Carlos García, antes de su primer partido del sábado. EE

Carlos García, antes de su primer partido del sábado. EE

Ocio DEPORTE

El asombroso caso de Carlos, un futbolista compulsivo: "Juego 220 partidos al año, estoy en seis equipos a la vez"

Tiene 48 años y disputa hasta cuatro encuentros en un mismo sábado -cinco horas y media jugando-. Aguanta a base de café, plátanos y 'ungüento del tigre'.

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Valencia
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Carlos pide un cortado en un humilde bar junto al Decathlon de Campanar (Valencia). Cuando se marcha el camarero, saca con discreción un plátano del bolsillo. El potasio es su secreto para aguantar la vorágine de partidos que le espera.

Lo ingiere pletórico. Es feliz al proyectar el día de fútbol que tiene por delante. Tras su primer encuentro, el de las nueve, conduce sin descalzarse sus Mizuno para llegar al segundo.

Está empezado cuando llega, pero, según asegura, allí también necesitaban sus goles. "Podría haberme quitado el primero, pero he visto que seguía habiendo un hueco y no he podido evitar apuntarme", relata a EL ESPAÑOL.

Se había apuntado a tres partidos, pero al terminar el último no puede rechazar la oferta de los que juegan a continuación. "Chicos, nos falta uno, ¿alguien puede quedarse a jugar?". Todos sus compañeros declinan la oferta y siguen con sus vidas.

Pero la vida de Carlos García Monteagudo es el pachanguismo. Así lo acreditan sus cifras: "Estoy en seis equipos a la vez. El año pasado jugué 220 partidos y marqué 200 goles, aproximadamente".

Carlos García, en el 7 inicial de uno de sus seis equipos. EE

Carlos García, en el 7 inicial de uno de sus seis equipos. EE

La media es de más de cuatro partidos a la semana, pero en realidad son cinco cada siete días, porque las vacaciones -malditas vacaciones- le privan de jugar al mismo ritmo y le bajan la ratio.

El autor de estas líneas, compañero de Carlos en uno de sus seis equipos, da fe de que sus números, aunque suenen absurdos, son fidedignos.

Hace 17 años empezó a elaborar sus propias estadísticas, y el acumulado es un auténtico despropósito. "He jugado más de 3.000 partidos desde entonces", relata. Se trata de una media de 175 partidos anuales desde 2008.

Cuatro en un sábado

Su récord diario es de cuatro. "Pero lo he hecho varias veces. Siempre así, con un cuarto partido imprevisto. Uno de fútbol 7 de una hora y tres de fútbol 11 de 90 minutos", cuenta. La suma es de 330 minutos, cinco horas y media de juego en un mismo día.

"La última vez llegué muerto al último partido. Estuve a punto de pedir ayuda para ponerme las medias y me dolía la espalda. Pero se me pasó al empezar", rememora. ¿No te lesionas, Carlos? "Pues me duele casi todo, menos cuando estoy jugando", insiste.

Carlos García, en el vestuario. EE

Carlos García, en el vestuario. EE

Lo cierto es que este futbolista compulsivo, de 48 años y fumador, luce six pack y vence al sprint a chavales a los que dobla la edad. "Claro, con tanto partido, estoy en forma", explica.

Por descontado, Carlos no tiene hijos. Bastante tiene con ser el padre de todas las pachangas.

"¡Anda, qué casualidad verte por aquí!" Le dice un chico de otra liguilla al reconocerlo en el polideportivo de Alaquàs. De casualidad, nada, hermano. Lo raro es jugar partidillos en Valencia y no cruzarte con él.

Sus seis equipos

En la actualidad, Carlos García milita en tres equipos de fútbol 7 (en la mencionada pachanga de Campanar y en las liguillas de Alaquàs y Massanassa) y en otros tres equipos de fútbol 11.

Estos tres últimos son el del Colegio de Ingenieros Industriales -él es profesor de Matemáticas, pero qué más da, juegan a fútbol, que es lo importante- el equipo de veteranos de Rafelbunyol y el equipo de veteranos de Serranos, en Valencia. En este último club es en el único en el que está federado.

Los partidos de estos dos últimos equipos se solapan en muchas ocasiones, algo que atormenta sobremanera a Carlos. "Me duele, porque me gustaría jugar los dos, pero es imposible, me toca elegir", lamenta.

Carlos pide insistentemente "una mención especial" para su mujer en este artículo. ¿Qué quieres que digamos de tu mujer? "Nada, que entiende muy bien que necesito jugar porque es lo que me hace feliz". Pues dicho queda. "Ella sabe que soy un enfermo del fútbol".

Carlos García, frente a un cortado. EE

Carlos García, frente a un cortado. EE

Con el balón en juego es eso precisamente lo que transmite. Carlos, un jugador tan rústico como resolutivo, puede chuparse una decena de bolas seguidas hasta saborear en suficiente medida la miel del gol.

Solo entonces emerge un jugador forzadamente generoso, que asiste cuando ya nadie lo esperaba, porque su espíritu, al fin, se encuentra satisfecho.

Jugar y marcar es la energía que mueve su mundo, la que le llevó durante unas vacaciones a colgar en el corcho de un pabellón una suerte de anuncio manuscrito ofreciéndose a desconocidos para jugar.

Nadie le respondió, así que cambió de táctica. Se enteró de la hora a la que jugaban y se presentó allí con camisetas de todos los colores.

Además del café y el plátano, Carlos tiene un segundo ritual. Se unta las piernas desde el primer partido del sábado con "ungüento del tigre", que "solo funciona si crees que funciona".

¿Pero qué es eso? "Nada en concreto, pero sirve para todo". ¿Pero para qué te lo pones tú? "Pues porque da como una especie de calor" ¿Y para qué necesitas ese calor? "No lo sé".