El joven Rubén Fernández ha decidido "lanzarse a la piscina" con 28 años, en medio de una pandemia y con un producto rompedor: helados que poco se parecen a la vainilla y el chocolate. Alejándose de sabores tradicionales pero conservando la sabiduría de los maestros heladeros, nace Namelaka ("más que cremoso" en japonés), una marca totalmente diferente a lo que hasta ahora habíamos visto.
Desde pequeño trabajó en la pastelería de sus padres, la conocidísima Fiorentina de Cangas, donde aprendió a preparar y amar el dulce a partes iguales. Cuando acabó los estudios obligatorios, cuenta, "ya tenía clarísimo a lo que quería dedicarme: el dulce se me quedó corto y me decidí a aprender a cocinar".
Trabajó en un restaurante de Pontevedra, hizo varios cursos y terminó decantándose por el helado, que ahora es su especialidad. "Estudié y trabajé siempre a la vez, pero acabé decantándome por los postres gracias a varios cursos y un máster en el Basque Culinary Center". Gracias a sus padres, a la escuela vasca y al Instituto Culinario de Galicia, Rubén se atrevió a principios de este año a hacer realidad un proyecto que llevaba tiempo maquinando.
Por eso creó Namelaka, de la fusión entre las raíces pasteleras de Rubén y sus ganas de innovar en un terreno en el que pocos se atreven. Un pequeño local en el centro de Cangas y mucho trabajo para hostelería lo están consolidando como una reputada marca dulce en Galicia. "Solo abro los fines de semana porque es un producto muy específico, mis dulces son caprichos y viene gente de Vigo, de Pontevedra e incluso turistas de fuera de Galicia a probarlos".
De momento trabaja él solo, compartiendo obrador con su padre, pero tiene ganas de crecer y seguir experimentando y espera que el verano le dé un pequeño empujón al negocio.
"Explotó todo y salió Namelaka"
Rubén confiesa que sus recetas nacen "del aburrimiento mezclado con conocimiento": se cansó de los sabores clásicos y decidió darle una vuelta al mundo del helado. "Quería mezclar dulce y salado, en diferentes texturas e incluso jugar con las temperaturas", y así consiguió su particular forma de crear postres.
Para él lo importante es el maridaje, pues "hay sabores salados que quedan muy bien con el dulce y viceversa, yo solo me dedico a buscar ese punto medio". Su helado de cinco quesos, por ejemplo, solo es apto para los más valientes, pero asegura que ha gustado muchísimo a todos los que lo han probado. "Son sabores muy disruptivos, pero Namelaka es para todo el mundo", dice, asegurando que hay muchos que van a su tienda "buscando un helado y acaban llevándose una experiencia".
Dice que no tiene cucuruchos, lo que a los clientes "choca mucho al principio", pero él mismo acaba demostrándoles que sus helados son perfectos para ir en tarrina. "También tenemos el formato Ukiyo, un brioche con carbón activo que pasamos por la plancha: así mezclamos calor y frío, es una forma única de comerse un helado".
En algunas de sus creaciones incluso ha mezclado bebidas con el helado, "porque no hay barreras", y ha logrado que marcas como la Cervexa Nós quieran ser partícipes de esa simbiosis entre tradición e innovación haciendo protagonistas de los helados a sus productos. "Para Nós he hecho varios helados, como el de su Viúva negra con castaña, miel y chocolate, y ahora estoy haciendo unas trufas de Fuck 2020 para conmemorar el premio que acaban de ganar".
También hace pastelería helada, como deliciosas tartaletas o sorprendentes vasitos dulces, "que gustan mucho porque son un formato de helado muy distinto al que estamos acostumbrados a ver". Este heladero no deja de inventar y continúa añadiendo sabores y recetas muy originales a su carta, que por ahora cuenta ya con una veintena de posibilidades de disfrutar del helado como nunca lo habíamos hecho.