La desembocadura del río Miño conforma uno de los tesoros naturales mejor guardados de Galicia. Este enclave que hace sus funciones de frontera natural con Portugal alberga entre sus límites un enorme valor medioambiental y una gran diversidad tanto natural como animal y ornitológica. Con una longitud que roza los 350 kilómetros, el río más largo de la región encuentra su origen en el corazón de la Sierra de Meira (Lugo) y avanza entre llanuras y gargantas por la comarca da Terra Cha y las montañas gallegas del interior antes de adentrarse en la provincia de Pontevedra y la comarca de O Baixo Miño. Lo cierto es que el valor natural de este curso fluvial en todo su recorrido viene acompañado de la inmensa belleza de sus paisajes, en cuyo estuario destacan las zonas intermareales, las marismas saladas y los bancos de arena así como también un buen número de islas fluviales que esconden en su interior una mezcla cautivadora de naturaleza, patrimonio e historia.
El estuario transfronterizo del río Miño se extiende a lo largo de unos 15 kilómetros y alcanza los 2.000 metros de ancho antes de juntar sus aguas con el Atlántico, a la altura del municipio de A Guarda. En todo este trazado que combina los grandes ecosistemas marítimo y fluvial, resulta especialmente llamativa la silueta de unas masas de tierra que emergen desde el río entre los límites gallegos y portugueses a causa de la erosión y sedimentación causada por las fuertes corrientes de agua. De hecho, lo más curioso de este tipo de islas fluviales es que su forma y superficie pueden verse modificadas con mayor frecuencia que otras clases de islas debido a las alteraciones geomorfológicas provocadas por presiones directas o indirectas como las lluvias, crecidas e inundaciones.
En cualquier caso, y al margen de las generalizaciones, en esta ocasión vamos a poner el foco en la historia y naturaleza de este conjunto de islotes que destaca en el horizonte fluvial que forma la desembocadura del río Miño en el sur de Galicia. La realidad es que en tiempos pasados, estos islotes fueron utilizados como asentamientos agrícolas e incluso puntos de encuentro para el estraperlo en A Raia, pues muchos intercambios y pagos fueron llevados a cabo en estas solitarias masas de tierra en mitad del Miño.
Las islas gallegas del estuario del Miño
En el tramo final del Miño, el paisaje ofrece al visitante una curiosa visión de los islotes fluviales que emergen de las aguas de este río transfronterizo. En los límites gallegos, uno de los conjuntos más destacados es el bautizado como islas de la Canosa, un grupo de grandes y pequeñas ínsulas que resultan perfectamente visibles desde rincones como el Monte de Santa Trega. La de mayor superficie de este archipiélago fluvial es la conocida Isla Canosa o Xunqueira, la cual abarca una superfecie de 85,56 hectáreas y hay constancia de existencia desde al menos 1691. En su origen respondía también al nombre de isla de Torreiro y de hecho, la denominación de esta gran masa de tierra provocó durante siglos varias disputas entre Galicia y Portugal, aunque el origen de dichas desavenencias encuentra la explicación más lógica en un posible error de los cartógrafos encargados de llevar a cabo los trabajos previos para la delimitación de la frontera hispano-portuguesa durante el Tratado de Lisboa del año 1864. En el mencionado documento se citó a este gran conjunto en singular, dando a entender que las otras tres ínsulas que rodeaban al islote principal se encontraban en tierra de nadie. Hubo que esperar hasta el año 1897 para que estas fronteras fluviales quedasen por fin aclaradas, dando por fin la titularidad de las cuatro islas a la comunidad gallega.
La más cercana al islote principal es la llamada isla de Vimbres (o Mimbres), también conocida de forma popular como Illa do Grilo e incluso Morraceira do Grilo. Como curiosidad cabe decir que el designio de morraceiras hace referencia a las islas que se forman en esta zona de la desembocadura del Miño debido a la acumulación de sedimientos. La delimitación territorial de esta gran masa de tierra sobre el Miño también dio lugar en el pasado a ciertos desacuerdos, pues la línea imaginaria que marca la frontera con Portugal cruzaba una extremo de la misma. Sin embargo, como apuntamos unas líneas más arriba, los límites impuestos en 1897 dejaron clara la titularidad gallega de la isla de Vimbres.
Por otro lado, ya a la altura del municipio de O Rosal y la parroquia de San Miguel de Tabagón, podremos encontrar la silueta de la isla de Varandas, la cual también recibe el nombre de Morraceira de Varandas e incluso Illa dos Burros. Utilizada históricamente para pastos, este islote fluvial presenta apenas 1,5 kilómetros de largo y cerca de 300 metros de ancho, así como una superficie de 52,88 hectáreas. Además, junto a esta se localiza otra más pequeña y arbolada que recibe el nombre de la isla de Pozas, la cual ronda los 790 metros de largo y unos 240 de ancho. Por último, en el tramo más interior del Miño destaca la silueta de la Morraceira de Seixas o isla Mauricia, que debe su nombre al pueblo portugués frente al cual se encuentra situada. El caso de este pequeño islote internacional resulta muy particular: se formó entre las décadas de los setenta y ochenta, y aunque la mayor parte del mismo está situado en Galicia, cuando la marea baja deja al descubierto una importante lengua de arena que se adentra los límites de Portugal.
Más hacia el interior del curso fluvial, a la altura de la localidad pontevedresa de Tomiño destaca el caso de la isla Vaqueriza, enclavada a la altura de Figueiró y unos metros más arriba del transitado Ponte da Amizade que une Galicia con Portugal. Se trata de una ínsula reducida, de unas 10,19 hectáreas, que apenas alcanza un kilómetro de extremo a extremo y unos 100 metros de ancho. Además, al igual que sucede con el resto de islas fluviales del Miño, sus principales habitantes son las especies aladas que habitan, transitan o nidifican en estos ricos ecosistemas marítimo-fluviales.
La isla del Miño que podría convertirse en un parque de atracciones
En el paisaje del estuario del Miño también destacan varias islas de titularidad portuguesa, entre ellas Isla Boega, situada junto a la ribera de Vila Nova de Cerveira. Es precisamente este islote luso el que podría terminar por convertirse en un nuevo parque temático al más puro estilo de PortAventura gracias a la iniciativa de la promotora BlueCrow Capital en colaboración con Storyland Studios. De hecho, esta última empresa se encuentra especializada en el diseño de experiencias inmersivas en todo el mundo, como es el caso de la famosa recreación del Expreso de Hogwarts en el recinto del parque de Universal Studios de Florida. En el caso del macroproyecto de ocio portugués, presentado ya en la feria IAAPA Expo de Orlando, la idea es transformar las cerca de 50 hectáreas de la isla Boega en uno de los complejos de atracciones más espectaculares de la península e incluso de Europa. Según los detalles desvelados hasta la fecha, el diseño conceptual estaría inspirado en las culturas históricas de Portugal y su vinculación directa con el resto del mundo, desde las antiguas civilizaciones egipcias hasta los elementos de la cultura vikinga o china.