Si estás enamorado de París pero no quieres ir a la capital francesa, tenemos la solución. Montpellier, capital de la antigua región francesa de Languedoc-Rosellón, se conoce popularmente como la hermana pequeña de la Ciudad de la Luz por sus bastantes similitudes. Su rico patrimonio no dejará a nadie indiferente.
Situada en el sur de Francia, Montpellier es la séptima ciudad más grande del país y está en constante crecimiento, atrayendo a muchísima gente a estudiar, vivir o a hacer turismo. Se fue fundada en el siglo VIII, y en el siglo XII comenzó a desarrollarse y florecer, estando muy vinculada con otras regiones y ciudades de la Occitania.
Sin duda, se trata de una ciudad que destaca por su gran ambiente, donde sus monumentos y edificios históricos se encuentran principalmente en el centro de la ciudad, parte que se conoce como el “Écusson” (escudo), debido al parecido con la forma de un escudo medieval. Pero también cuenta con barrios modernos y nuevos en los que también se encuentran bonitos rincones.
Qué ver en Montpellier
Uno de los lugares más concurridos de Montpellier es la Place de la Comédie, centro neurálgico de la ciudad, punto de encuentro y de partida para recorrer todo el centro histórico. Esta plaza está dominada por el edificio que acoge a la Ópera, pero los demás edificios construidos bajo el estilo parisino también le otorgan una gran belleza. De esta plaza parte la calle comercial principal de Montpellier, y es la Rue de la Loge: siempre llena de gente, tiendas y artistas callejeros. Pero en el número 19 de la calle se encuentra el lugar de nacimiento de San Roque, protector de la ciudad, cuya leyenda cuenta que dio todo su dinero para los pobres y comenzó a hacer peregrinaciones a Roma. Un dato curioso es que Montpellier se encuentra a medio camino entre Roma y Santiago de Compostela, por eso es ciudad de peregrinos.
El imponente edificio de la Catedral de Saint-Pierre fue consagrado en 1536 y su construcción se realizó bajo el estilo gótico meridional años antes, cuando existía como iglesia. Destaca por su aspecto exterior sobrio y robusto, pareciendo una fortaleza. El edificio anexo es la Facultad de Medicina, que tiene el orgullo de ser la más antigua del mundo occidental aún en funcionamiento. Cerca de estos dos edificios emblemáticos de Montpellier se encuentra el Jardín Botánico, uno de los más bonitos e importantes de Europa.
En los céntricos barrios de San Roque y Santa Ana existieron numerosas iglesias, que fueron la mayor parte destruidas a causa de los incendios y las guerras. Entre las que se conservan, destacan Saint Roch y su animado barrio lleno de terrazas y bares, y Sainte Anne, que no se destina al culto, sino al arte ya que se trata de una sala de exposiciones.
Se dice que Montpellier es la hermana pequeña de París por sus bastantes similitudes. Además de la arquitectura de sus edificios y su vibrante vida en los cafés, en Montpellier se encuentra también un Arco del Triunfo, en el que se puede subir hasta la parte de arriba. Algo que mucha gente no conoce es el Acueducto de Saint-Clément. A diferencia de otros acueductos construidos en la época romana, este es bastante reciente, ya que data de 1754. Se utilizaba para llevar el agua desde Saint-Clément hasta Montpellier y solamente son visibles unos 800 metros.
La zona de Antigone se comenzó a edificar en 1977 y no se terminó el proyecto hasta el año 2000. Se trata de un barrio muy singular y agradable, al igual que Port Marianne. Son la parte nueva de la ciudad, pero no por ello pierden encanto, ya que es conveniente admirar su arquitectura, al lado del río Lez y en dirección al mar. Además de destacar el edificio del Ayuntamiento, también es admirable el edificio Arbre Blanc (El árbol blanco) por su peculiar forma.
Para dar un toque final a la experiencia en Montpellier no hay que olvidarse de su fantástica gastronomía. Una de las recetas estrellas de la cocina de la región es La Cassoulet, realizada con judías de lingot mezcladas con confit de pato, ajo, chorizo y corteza de cerdo. Con el pescado como protagonista destaca el Brandade de Nîmes, elaborado a base de bacalao y aceite de oliva para crear una cremosa pasta que generalmente se combina con una pizca de ajo. Finalmente, el Aligot se elabora con puré de patatas y un queso elaborado en la zona, el tomme. Para acompañar todas las comidas no hay que olvidarse del vino, ya que esta región es de las que cuentan con una de las mayores superficies de viñedos de Europa.
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