Tener tus ahorros en el banco sin darles ningún rendimiento es como ir de rebajas y comprar cosas de nueva temporada, no acaba de tener sentido.
Y cuando digo en el banco, me refiero a tenerlo en la cuenta corriente, sin invertirlo en ningún sitio, porque los productos bancarios sí que están empezando a ofrecer un mínimo de rentabilidad desde que subieron los tipos de interés, y tener tu dinero invertido en ellos también es una opción.
Lo que está claro es que se hace necesario comprar/invertir para ahorrar, o mejor todavía, comprar para ganar, que da más alegría. Aunque es cierto que si la opción elegida es comprar un piso o una casa, los bancos siguen poniendo muchas dificultades para acceder a la financiación que necesitan, al menos, los pequeños compradores.
Principalmente los jóvenes necesitarían un impulso económico mayor, puesto que no han tenido tiempo de ahorrar lo suficiente para hacer frente a la compra de un hogar en el que emanciparse.
Si la hipoteca que les ofrecen cubre tan solo del 70% o el 80% del valor de compra, y hay que sumar a esto impuestos y gastos de compraventa… es imposible que les llegue para afrontar el pago inicial, si no cuentan con una gran ayuda familiar.
No voy a ser el inventor de la bombilla, pero nos debemos plantear que mover el mercado inmobiliario con pequeños compradores sería una medida inteligente, a la vez que necesaria.
Estamos viviendo en un momento donde esta generación tiene peores perspectivas de futuro que las que tenían sus padres, porque no son capaces de acceder a una vivienda.
Debería facilitarse el acceso a una financiación, sensata y controlada, ¡Vale!, pero que permita comprar a los que quieren empezar una vida nueva o a los que quieren asegurarse la vejez.
Mover el mercado inmobiliario con pequeños compradores sería una medida inteligente, a la vez que necesaria, porque sin un coste de dinero público estarían aportando una solución al problema del acceso a la vivienda y, además, sin imposiciones ni límites a la libertad individual.
Incentivar un acceso más flexible a la financiación no sólo significa que haya más compradores, sino que también se puedan reformar más viviendas para ponerlas en el mercado, de venta o de alquiler. Todo el mundo gana. Pero asfixiando y persiguiendo al inversor, grande o pequeño, todo el mundo pierde.
Al final no es cuestión de repartir riqueza ni pobreza, sino de repartir posibilidades de avanzar o crecer. Luego, cada uno con su decisión, optará por invertir o no, por comprar o por alquilar, por una hipoteca o por aumentar su aportación al plan de pensiones, pero podrá elegir.
Aunque a algunos y a algunas les genere urticaria la palabra inversión, les aseguro que puede generar más beneficios sociales que cualquier política intervencionista. Facilitar la financiación puede ser la medida más progresista que se pueda encontrar. No la criminalicen, ¡Poténcienla!