Ruth Conde en una de las misiones humanitarias de MSF.

Ruth Conde en una de las misiones humanitarias de MSF. Xaume Olleros MSF

Salud

Ruth Conde, enfermera bajo las bombas en Gaza: "Hay niños muriendo por patologías que tienen cura"

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La medicina y la enfermería son profesiones que pueden resultar muy difíciles de ejercer. Estos sanitarios pueden encontrarse con casos que se complican, operaciones que no salen bien o pacientes que empeoran sin saber muy bien por qué. Esto puede ser aún peor según la parte del mundo en la que se encuentren. Si, además, es un lugar como Palestina, la situación se vuelve desesperante. Ruth Conde (Teo, Galicia, 43 años) lo sabe bien: es enfermera, coopera con Médicos Sin Fronteras y ha estado ahí. Lo primero que cuenta es que lo que se encontraron ella y su equipo superó con creces cualquier expectativa. "Nadie es capaz de imaginárselo".

Conde formó parte del primer equipo médico que pudo entrar en Gaza tras la ofensiva israelí tras los atentados del 7 de octubre de 2023. Las dos primeras semanas de la misión tuvieron que trabajar desde El Cairo (Egipto) en tareas logísticas porque no podían acceder todavía. Consiguieron entrar en el país en diciembre y se encontraron un sistema sanitario totalmente devastado y desabastecido. "Lo que sabíamos [sobre medicina] no lo podíamos aplicar", lamenta. 

El contexto bélico y la falta de materiales y recursos sanitarios acaba con la vida de una gran cantidad de población civil que, con las condiciones adecuadas, podría sobrevivir sin problemas. "Hay niños muriéndose por patologías que tienen cura", lamenta la enfermera. También habla de la alta mortalidad de complicaciones postparto para muchas mujeres porque no cuentan con los medios para atajarlas. "En España podrían salvarse", compara. 

Una de las cosas más duras, reconoce, es tener que elegir a qué pacientes tratar porque no hay ni personal ni medios para atenderlos a todos. Los analgésicos son, más que escasos, casi inexistentes, continúa Conde. Ella misma se vio tratando quemaduras, fracturas graves o amputaciones sin ninguna sedación. "Con suerte les puedes dar agua con azúcar".

Lo más duro de todo, destaca, es ser consciente del desabastecimiento que sufren. "Sientes que, hagas lo que hagas, nunca es suficiente, que no llegas nunca a tiempo", se queja. La enfermera habla también de lo que supone escuchar a esos pacientes gritando de dolor. "Nunca te acostumbras y quien diga lo contrario, miente". Precisamente, esa es la clave, según ella, de la labor humanitaria. Si lo hicieran, si normalizaran ese sufrimiento, acabarían despersonalizando el trabajo que hacen. 

Conde también habla de que la función de los voluntarios como ella es adaptarse y hacerlo lo mejor posible. El primer centro de salud que abrieron en la ciudad de Bani Suheila (al sur del país) solo duró un día en funcionamiento. Tuvieron que evacuarlo porque había amenaza de bombardeos y la zona ya no era segura. 

Ahora, MSF trabaja en el Hospital de Nasser, en la ciudad de Jan Yunis (al suroeste de la Franja de Gaza). "Cuando yo fui no podíamos operar ahí porque el riesgo era muy alto". En el centro médico ofrecen servicios de pediatría, urgencias, cirugía y maternidad. 

Los equipos como el que lideraba la sanitaria deben ser muy reactivos y analizar continuamente las necesidades de la población. "Tienes que dar el máximo porque no sabes si mañana vas a poder estar en ese territorio y continuar con las actividades o no", subraya. Como coordinadora de su grupo, su tarea también consistía en mantener seguros, a todos sus compañeros, algo bastante difícil. 

