restablecer los controles fronterizos cuando pasa algo porque no tenemos ninguna evidencia de que eso contribuya a rebajar las posibilidades de entrada. Además, está claro que hay un riesgo de seguridad asociado a grandes flujos de migración, pero también hay violencia en el fútbol y nadie dice "vamos a vaciar el Bernabéu o el San Mamés". Es muy llamativo el doble rasero de la izquierda: porque quien ha hablado de deportaciones masivas ha sido el canciller Scholz. ¡Deportaciones masivas! Literal. Los que se escandalizan cuando alguien habla de control fronterizo se olvidan de que en España tenemos una valla que ha sido reforzada por el Gobierno socialista. 

A diferencia del Gobierno socialdemócrata de Scholz, el de Pedro Sánchez se ha desmarcado de la senda de la presidenta de la Comisión Europea en la cuestión migratoria. ¿A qué cree que se debe?

A un cálculo político. Pero vamos a ser serios: lo que tiene que hacer el Gobierno de España, como todos, es presentar un plan exhaustivo de implantación nacional del pacto migratorio, que recordemos que fue aprobado por el Consejo Europeo. Es decir, Sánchez dijo que sí. Y Meloni también. Ambos coincidieron, vaya. Así que basta ya de postureo; vamos a ponernos a trabajar. El Parlamento va a ser muy exigente con los Estados miembros para que el pacto tenga el cumplimiento adecuado. Vamos a ser activos y exigentes en la monitorización de un acuerdo que tardó mucho tiempo y consumió muchas energías. 

"Es llamativo el doble rasero de la izquierda: quien habla de deportaciones masivas es Scholz"

¿Y hasta entonces? ¿Podríamos ver más planes como el de Meloni? 

Bueno, es que los Estados tienen que controlar las fronteras todos los días; no podemos pensar: "como hay dos años de margen, vamos a esperar". Lo que ha hecho Meloni es un acuerdo internacional, un convenio con un país soberano como es Albania. Es una iniciativa individual que, personalmente, creo que tendría que concertarse, pero que no está impedida por el Pacto de Migración y Asilo. 

¿Cree que externalizar los procesos de asilo y delegar la responsabilidad a terceros casa con los valores europeos?

No sé por qué no va a concordar con los valores europeos. Uno de los temas que plantea el pacto (aunque aún no está desarrollado) es crear una ficción jurídica para que cuando alguien entre en un Estado miembro se considere que no ha entrado en territorio nacional hasta que su situación no sea debidamente evaluada, aclarada y legalizada. Es lo mismo que pasó con Delcy Rodríguez [vicepresidenta del régimen venezolano], que llegó a Barajas, descargó las maletas y tuvo entrevistas con ministros, pero se dijo que, en realidad, había entrado en territorio nacional. Esa misma ficción, mutatis mutandi, es lo que se pretende. ¿Para qué? Para evitar abonar el trabajo de las mafias del tráfico de personas, que se está convirtiendo en uno de los negocios criminales más rentables.