El ser humano tiene una sentencia de vida firmada antes de su nacimiento. Todo depende de ciertos parámetros que van a condicionar su vida al 99%, país donde naces, familia a la que perteneces, estatus económico y social, color de piel, sexo…
El otro 1% depende de ti, de cómo desarrolles tus posibilidades. Pero solo algunas grandes mentes resilientes son capaces de cambiar lo que la vida les tiene preparado.¿Cómo puede ser que un nonato tenga ya su futuro escrito sin ni siquiera haber asomado la cabeza al mundo? ¿Por qué las posibilidades de desarrollo de una persona, a cualquier nivel dependen tanto de factores que no forman parte de su personalidad o esfuerzo?
Si todos somos ciudadanos del mundo, ¿por qué existen estas desigualdades? La respuesta es clara. El mundo está gobernado por un grupo minoritario de personas que ha conseguido tenernos como ovejas pastando en un redil, sin queja y con la cabeza agachada esperando que salga un brote verde para poder comerlo y no morir de hambre.
Han conseguido que nos matemos entre nosotros, que cualquier motivo que genere una diferencia sea un motivo de disputa y mientras tanto, ellos van llenando sus bolsillos hasta que se les rompen por el gran peso de lo recaudado. Esta llamada de auxilio no pretende ser un panfleto político. Lo único que pretende es dar un aviso a navegantes.
El planeta tierra está lleno de recursos y bien gestionados se podría cambiar el mundo.
Cuando me preguntan de dónde soy, siempre pienso que soy un ciudadano del mundo, que ha tenido la casualidad de nacer en un país con más o menos recursos que otros y que gracias a ello he podido desarrollar mi vida y mi trabajo.
Pero si hubiese nacido en otro, siendo la misma persona, la misma mente y el mismo cuerpo, tendría otro tipo de vida totalmente distinta. Es más, en mi propio país, solo con pertenecer a otra familia hubiese tenido otras oportunidades, mejores o peores. Y eso es lo que me genera un sentimiento profundo de tristeza e injusticia.
A veces viendo películas con futuros distópicos, donde las sociedades organizan a las personas clasificándolas según sus cualidades al nacer, me resulta un mundo más justo.
Cuando veo a personas hablando mal de otras por venir de otros lugares buscando nuevas oportunidades, siento rabia.
No puedo comprender cómo no tienen ni un mínimo sentimiento empático y no se dan cuenta de que cualquiera de nosotros, en su lugar, si fuésemos valientes hubiéramos hecho lo mismo. Todos queremos tener una vida digna. Pero esta búsqueda desesperada de oportunidades se ve enturbiada por 'fake news', o por casos puntuales, que se generalizan y generan odio.
Y ese sentimiento es muy peligroso a la vez que útil para los grandes gobernantes de los países, que en vez de pensar en sus propios conciudadanos, prefieren obviarles y seguir llenando su ego y cuentas corrientes a costa de todo. Sin ningún tipo de escrúpulo y manteniendo esa inquina en la sociedad que hace que nos crispemos unos contra otros mientras ellos siguen en sus sillones de oro, viendo cómo literalmente nos matamos, llenando sus buches de suculentas comidas y licores y sus vidas de placeres y lujos. Riéndose de los que no tienen voz para decirles: ¡Basta ya! ¡se acabó vuestro reinado del terror!
A partir de ahora las cosas serán distintas.