La ciencia ya demostró que la siesta contaba con numerosos beneficios: además de mejorar el estado de ánimo y reducir la fatiga, aumenta el estado de alerta. ¿Sabías que existen diferentes tipos? Entre ellos, destaca, por ejemplo, la siesta programada que, como su nombre lo indica, se planea con antelación, antes de sentir cansancio, o la siesta de emergencia, que consiste en una cabezada precisamente cuando es muy costoso mantener los ojos abiertos.
[8 hábitos diarios que conseguirán hacerte más feliz según la ciencia]
¿Pero cómo su duración influye en ello? Un estudio, mencionado por la revista de la Universidad de Harvard el pasado mes de agosto, nos da la respuesta en base al análisis de los hábitos de más de 3.000 adultos.
El tiempo ideal
Según recoge Matthew Solan, editor ejecutivo de Harvard Men's Health Watch, un estudio publicado en la edición de mayo de 2023 de Obesity sugirió que la duración ideal es menos de 30 minutos. El estudio, realizado con más de 3.275 adultos, se basó en el análisis de sus hábitos de siesta y de otros factores, como la dieta y el sueño de forma global.
Los resultados dejaron patente que, en comparación con las personas que no dormían siestas, las que sí tomaban siestas al mediodía de 30 minutos o más, tenían un índice de masa corporal y niveles más altos de colesterol, azúcar en sangre y presión arterial. En oposición, los participantes que dormían siestas más cortas (menos de 30 minutos) tenían incluso menos probabilidades de tener la presión arterial elevada que aquellos que nunca dormían la siesta.
Según los investigadores, mencionados por la revista de Harvard, algunos de estos riesgos de salud pueden ser el resultado de estas largas siestas que alteran los ritmos circadianos diarios, lo que puede provocar resistencia a la insulina, obesidad y síndrome metabólico (un conjunto de afecciones que aumentan el riesgo de enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y diabetes). La siesta excesivamente larga también puede repecutir de forma directa en el hambre: los participantes que dormían siestas más largas demostraron más ansias por comer, sobre todo dulce.
Además, según un estudio publicado en el Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism, las siestas de 30 minutos pueden contrarrestar el efecto hormonal producido por una noche de poco sueño.
En definitiva, "la siesta es beneficiosa siempre que no exceda los 30 minutos. Dedica 10 minutos a estar en calma con los ojos cerrados después de comer. Esto ayudará a reducir el estrés y a estar más concentrado", reafirma la asesora del sueño Carmen Domínguez, en colaboración con Conforama.
¿Y la 'siesta de café'?
En 2003, investigadores japoneses explicaron en la revista Clinical Neurophysiology que la siesta también era compatible con el café, contrariamente a lo que se suele pensar. Su combinación puede ser incluso positiva.
Se trata de una técnica llamada 'siesta de café' o power nap. ¿En qué consiste? Tomar un café y dormir acto seguido 20 minutos. Como lo explican los expertos, si dormimos únicamente 20 minutos después de tomarlo, estaremos favoreciendo que la cafeína acceda justo a tiempo a los receptores neuronales que se han quedado libres mediante el descanso. De esta manera, lograremos que la cafeína haga efecto.