La esencia olfativa de un viaje añade algo muy especial al recuerdo. Sensaciones que la mente devuelve al tropezar, de nuevo, con el mismo olor o al ver una instantánea. Aromas que quedarán vinculados para siempre a aquel lugar. Una calle de Sevilla, el barrio de una ciudad belga o el Gran Bazar de Estambul, son espacios en los que resulta imposible separar el aroma de la imagen, nuestro cerebro los identifica al instante. Rincones con un imborrable recuerdo olfativo.

Sevilla tiene un olor especial

Ya dice la canción que Sevilla tiene un color especial. Pero, la capital andaluza también tiene un perfume especial. Cuando la primavera despierta la ciudad se engalana con un aroma que el mundo identifica y las rimas ensalzan. Los naranjos, distribuidos por toda la ciudad, le otorgan su esencia más característica. El dulzor y la fragancia de la flor de azahar aromatizan calles y plazas.

La Alameda de Hércules está “sombreada” por cientos de naranjos. El azahar perfuma el aire de uno de los espacios más transitados por sevillanos y forasteros. Dos grandes columnas, pertenecientes a un templo romano del siglo II, ejercen de pórtico a la entrada de la plaza.

En el otro extremo de la Alameda aparecen dos columnas más, coronadas por dos leones que lucen los escudos de Sevilla y España. En el interior de este gran jardín se esconde un hermoso palacete francés del siglo XIX, la Casa de las Sirenas, hoy convertido en Centro Cívico. Dicen que el hermoso jardín es el más antiguo de Europa.

La Plaza de la iglesia de la Magdalena o las Calles San Pablo y Bailén, salpicadas de restaurantes y tabernas, disfrutan del delicado perfume nocturno del azahar. El mismo aroma que sorprende a los caminantes en las cercanías de la Giralda, el Archivo de Indias y los alrededores de los Reales Alcázares.

Brujas, la ciudad belga que huele a chocolate

La que fuera primera capital de Flandes posee todo el encanto medieval y un aroma inconfundible. Una ciudad de canales, casas estilizadas, tejados escalonados, calles adoquinadas y un suculento olor que recorre el casco antiguo. Decenas de establecimientos incitan al consumo del placer más dulce. Una fiesta para la vista y el olfato.

Brujas ha sido históricamente una ciudad dedicada al comercio. Al final de la Edad Media, la urbe importaba caña de azúcar desde Madeira y, después, los españoles llevaron el cacao. La mezcla de los dos ingredientes convirtió a sus creadores en artífices del más dulce y aromático manjar. Los maestros chocolateros de Brujas continúan preparando sus chocolates con aquella receta clásica, cien por cien manteca de cacao.

Desde entonces, la elaboración artesanal y el buen gusto han contribuido a conseguir los mejores chocolates del mundo, incluso a utilizarlos en terapias y belleza. Ahora, decenas de chocolaterías-boutique prestan su aroma al casco antiguo de la ciudad flamenca y muestran la tentación exquisitamente expuesta en sus escaparates.

Además, un buen número de restaurantes, galardonados por las más prestigiosas guías gastronómicas, ponen toda su creatividad al servicio del dulce. Sofisticación e innovación han convertido a Brujas en el centro mundial de uno de los caprichos más tentadores y aromáticos del planeta.

Estambul con aroma a especias

Dicen que Turquía entera huele a especias. Pero, sin duda, ese olor se concentra en el Bazar Egipcio de Estambul. El nombre hace referencia al antiguo origen de sus mercancías. Desde el siglo XV las especias, hierbas medicinales, ungüentos, perfumes y un sinfín de lujosos artículos llegaban desde la India y el sudeste asiático hasta Egipto y desde allí atravesaban el Mediterráneo hacia Estambul.

Dos siglos más tarde nacía el Bazar de las Especias o Bazar Egipcio. Fue construido al lado de La Nueva Mezquita con el fin de financiar su reconstrucción y su mantenimiento. Es uno de los mercados cubiertos más antiguos de Estambul y el segundo más grande. Seis entradas y más de ochenta tiendas ofrecen olorosas especias y hierba del amor, frutos secos, dulces típicos, esencias, aceites, café turco, mantelerías bordadas a mano, joyas y una gran variedad de productos y artesanía, además de restaurantes en los que se sirve comida tradicional turca.

Estambul, de impresionantes mezquitas como Santa Sofía y la Mezquita Azul, es nexo de unión entre Europa y Asia. Esta ciudad de comercio presume del zoco cubierto más grande del mundo. El Gran Bazar encierra cerca de cuatro mil quinientas tiendas. Entrar por cualquiera de sus doce puertas principales, y veinte secundarias, es adentrarse en un mundo de olores penetrantes, colores brillantes y bullicio inagotable. Un inmenso espacio que huele a cuero curtido, pimienta, canela, azafrán y al humeante té de manzana que los vendedores ofrecen a sus potenciales compradores mientras se ejercitan en el arte ineludible del regateo.

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