El parche en el ojo parece hoy en día menos habitual de lo que era hace unos años.

El parche en el ojo parece hoy en día menos habitual de lo que era hace unos años.

Salud

Por qué apenas se ven niños con parche en los colegios: la razón por la que ha 'desaparecido' el ojo vago

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Es uno de esos cambios sutiles, de los que uno no se da cuenta hasta que un día algo se enciende en nuestra cabeza, quizá accionado por una fotografía antigua o un recuerdo enterrado: en la era de los smartphones y las tablets, apenas se ven niños en el colegio llevando un parche en el ojo.

El parche es el símbolo de la ambliopía u ojo vago, un problema infantil consistente en la disminución de la agudeza visual durante el desarrollo de la vista.

De no ser tratado, el ojo vago podía agravarse hasta llegar a la edad adulta con un serio déficit visual, incluso se ha relacionado esta patología con enfermedades cardiovasculares.

La presunta paradoja de los niños sin parches en la era del desgaste visual oculta dos cosas: que se diagnostica tanta ambliopía como hace décadas (en torno al 3% de los niños y niñas en edad escolar) y que el abuso de las pantallas a edades tempranas no ha influido nada en su evolución.

"Smartphones y tablets no tienen nada que ver con la ambliopía", afirma Pilar Merino, presidenta de la Sociedad Española de Estrabismo y Oftalmología Pediátrica.

La causa está más bien en errores de refracción como miopías, astigmatismos o hipermetropías. Suele darse cuando la diferencia en graduación entre uno y otro ojo es amplia, pero hay muchas razones más, como el estrabismo, el párpado caído, "incluso cataratas congénitas que hacen que no llegue suficiente luz al ojo".

De hecho, hay una parte genética: si un familiar tuvo ojo vago en la infancia, es probable que el niño lo tenga.  

La detección temprana del problema ha sido fundamental para reducirlo hasta el punto de que parezca, desde fuera, cosa del pasado. "Ha mejorado mucho la atención a los niños: antes nos llegaban, por ejemplo, con 8 años y una ambliopía severa, teniendo que hacer tratamientos muy agresivos. Ahora la edad media ha bajado gracias a la implicación de los pediatras".

Rosario Gómez de Liaño, responsable de la unidad de Oftalmología Pediátrica y Motilidad Ocular del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que esa "cultura de los pediatras, que exploran a los niños y los mandan antes", ha sido fundamental para reducir los problemas del ojo vago.

"Ahora hay menos ojos vagos intensos. Cuando empecé, eran frecuente encontrar gente que prácticamente no veía de un ojo. Esto hacía que se necesitaran más horas con el parche. Ahora hemos conseguido que el tratamiento sea menos intenso".

Por lo general, hasta los cuatro años no se desarrolla por completo la visión del niño. Tiempo atrás, eran los padres quienes se daban cuenta de que su hijo no veía bien por alguna casualidad, y hasta ese momento podía haber pasado mucho tiempo.

Hoy por hoy, las pruebas visuales están integradas en las revisiones pediátricas, por lo que los niños llegan a la consulta del oftalmólogo antes y el problema puede corregirse, en ocasiones, sin necesidad de recurrir al parche. Por ejemplo, con unas gafas graduadas.

Sin embargo, el parche sigue siendo el mejor método. La idea es que, tapando el ojo sano, se obliga al vago a trabajar y adquirir la misma agudeza.

La detección precoz permite un tratamiento más suave. Si antes, los niños tenían que estar casi todo el día con el parche, hoy en día puede ser suficiente con un par de horas diarias (eso sí, cada niño tendrá un tratamiento individualizado, no se puede generalizar).

Además, las horas con parche no tienen por qué ser necesariamente las escolares. Muchos padres optan por poner el parche en el hogar, donde pueden controlar mejor que su hijo no se lo quite. Lo recomendable, eso sí, es que el tiempo con él puesto se dedique a tareas como leer o hacer los deberes, que impliquen un esfuerzo visual.

Alternativas al parche

Gómez de Liaño apunta otro gran cambio en el tratamiento del ojo vago. "Desde hace unos años comenzaron a aparecer estudios donde se vio que no era necesario llevar el parche tantas horas: los resultados eran similares con 12 horas que con 6".

Como beneficio adicional, eso aumentaba la adherencia al tratamiento.

Con todo, existen alternativas al uso del parche si el chico lo rechaza. "Hay que penalizar el ojo bueno", apunta Belén Sirvent, oftalmóloga del hospital HM Montepríncipe. "Existen estrategias para obligar a trabajarlo: con un filtro en la gafa, un colirio en el ojo… Pero el parche es lo más cómodo porque te permite jugar con el número de horas: no puedes estar quitando y poniendo un cristal a las gafas todo el tiempo".

La menor severidad de las ambliopías actualmente también impacta en la duración del tratamiento, aunque lo normal es que sea de "un mínimo de uno o dos años". En ese tiempo hay que mantener las horas establecidas y luego ir bajándolas gradualmente. "No se puede hacer de golpe porque puede haber una recaída".

Sirvent explica que, al estar adheridos a la piel, los parches pueden generar dermatitis que incomoda al niño. También existe cierta aversión en el niño y algunos llevan dibujos para motivarlo a que lo use.

Si antes era normal que en cada aula hubiera uno o dos niños llevando un parche, ahora se ven mucho menos pese a que el ojo vago sigue estando ahí. Para Pilar Merino, presidenta de la Sociedad Española de Estrabismo y Oftalmología Pediátrica, lo mejor es que ya no hay rastro de estigma por usarlo.

"Antes te podían señalar con el dedo. Ahora, ¿qué niño no lleva parche, gafas o aparato en los dientes?