Griselda Pollock, gran historiadora de la mujer en el arte: “La cultura de la cancelación es infantil”
- Es una de las grandes teóricas del feminismo y de los estudios poscoloniales. Hablamos con la historiadora durante su última visita a Madrid, al Museo Reina Sofía.
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Nos encontramos con Griselda Pollock (Bloemfontein, Sudáfrica, 1949) en las entrañas del Museo Reina Sofía. Ella es una de las grandes, de las históricas. Un referente al que debemos volver para entender la historia del arte como una construcción, y una construcción escrita por una mano masculina.
Pionera en teoría feminista y decolonial, es profesora emérita de la Facultad de Bellas artes, Historia del Arte y Estudios Culturales de la Universidad de Leeds (Reino Unido), donde ocupa la Cátedra de Historias Sociales y Críticas del Arte desde 1990. Viene a Madrid para impartir una conferencia magistral en el Museo Reina Sofía titulada Yo no debería estar aquí, quizás. Pensamiento feminista y memorias del trabajo artístico en la distopía de la IA.
Una de sus aportaciones más interesantes es la revisión del concepto de canon. Su relectura feminista de la historia no solo ofrece nuevas y ricas interpretaciones de obras clásicas, también reintroduce a las “maestras olvidadas” en la memoria colectiva.
Libreta y bolígrafo en mano se toma su tiempo para responder a nuestras preguntas. Toma pequeños apuntes e incluso dibuja pequeños diagramas para explicar los conceptos, la herramienta de conocimiento del mundo, según ella, más importante.
Recorremos con ella algunas de las cuestiones más presentes en la actualidad como la cultura de la cancelación, la invisibilización de las mujeres artistas en la historia o los cambios que deben implementar los museos para minimizar las diferencias.
Pregunta. ¿Recuerda qué edad tenía cuándo se despertó su conciencia política?
Respuesta. Tenía cinco años. Estaba hablando con una amiga sobre qué haría cuando terminase el colegio. Yo dije que iría a la universidad y ella me preguntó: "¿Qué es la universidad?" En ese momento me di cuenta de que yo vivía en una época en que se daban muchas cosas por supuestas.
P. ¿No tiene la sensación de que estamos luchando por lo mismo década tras década?
R. Es cierto que cuando participé en la primera revuelta de las mujeres en la universidad nos planteábamos cómo era posible que fuera necesaria una revuelta así en los 60, cuando esto ya había lo habíamos hecho antes. Pero no hemos conseguido acabar con los cimientos del patriarcado a un nivel más profundo, más simbólico. Las mujeres siguen siendo sumamente vulnerables a la violencia, a la violación, la violencia psicológica, siguen siendo uno de los grupos en mayor riesgo.
P. ¿Cree que las estrategias seguidas para legitimar a las mujeres en el mundo del arte, como programar más arte de mujeres, son la solución a la exclusión?
R. Nunca le decimos al público que van a ver una exposición de arte de hombres. Ellos son artistas en general. Sin embargo, sí que les decimos que van a venir a ver una exposición de mujeres artistas. Los hombres son tratados como artistas individuales, con su personalidad, con su contexto, mientras que las mujeres son, tan solo, un colectivo.
P. ¿Cómo individualizarnos, entonces?
R. Tenemos que acabar con un sistema basado en el falocentrismo, en el patriarcado. La inclusión, la igualdad, no tiene ningún sentido si no abordamos el problema, que es la jerarquía del valor.
P. ¿Cómo entiende usted que, en cambio, las galeristas y las comisarias sí que gozan de mayor prestigio y poder que las artistas?
R. Esta pregunta muy complicada porque se refiere a la estructura del mundo del arte como institución. Estamos hablando de la gestión del dinero y quien tiene el dinero manda. En el pasado esto se llamaba mecenazgo. Ahora, en el mundo del arte son los comisarios y los galeristas los que tienen el poder. Y hay que además añadir que en el mundo del arte contemporáneo hay muchísimo dinero.
