La inteligencia artificial (IA) se ha convertido en un actor clave en la economía y sociedad europeas y, por eso, la geoestrategia europea está experimentando una transformación inédita debido a la gestión de los datos como un elemento esencial de competitividad.

Recientemente, he leído como este “espacio de datos digital europeo” se podría considerar como un nuevo “estado miembro” sin fronteras ni bandera, un “país digital 28”, que revoluciona cómo los europeos crean, gestionan y aprovechan el conocimiento en cada rincón de la Unión, una Europa aumentada.

La idea de una “Europa Aumentada” encuentra en la IA su eje fundamental, ya que es un elemento esencial que está redefiniendo no solo la competitividad y el comercio, sino también la infraestructura digital, el acceso al conocimiento y nuestra autonomía estratégica.

Imaginemos un gemelo digital de Europa: un modelo virtual que refleja en tiempo real el estado de los sectores estratégicos, desde la energía hasta la movilidad y la salud. Este “Estado Miembro Digital” no es una utopía, sino una respuesta lógica para un continente que necesita optimizar recursos y responder rápidamente a desafíos cada vez más complejos. Así, en sentido positivo, la IA podría aumentar la capacidad de cada estado miembro, a la vez que promover una Europa más cohesionada, digitalizada y competitiva en el escenario global.

Desde hace más de una década, Estonia se ha convertido en el primer país digital del mundo, ofreciendo servicios de gobernanza electrónica que permiten a sus ciudadanos realizar la mayoría de los trámites gubernamentales en línea, desde votar hasta gestionar sus finanzas o acceder a servicios de salud.

Este enfoque digital no solo facilitaría la vida diaria de los estonios, sino que también inspira una Europa que se pueda plantear un futuro con gobiernos aumentados, donde la IA y los datos permitan una administración más eficiente, ágil y conectada, que reduce la burocracia y facilita la transparencia.

De momento, no estamos cerca de eso y la reflexión me hace tener prudencia porque si Europa es lo que es hoy en día es gracias a sus libertades. ¿Cómo garantizamos que esta “inteligencia aumentada” sirva al bien común y no a intereses aislados? Este es uno de los desafíos clave para las instituciones europeas, que deben definir un marco ético y técnico que permita que esta tecnología opere en favor de todos.

Dicha gestión no debería afectar a la libertad de cada estado o individuo, la libertad que está en el ADN europeo. La eficiencia no debe reñir con la libertad y, como dijo el Papa, no somos la unicidad de nuestros datos y, por tanto, no podemos ceder las decisiones solo a los datos ni crear un estado datocratizado o basado en sistemas de crédito ciudadano como China, si no de utilizar los datos y la tecnología para ser más competitivos en todas las escalas -local, regional o europea- sin que ello suponga un control centralizado de la democracia o los ciudadanos.

La IA ofrece un acceso sin precedentes al conocimiento, y el concepto de un gemelo digital europeo supone una oportunidad histórica para democratizar la información. Gracias a tecnologías de traducción automática, acceso remoto y análisis de grandes volúmenes de datos, los europeos podrían acceder a la misma información sin importar su ubicación.

La integración de la IA como un “país 28” requiere una política audaz y cohesionada. La Europa aumentada es un concepto que impulsa un futuro en el que cada estado miembro, cada ciudad y cada ciudadano puedan formar parte de una transformación sin precedentes: un continente conectado, informado y con la IA como su nuevo motor de cambio y prosperidad siempre y cuando conserve sus libertades.

PD: En la era del humanismo tecnológico, cuidado con los tóxicos, trepas, troyanos y trols. y rodearos de SINERGENTES que siempre suman aptitudes, equipo y valores.