Adolfo Pérez Esquivel no es un hombre de Pontevedra. Su origen se sitúa en un punto alejado del mapa; concretamente en Buenos Aires. Sin embargo, su padre, Cándido Pérez González, fue uno de los tantos gallegos emigrados a Latinoamérica.
En 1980, Adolfo Pérez Esquivel fue nombrado Nobel de la Paz. Este galardón reconocía su compromiso activista como secretario general del movimiento cristiano Paz y Justicia, dedicado a la defensa de los derechos humanos en Latinoamérica.
Sin embargo, aunque su faceta de activista es una de las más destacables, el argentino era previamente conocido por su trabajo como artista y escultor. Adolfo Pérez Esquivel se licenció en Bellas Artes y se doctoró en arquitectura y urbanismo.
Explorando sus raíces gallegas
Adolfo Pérez Esquivel nació en 1931 en Buenos Aires y no fue hasta el año 2000 cuando decidió emprender un viaje a España para esclarecer cuál fue la historia de vida de su padre Cándido.
Como cuenta Pérez Esquivel en una entrevista para Carta de España, cuando tenía tres años quedó huérfano de madre y tuvo que ser acogido en el Patronato Español de Buenos Aires, pues su padre no podía mantenerlo.
El activista conservaba pocos datos sobre su progenitor. Sabía que era un emigrante español dedicado al mar y que había realizado varios viajes a España, en concreto a Pontevedra y a Poio. Esta información escasa le permitió establecer un punto de partida para buscar sus orígenes gallegos.
En el año 2000, Adolfo Pérez Esquivel viajó al pueblo de Combarro, el lugar que tal vez había visto nacer a su padre. El trabajo del investigador Lois Pérez Leira, autor de Galegos víctimas do xenocidio arxentino, ayudó al artista a concretar que ese pueblo pontevedrés fue la cuna de su padre.
En esa primera visita, que realizó junto a su mujer Amanda, cuentan que llegó a Combarro con un álbum de fotos bajo el brazo y la intención de conocer quiénes eran sus parientes. El resultado fue toda una sorpresa: un centenar de personas estaban enlazadas a su árbol genealógico. "Esta búsqueda es el resultado del convencimiento de que todos tenemos que volver a nuestros orígenes", declaró Pérez Esquivel a La Voz de Galicia.
El concello de Poio decidió reconocer al premio Nobel de la Paz como hijo adoptivo de la localidad tras su visita. A cambio, Adolfo Pérez comenzó a idear lo que se convertiría en uno de los iconos arquitectónicos del lugar: el parque de la Memoria.
Una oda a la Memoria
El Parque de la Memoria está en A Seca, el área recreativa y natural más grande del municipio, ubicada a unos tres minutos en coche del centro de Combarro. Se inauguró en 2009 tras varios años de planificación. La obra de Adolfo Pérez Esquivel es un culto a la memoria, a la emigración de los cinco continentes y a la paz.
Es un conjunto arquitectónico formado por seis monolitos. Está situado sobre una gran rosa de los vientos y presidido por una escultura en forma de semilla.
Los monolitos se crearon con piedra de granito de una cantera de Lalín. Los encargados de darle forma al diseño de Adolfo Pérez Esquivel fueron los alumnos de la Escola de Canteiros de Poio. En total, el monumento pesa unas 60 toneladas. Dos de esas grandes esculturas pétreas tienen grabados los rostros de Rosalía de Castro, Alexandre Bóveda y Castelao.
La semilla central se trajo directamente desde Argentina. Está compuesta de una fundición de aluminio y su base está cubierta por piezas cerámicas de Sargadelos, diseñadas por el artista Isaac Díaz Pardo.
En las inmediaciones de los monolitos del Parque de A Seca se encuentran varios bancos de piedra, también de la cantera de Lalín, que tienen grabadas citas célebres de otros Nobel de la Paz, como Jose Saramago, Aung San Suu Kyi o Betty Williams.