P. ¿Es una cuestión económica?
R. Ya no estamos hablando solamente del valor del arte, sino de un aspecto financiero especulativo en torno a él. Hay unas inversiones grandísimas. Ferias, bienales, documentas… Muchos de estos inversores tienen más dinero y recursos que muchos museos. Y lo que ha ocurrido es que hay mujeres que participan de esto, tienen el poder o están en contacto con el poder. Esta situación hace que nos estemos perdiendo muchas obras interesantes que no entran a formar parte de esta rueda especulativa.
P. ¿Quién decide este sesgo?
R. Si miramos al mercado hay un estudio sobre la venta de obras de arte por mujeres de hace solamente tres años a través de las subastas y las ventas de mujeres son del 7% solamente, y de estas entre el 50 y 60% corresponden solo a cuatro mujeres.
P. ¿Qué estamos haciendo mal?
R. ¡A mi también me gustaría saberlo! Creo que deberíamos tratar a las mujeres de forma diferente y a los hombres también. A los artistas no se les debe tratar solamente como un individuo sin un contexto. Siempre debemos tener en cuenta el contexto, el trasfondo, de dónde vienen, donde viven. Es verdad que en el caso de las mujeres, cuando se dice que son mujeres, ese dato se convierte en su identidad.
P. Pero hay contextos muy similares…
R. No, por supuesto. Creo que los artistas tienen que verse siempre en el contexto de la historia social en dos aspectos: el aspecto generacional, a qué época y familia, su entorno y educación, pero también el aspecto geopolítico, donde han crecido y donde residen. Hay que estudiar la complejidad de los artistas a través de esta situación geopolítica. Solo así conseguiremos trascender estas diferencias.
P. ¿Qué opina de la cultura de la cancelación? Artistas como Woody Allen o el escritor español Juan Goytisolo -que recientemente se ha conocido su papel de explotador sexual-, ¿cree que deben ser cancelados en las instituciones públicas?
R. Las redes sociales producen un lenguaje en el que todo se simplifica, algo te gusta o no te gusta, se elimina toda la complejidad del discurso y la verdad reside en un algoritmo. No hay ningún tipo de comprensión crítica ni de análisis. La idea de que podamos cancelar porque no nos gusta es una idea infantil. La situación es mucho más compleja. Que cancelemos a una persona no va a reducir las probabilidades de que una mujer sea violada o sea asesinada. La culpa es del sistema, y esto es lo que no debemos olvidar. La verdad parece que está en manos de una masa violenta, como antes ocurría, que decide linchar a alguien en la plaza del pueblo.
P. ¿Cuáles son las transformaciones más importantes que los grandes museos deberían implementar para cambiar este sistema?
R. Los museos son síntomas. Desde mi perspectiva el papel más importante de los museos es dar a la gente conceptos para agarrar el mundo. En alemán la palabra concepto es la misma que la palabra agarrar, necesitamos algo a lo que agarrarnos. Necesitamos que la gente cuando vaya a un museo tenga respuestas a lo que está sucediendo en su vida. Los museos deben ser espejos de la sociedad. Deben para ello ser capaces de nombrar al propio sistema, señalar el capitalismo y el patriarcado.
»El museo debería exponer al público a distintas voces, distintas experiencias de dolor, de trauma. Debería ser capaz de cambiar a las personas que lo visitan. Yo lo que quiero es que una persona que va a un museo no salga y diga pues que bonita exposición, sino que sienta que ha vivido una experiencia que realmente le ha cambiado la vida.
P. ¿Qué es el patriarcado?
R. Es una manera de distribuir el poder, es una manera en el que las mujeres están subordinadas, no solamente las mujeres, sino también los homosexuales. Es una forma de control. Esto es lo que debemos entender para conseguir que cambien las cosas, para comprender de dónde viene la desigualdad y esta violencia.
