Enmarcado en el extremo suroeste de la provincia de Pontevedra, O Baixo Miño es uno de los destinos más completos y mejor valorados del sur de Galicia debido a su enorme riqueza paisajística y patrimonial. Lo cierto es que este geodestino gallego bañado por las aguas del río Miño y el océano Atlántico presenta un contraste perfecto entre los paisajes marítimos, fluviales y de montaña. Es por ello que cada localidad de la comarca conserva entre sus límites alguna joya de la cultura e historia de Pontevedra, con imprescindibles como el Monte Santa Trega, en A Guarda, o la cima del Monte Aloia ya en tierras de Tui.
Pero más allá de los grandes enclaves naturales de la comarca do Baixo Miño, las faldas del Monte Torroso también esconden en su cumbre más rocosa un singular conjunto artístico y escultórico tallado sobre la piedra de las laderas por diferentes artistas de la zona. Además, esta cordillera montañosa ubicada a medio camino entre los municipios de Oia, A Guarda y O Rosal conforma a su vez un excelente mirador natural con vistas al litoral Atlántico y todo el trazado costero de O Baixo Miño.
Una ruta entre arte y naturaleza
Situadas a más de 350 metros de altitud sobre el nivel del mar, las esculturas del Monte Terroso se encuentran totalmente integradas en el paisaje de la comarca do Baixo Miño desde mediados de la primera década del siglo XXI. La mayoría de estas obras de arte pétreas representan formas zoomórficas, es decir, de animales como tortugas o águilas; aunque la verdad es que también puede observarse alguna que otra figura antropomorfa como es el caso del busto de un ángel cuya mirada se encuentra fija en el horizonte marino.
Cabe destacar asimismo que este singular conjunto escultórico es obra de tres escultores locales que a comienzos de los 2000 impregnaron todo su talento artístico sobre la cima del monte Terroso: Alejandro Durán, Pepe Antúnez Pousa y Félix G. Fidalgo. La mencionada tríada de artístas se valió de las propias rocas dispersas por la zona así como de sus formas y características naturales para dar vida a las distintas esculturas que a día de hoy constituyen una de las rutas más bonitas de O Baixo Miño. Eso sí, el acceso hasta la zona de las esculturas es bastante complicado y es recomendable extremar precauciones e incluso no visitarlo con niños.
Las esculturas se encuentran en un punto clave que ofrece una visión privilegiada de esta comarca gallega, desde las localidades de Oia y A Guarda, pasando por Cabo Silleiro, la desembocadura del Miño y Santa Trega así como un pequeño lateral del archipiélago de las Cíes. Para llegar al enclave en cuestión tendremos que emprender una caminata a pie por pistas de tierra desde el Área Recreativa Cruz da Portela, situada muy cerca del mirador de San Vicente, los petroglifos del Alto da Campana y la Cruz de Portela, cuyo origen se sitúa en el siglo XVII aunque en la actualidad ha tenido que ser sustituida por una moderna.
La ruta avanza paralela al Atlántico hacia el entorno de una pequeña torreta verde que acoge un radar de control marítimo y las antenas de comunicaciones que se enmarcan en el punto más alto del Monte Torroso. Una vez alcanzadas las antenas, tendremos que fijar la vista en un montículo elevado en el lado derecho sobre la altura del camino, pues es en este punto donde se forma un pequeño camino de acceso y descenso al conjunto escultórico.
La riqueza histórica y paisajístico de Torroso
El conjunto escultórico es uno de los elementos más singulares y llamativos del Monte Torroso, pero no es el único. Sin ir más lejos, el entorno de la Cruz de Portela o el mirador de San Vicente son también un buen ejemplo de la riqueza histórica y paisajística del sur de Galicia. En el caso del mirador natural, este se encuentra enmarcado sobre una especie de caseta abandonada que en el pasado fue utilizada para practicar tiro al plato. Además, muy cerca de la antigua barraca de tiro y a tan sólo unos 500 metros desde el inicio de la ruta, se encuentran los ya citados petroglifos del Alto da Campana, una muestra más del importante legado de arte rupestre presente en O Baixo Miño.
Cabe destacar que este conjunto de grabados prehistóricos del Monte Torroso conforma en su mayoría representaciones de círculos y espirales, coviñas, e incluso varios molinos naviculares y formas serpentiformes. El enclave en cuestión parece formar un lugar sagrado, pues varias de las rocas que presiden el lugar se encuentran dispuestas como si de un altar se tratase. De hecho, la huella visible de un profundo surco cuadrangular en una de las rocas hace pensar en la existencia en el pasado de una antigua cruz de piedra que podría haber estado encajada en este punto con el fin de sacralizar el lugar.