Una es una disciplina que tiene más de filosofía que de deporte que llega a Occidente desde la India y que lleva practicándose milenios. La otra tiene mucho más de ejercicio físico, de práctica deportiva, creada por un alemán durante la Primera Guerra Mundial. Aunque para el ojo inexperto el yoga y el pilates se parezcan mucho, en realidad no tienen nada que ver.
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Y es que ya su mera concepción y la manera en que la práctica se entiende como tal es diferente. Si bien tanto el yoga como el pilates aportan numerosos beneficios para la salud y nos conectan con nuestros cuerpos a la vez que nos ayudan a liberarnos, lentamente, del estrés, también es cierto que lo hacen de maneras dispares. Vale, ambas prácticas nos aportan equilibrio, resistencia, flexibilidad y fuerza. También nos enseñan a respirar y a conectar con nuestra respiración.
Sin embargo, lo que lo cambia todo es la conexión espiritual que ofrece el yoga. Esta práctica nos enseña a trabajar la paciencia, a unirla con el ritmo de nuestros pulmones y de nuestro corazón, y a entender nuestro cuerpo como un complejo sistema en el que la parte física, la espiritual y la mente tienen que funcionar al unísono.
La filosofía del yoga
Desde las prácticas más tradicionales, como el hatha o el kundalini, a las nuevas interpretaciones del yoga, como el aeroyoga, todas sus modalidades se centran en sanar y conectar cuerpo, espíritu y mente. La buena alineación entre los tres tiene mucho, también, de estilo de vida. Además, esta unión se consigue a través del movimiento controlado, la meditación y la respiración.
La clave de una sesión de yoga no es competir con la persona que está en la esterilla de al lado. Tampoco forzar los límites de tu propio cuerpo. Su práctica es lenta, tranquila, meditada… lo que no quiere decir que no se sude ni sea enérgica. Más bien, se adapta a los ritmos de cada uno.
Tal y como asegura la maestra de yoga Nahid de Belgeonne a la revista Harper's Bazaar, la práctica del yoga está enraizada en toda una manera de entender la vida que no siempre ha llegado de forma adecuada a los centros occidentales. "El yoga es una filosofía espiritual; la práctica física –o asanas– es solo una de las ocho partes o extremidades que la componen", asegura.
Las otras siete patas de esta práctica son igual de importantes para un verdadero yogui o yoguini que las asanas.
Las 8 extremidades del yoga
Asanas o la parte física del yoga, las posturas.
Yamas o autocontrol. Serían la manera de comportarnos y entender el mundo, como la no violencia, el no robar, la búsqueda de la verdad, la no indulgencia o la no posesividad.
Niyamas tienen más que ver con cómo nos comportamos con nosotros mismos.
Pranayama, que tiene mucho que ver con la fuerza vital. Sería la respiración activa y consciente.
Pratyahara o la restricción de los sentidos de la estimulación externa para encontrar la paz interior y liberar la mente.
Dharana o la concentración, es decir, enfocar todos los sentidos en un solo objeto o punto.
Dhyana o la meditación, que en el yoga significa conectar con uno mismo.
Samadhi o la libertad de la ilusión. Se trata del último estado del yoga, el objetivo final de la práctica. Es una meditación profunda en la que te liberas de las ilusiones del tiempo, el espacio y la razón. Dicen, quienes lo han alcanzado, que es un estado de felicidad pura y conciencia superior.
Así, esta disciplina que data de entre hace 4.000 y 5.000 años trasciende el espacio físico para convertirse en un estilo de vida. Y es que, al fin y al cabo, el objetivo de cualquier yogui o yoguini es alcanzar ese samadhi final.
Pilates centrado en el cuerpo
Por su parte, el pilates se trata de un tipo de ejercicio que se centra en el movimiento físico y que está diseñado para estirar, fortalecer y equilibrar el cuerpo con la ayuda de la respiración. La diferencia es sutil, pero la vertiente filosófica del yoga desaparece en esta práctica.
Aunque tome prestadas posturas con el yoga, su finalidad e, incluso, su práctica difiere sobremanera. El pilates busca, a fin de cuentas, fortalecer el tono muscular y la fuerza a través de una serie de ejercicios intensos y rápidos, siempre en movimiento. Además, se suele practicar con máquinas o un balón de equilibrio, además de la esterilla.
¿Cuál elegir?
Todo depende de tu objetivo. Lo ideal es probar y decidir desde la experiencia propia. Eso sí, no te obsesiones con las ocho extremidades del yoga si eliges esta práctica, por lo mejor de ella es disfrutar del camino.