P. ¿Cuál crees que ha sido el caso más flagrante de invisibilización de una artista en el mundo del arte?
R. En mi primer libro “Maestras antiguas” hablo de una artista llamada Marisol Escobar, que nació en Venezuela. Ella fue artista en los 60 con Andy Warhol. Fue tan famosa como él, incluso más. Si obra está perfectamente documentada. . Luego se retiró y Andy Warhol fue el que se convirtió en el artista más reconocido. Yo la quise introducir porque era una mujer de color. Aquí hay muchos aspectos raza, género, etcétera que pueden contribuir a su desaparición. En 2022 se la ha redescubierto y ahora va a tener dos grandes exposiciones.
P. ¿Y el segundo caso?
R. El otro caso que quiero mencionar es también de una escultora francesa, Camile Claudel, que trabajó con Rodin, que le inspiró muchísimo y que rompió con las normas del catolicismo imperante porque se acostó con él. Le prometió que se casaría con ella, pero acabó internada por él en un manicomio durante 30 años. No tenía derechos, ni a recibir visitas, ni a escribir cartas. Y ahora sí es verdad que esta historia es conocida, pero de una manera trágica, porque a todos nos encanta una historia dramática. Y esto pasa en las historias de mujeres que nos llegan. En el caso de Claudel, ella sobrevivió. Su hermano y Rodin se hicieron famosos, ella no. Cuando acudimos a museos no nos encontramos con ejemplos que nos ayuden a entendernos a nosotras mismas.
P. ¿Es una cuestión de ausencia de referentes?
R. Nuestra gran tragedia es que no aprendimos a ver el mundo a través de nuestros propios ojos, porque no lo vemos en los museos. Hemos sido reducidas, limitadas. Quiero puntualizar el daño que se nos ha hecho a las mujeres por ser privadas de esta capacidad de entender el mundo a través de sus tragedias y sus historias.
"La masculinidad o la feminidad no existen como tal. Simplemente es la manera en la que el mundo y el sistema trata a estos dos géneros"
P. Usted escribió una frase demoledora: “el verdadero proyecto del discurso de la historia del arte es proponer una celebración de la masculinidad”. ¿Cree que es posible que ahora también celebremos la feminidad o quedara esta reducida a un mero ejercicio de género?
R. ¿Por qué se celebra la masculinidad? Yo no odio a los hombres, tengo un marido y un hijo maravilloso, pero cuando nació se encontró con un mundo que le permitía una serie de comportamientos masculinos, solamente por nacer así, mientras que mi hija tuvo que negociar su camino en un mundo que no le ofrecía una bienvenida tan cálida. Realmente la masculinidad o la feminidad no existen como tal. Simplemente es la manera en la que el mundo y el sistema trata a estos dos géneros. Con lo que sí que debemos ser todos críticos es con el sistema actual del patriarcado, que es el que permite que la masculinidad tenga el patrimonio de la creatividad, de la independencia. Mientras que a las mujeres se nos dice desde que nacemos que tenemos que ser más calladas, que no podemos ser arrogantes, etcétera.
P. ¿Y cómo debe responder el museo?
R. Deberíamos usar los museos para conseguir un pensamiento crítico hacia lo que es lo femenino y lo masculino. Respetar la humanidad de las mujeres, la humanidad de todos en general. Realmente nunca ha habido dos sexos. Ahora mismo nos enfrentamos con una situación con respecto al género sumamente compleja y creo que lo que debemos hacer es volver a unos básicos, ver qué podemos hacer para fomentar la humanidad, que es lo que nos une, y que puede ser algo sobre lo que los museos reflexionen y produzcan una verdadera transformación. Que los museos nos permitan examinarnos a nosotros y a nosotras desde este prisma.
P. Por último, ¿qué exposición le ha cambiado la vida?
R. Dentro de lo visible de 1996 (Inside the Visible: an elliptical traverse of 20th-century art) de una comisaria belga llamada Catherine Zegher. Es una reescritura completa del siglo XX paralela al eje predominante del arte con piezas de Louise Bourgeois, Eva Hesse, Nancy Spero, Ana Mendieta, Hannah Höch o Agnes Martin, entre otras.