Para eso debía asegurarse de apoyarles, formarles y de que tuvieran las herramientas necesarias. "Era un poco como una gestora, analizaba las necesidades de la población y veía como cubrirlas". Sin embargo, destaca que esas labores podían esperar si había cualquier urgencia. "Ante todo soy enfermera y lo primero son los pacientes"

Conde trabaja en el servicio de urgencias de pediatría del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela. No obstante, una vez en el terreno "te pasas el día apagando fuegos". La sanitaria explica que allí la especialidad a la que se pertenezca da igual, hay que atender todo tipo de pacientes. 

La enfermera cuenta también que el ejército israelí tiene un gran control sobre las cosas que pueden o no atravesar la frontera. No les permiten entrar con materiales biomédicos ni con herramientas tan necesarias como concentradores de oxígeno. Tampoco pueden cruzarla los rollos de lona que emplean para crear los campamentos móviles y hospitales de campaña. Pasa lo mismo con los plásticos con los que cubren las ventanas de los hospitales para que no revienten con los bombardeos, añade. 

El lugar correcto

Conde lleva 12 años colaborando en misiones humanitarias con MSF. Este fue su primera labor en Palestina, pero ha trabajado en otras zonas en conflicto como Yemen y Ucrania. A pesar de ello, la sanitaria reconoce que ha sido en este último viaje donde ha temido más por su vida. "Yo había oído bombardeos, pero nunca los había sentido tan cerca". A pesar del riesgo que supone para ella, su sentido del deber con este tipo de causas la impulsa a seguir adelante. "Se trata de estar en el lugar indicado haciendo lo correcto", describe.

Aun así, reconoce que ella puede hablar del privilegio porque como cooperante humanitaria no le ponen problemas cuando tiene que abandonar el país. Una situación muy diferente a la de sus compañeros palestinos, que suponen el 90% del personal médico del territorio. "Nuestra labor es acompañarlos, formarlos y apoyarlos", resume. 

La crudeza del contexto hace que el tiempo que pueden pasar los cooperantes de MSF sobre el terreno sea muy limitado. Cuando Conde estuvo solo pudo quedarse 5 semanas. En ese momento lo establecido eran cuatro, pero estuvo una más debido a un retraso y volvió en Enero de 2024 a España. Ahora han ampliado la estancia a 6 semanas. 

La sanitaria lo ve lógico: "Quieren que seamos los más efectivos posibles". Las malas condiciones de vida les desgastan mucho: la carga de trabajo es "brutal", hacen una comida al día y duermen entre tres y cuatro horas como mucho, detalla. "Allí no se desconecta, estás en alerta todo el tiempo". 

Conde cuenta que, ante esa tensión, desarrollan mecanismos de defensa para poder trabajar y evitar el estado de shock. "Si piensas en dónde estás y en lo que está pasando a tu alrededor, te bloqueas y dejas de ser operativa". Aun así, reconoce que las noches es el momento más duro y cuando más vueltas se le dan la cabeza.

Cuando volvió a España hace 10 meses pensó que su labor no podía acabar ahí. así que decidió realizar una intervención en el Congreso de los Diputados en la que narró lo que había visto y vivido y pidió a las instituciones que trabajaran para frenarlo.

De vuelta

Ahora, Conde se está preparando para volver de nuevo el próximo mes. Espera reencontrarse allí con la mayoría de los compañeros con los que trabajó hace unos meses, aunque sabe que ha habido algunas bajas en el equipo. Sabe que la situación es extremadamente difícil y el riesgo es muy alto, pero no puede evitar tener cierto sentido del deber. "También tengo un compromiso con ellos, que vean que no me he olvidado". 

La enfermera quiere seguir peleando y trabajando para ayudar, aunque sea con unos recursos ínfimos. Su trabajo como sanitaria es cuidar: "Es lo único que sé hacer". Conde resalta que el padecimiento es universal, pero empeora en condiciones tan nefastas como las que vive el pueblo palestino. Precisamente por eso decidió embarcarse la primera vez en el proyecto y vuelve próximamente: "No hay un sufrimiento más importante que otro".