No es fácil ponerle fecha al inicio de un movimiento artístico, ni siquiera al de una corriente cultural. Quizás el año, la estación y, ajustando mucho el tiro, el mes. Pero el día concreto, no. Para eso, se suelen elegir momentos que, sin saberlo, se convierten en clave. En el caso de la Movida madrileña, se eligió el Concierto homenaje a Canito en el Salón de actos de la Escuela de Caminos de Madrid el 9 de febrero de 1980 como punto de partida. Algo así ocurrió en Vigo el 27 de diciembre de 1981.
Comenzaba la década de los 80 y Vigo crecía a la par que lo hacía su industria. La huelga general del año 72 había hecho medrar en la ciudad una conciencia obrera que se reflejaría a lo largo de las siguientes décadas en las reivindicaciones de todos los sectores que potenciaban la economía; desde la automoción hasta el naval y el metal. La crisis azotaba en un escenario gris, donde el desempleo era una de las grandes lacras y la reconversión naval todavía mostraba su cicatriz.
De manera paralela, la música en directo llenaba los pocos locales de la oferta nocturna viguesa. La escena del jazz se desvanecía haciendo hueco al rock en todas sus vertientes, que generó un problema de superpoblación: había más grupos que músicos; lo normal era tocar en más de dos formaciones. Aunque la música moderna ya se había instalado en Vigo desde los años 60, con los grupos ye-yes, pioneros de la música en directo, que aprovechaban el turismo que llegaba en los cruceros al puerto para sacarse algo de dinero y, de paso, ligar con las turistas.
La sala Satchmo en el origen
Antes, como unas cocinas en ebullición preparando el convite, hay que hablar del Satchmo, templo del jazz de finales de los 70. De aquí partiría, sin saberlo, el germen de un movimiento cultural y musical que abarcaría pocos años en el tiempo, pero cuyo legado llega hoy a nuestros días. Al minúsculo escenario de este pub, situado en Joaquín Loriga, hoy desaparecido y sustituido su cartel por el de Vagalume, se subían desde el Grupo Rompente hasta unos chavales de Vigo que se cambiaban de nombre cada vez que actuaban. Entre ellos, ‘Mi carro no me lo robaron que lo presté Blues Band’, por ejemplo.
En el verano de 1981, un accidente de coche cambiará el rumbo de la historia de la música viguesa y nacional. En un Renault 12 familiar, un grupo de jóvenes se trasladan, tras una noche de copas, hasta un chiringuito en Samil para seguir con la fiesta. En la Avenida de Beiramar, la niebla hace que el conductor no vea una valla amarilla situada en medio de la calle. El resultado, seis accidentados; de ellos, dos salen prácticamente ilesos; uno con una rotura de clavícula, y otros dos con dos golpes sin más consecuencias. Al sexto, el peor parado, lo trasladan al hospital para quitarle el bazo.
Tres de los accidentados forman parte de esos jóvenes que se están lanzando a la música como escapatoria a un presente que no augura ningún futuro, porque la ciudad y el país no lo ofrecen, y de los que se subían al escenario del Satchmo con un nombre diferente cada día. Son Julián Hernández, Miguel Costas y Alberto Torrado. Ellos, con el añadido de Germán Coppini, al que conocen en un bar llamado ‘O Cerne da Devoura’ y que tiene otro grupo, ‘Coco y los del 1500’, forman ‘Mari Cruz Soriano y los Que Afinan Su Piano’.
Reixa y el Nadal Rock
No se subió a aquel coche Antón Reixa, el que sería líder de ‘Os Resentidos’, que organizaba un festival de música en el colegio Salesianos. El Nadal Rock tenía invitados de lujo de la época, como Nacha Pop; Reixa invitó a los accidentados, que vieron la luz en el balance de los daños que les pasó la aseguradora tras el accidente: siniestro total. Con ese nombre actuarían en los Salesianos el 27 de diciembre de 1981.
Un cartel de Clint Eastwood fue espectador de lujo de aquella actuación. El propio Reixa fue el encargado de presentar a los recién nombrados como Siniestro Total, que, según dijo, venían de Irán y hacían ‘esquizorock’. Para el concierto, su set list se compone de temas versionados libremente de otros grupos, como ‘Las tetas de mi novia’ (una adaptación de ‘I’m a Rocket’ de Gruppo Sportivo), ‘Hoy voy a asesinarte’ (versión de ‘The life and soul of the party’ de Petula Clark) y ‘Matar jipis en las Cíes’ (basada en ‘Down in the tube station at midnight’, de The Jam).
Reixa fue clave para ese día. Por un lado, les deja el garaje de su padre para ensayar y, por otro, les deja una batería, que tocará Julián Hernández. Miguel Costas será el encargado de la guitarra, Alberto Torrado estará al bajo y Germán Coppini, la voz y el que dará inicio el concierto con un grito atronador.
La batería con la que arranca ‘Matar jipis en las Cíes’ sonó aquel 27 de diciembre de 1981 para, sin saberlo, poner fecha al acta fundacional de la Movida en Vigo y convertirse en el germen tanto del primer disco de la formación, ‘¿Cuándo se come aquí?’, como de un grupo que, cuarenta años después, sigue siendo referencia indispensable de la ciudad.