La gastronomía y todo lo relacionado con la comida y bebida es uno de los aspectos a tener en cuenta en todo viaje. El gusto por viajar y el placer de descubrir los sabores de la zona es lo que lleva a muchos a decantarse por un destino concreto. Por eso, a continuación se detalla una pequeña ruta para conocer la España que creció gracias a sus experiencias picantes.

En España hay diferentes productos que llegaron importados de América desde el siglo XVI, y desde entonces han conseguido incorporarse como unos más en nuestra gastronomía más autóctona. En este sentido, destacan los pimientos de Padrón, las guindillas vascas de Ibarra o la alegría riojana son una disculpa exquisita para viajar por la geografía española. Una forma de conocer lugares, paisajes, cultivos y tradición. Un reto para viajeros con gustos atrevidos.

La guindilla vasca de Ibarra

La “piparra” es el alma de la “Gilda”. Un aperitivo, con nombre cinematográfico, que recuerda la escena “más picante” de la atrevida Rita Hayworth como protagonista de un clásico inolvidable. La climatología vasca, especialmente en Guipúzcoa, convirtió aquel producto traído por Colón en algo muy autóctono. Ibarra, la villa guipuzcoana que formó parte de Tolosa hasta el siglo XIX, consiguió el cultivo idóneo de aquel pimiento que muchos llaman “langostino de Ibarra”. La villa es un referente gastronómico gracias a sus afamadas guindillas, el complemento indispensable para un plato de alubias de Tolosa.

Tolosa.

Tolosa. Getxo Euskaldun Elkartea Wikimedia Commons

Ibarra (la vega) se encuentra a orillas del río Berástegui. En el casco urbano destaca la iglesia parroquial de San Bartolomé, del siglo XVI, y especialmente su torre barroca. Entre sus viviendas tradicionales merecen especial mención el caserío de Txontxo del siglo XVII, situado en la plaza, y el de Azkue que conserva un hermoso escudo barroco del siglo XVIII. El mismo apellido, Azkue, da nombre a la antigua Ferrería que forjó el hierro tradicional empleado en la zona. Pero, el palacio residencial con más tradición es Etxezarreta. El primer barrio de Ibarra se formó, en el siglo XIII, en la colina en la que se alza el caserío de aquella familia de la nobleza rural.

La sorpresa picante de Padrón

Los monjes franciscanos son los culpables del cultivo, con sorpresa, más famoso de Padrón. Aquellos misioneros trajeron las semillas desde Tabasco, en México, hasta el Convento de Herbón, según atestiguan documentos del siglo XVIII. El Monasterio de Herbón se encuentra a orillas del río Ulla. Fue un pequeño eremitorio convertido después en convento y posteriormente, en el siglo XVII, en Colegio de Misioneros.

Los mismos misioneros que trajeron las semillas de los famosos “pimientos de Herbón”. Comenzaron a cultivarlos en el convento y a comercializarlos después. El monasterio se amplió con una gran iglesia barroca, de cubiertas abovedadas, y en su interior se conservan retablos barrocos y un valioso órgano.

El Monasterio dio nombre a aquellos sorprendentes frutos monásticos que conservan la denominación de origen y se identifican popularmente como pimientos de Padrón, esos que “unos pican y otros no”. San Antonio de Herbón se encuentra muy cerca de la iglesia románica de Santa María de Herbón que luce una hermosa espadaña de dos vanos. Ambas construcciones se ubican en Padrón.

El municipio conserva su antigua estructura medieval, con plazas y calles estrechas organizadas alrededor de una vía central, la Rúa Longa. Al final del paseo los peregrinos buscan la iglesia de Santiago. Bajo el altar mayor de la basílica se encuentra el elemento que dio nombre al pueblo, El Pedrón. Un ara romana de granito, dedicada a Neptuno, que, según la tradición, sirvió a los discípulos para amarrar la barca que trasladó los restos del Apóstol. El Concello de Padrón se asienta a apenas 21 kilómetros de Santiago de Compostela y es la puerta natural de la ría de Arosa.

La “alegría” riojana

San Millán de la Cogolla.

San Millán de la Cogolla.

La Rioja no es solo buen vino y visitas bodegueras. La guindilla riojana ha dado muchas satisfacciones a los amantes del picante y “alegría” a la gastronomía, y a las excursiones por una tierra con muchos atractivos. Una pequeña Comunidad Autónoma en la que se concentran cuevas, habitadas hasta el siglo XX, yacimientos paleontológicos que conservan huellas de dinosaurios, con parque temático y museo incluido, y Monasterios como los de San Millán de la Cogolla, Patrimonio de la Humanidad, donde se protegen las primeras palabras escritas en castellano y euskera.

La calle más famosa de Logroño, la capital, es la Calle del Laurel. La mujeres que ejercían la prostitución colgaban en los balcones una ramita de laurel para que los clientes supieran que estaban disponibles. Y, de este detalle nació el nombre. Actualmente, decenas de establecimientos dedicados a la gastronomía, las tapas y los vinos ocupan la calle más animada de la ciudad.

Uno de sus edificios más curiosos es la Concatedral de Santa María La Redonda, en la que se conserva un cuadro atribuido a Miguel Ángel, El Calvario. El templo, situado en el corazón del casco antiguo, fue construido en el siglo XVI sobre una iglesia románica que, efectivamente, sí era redonda. Pero el pulmón de la ciudad, la zona verde más famosa, es el Parque del Espolón.

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