Cuando te cuidas y disfrutas de tus hábitos te das cuenta de que no sientes la necesidad de hacer un descanso y romper con tus hábitos porque sea verano y estés de vacaciones ya que lo que haces durante el año lo eliges porque te sienta bien y es lo que quieres para ti.
El resultado de los hábitos durante el verano puede ser consecuencia del vínculo con la alimentación durante el resto del año.
Si nos cuidamos desde la rigidez y la restricción, no atendemos a nuestros gustos, preferencias y placer, es muy probable que, en ciertas épocas y antes ciertos planes sociales, se manifieste una ansiedad y deseo más “descontrolado” por comer lo que realmente se considera que hace feliz pudiendo consumir cantidades excesivas, de manera ansiosa y después pueden aparecer sentimientos de culpa, malestar, agobio...
Otra posibilidad es que esa rigidez se mantenga durante el verano y haya frustración por no poder disfrutar y miedo por “romper la dieta”.
En el marco de unos hábitos de vida saludables y sostenibles en el tiempo tiene un papel muy importante la flexibilidad. Gracias a ella podrás disfrutar desde la calma y el placer de ese helado el día que te apetece, de esa cena con amigos, del evento especial, de algún momento de hambre emocional, … Y lo más valioso es hacerlo sin culpa ni miedo. No es lo que abunda en tu alimentación ya que de ser así no sentirías ese bienestar ni tendrías buenos niveles de energía. Al escucharte te das cuenta de lo que necesitas en cada momento y tus señales te guiarán para tomar las mejores decisiones.
Siempre podemos organizarnos y valorar las maravillosas posibilidades para disfrutar de cada época sin renunciar a cuidarnos en el día a día con esa flexibilidad necesaria.
Algunas ideas para disfrutar comiendo de manera más nutritiva en verano:
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Consumir fruta a diario: en bol con yogur natural y frutos secos, triturada en moldes para hacer ricos helados y disfrutar en momentos en los que apetece algo fresquito, batidos con fruta y hielo, brochetas deliciosas, incorporarla frutas en ensaladas...
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Beber suficiente agua. La hidratación es fundamental: beber agua fresquita, dar un toque de sabor con trozos de fruta y hierbas aromáticas, hacer infusiones frías con hielo...
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Preparar una lista de recetas apetecibles para comidas y cenas que encajen en tu rutina en cuanto a tiempo de elaboración y dificultad.
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Comer despacio, con atención plena y disfrutar tanto de la comida nutritiva como de las opciones que eliges con flexibilidad para satisfacer tu hambre de placer, emocional...
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Al salir a tomar algo: elegir qué quieres beber y alternar agua con otras bebidas que te apetezcan pero que no es bueno abusar por alcohol o azúcares.
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Ideas de bebida saludable: agua con gas y rodajas de limón, té con hielo y limón, cerveza sin alcohol, zumo de tomate, batido de frutas con hielo...
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Para el picoteo: elegir si tienes hambre y te apetece realmente. En caso de comer, hazlo con calma y saboreando, no sabe mejor por comer más cantidad. Si hay opciones ricas y sanas, ¿por qué no pedirlas?
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Propuestas para llevar a la playa: fruta fresca troceada, hummus con palitos de hortalizas, gazpacho, ensaladas en bote vertical, frutos secos, sándwich integral de caballa, tomate, canónigos, aguacate y lima...
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Helados: consumo ocasional cuando apetezcan y también la alternativa de hacerlos caseros con fruta, yogur, leche, frutos secos.
Conseguir esto puede llevar tiempo, todo dependerá del punto de partida de cada persona y puede ser importante el soporte y acompañamiento de buenos profesionales. Lo que sí podemos tener claro es que se puede mejorar el vínculo que tenemos con la comida y disfrutar de una alimentación más amable y consciente tanto en verano como en cualquier otra época del año.
Adriana Fernández Vidal
Dietista-Nutricionista
Colegiada GA-049
Especializada en Coaching nutricional y Reeducación alimentaria
Instagram: adriana_nutricion
Web: www.tallerdebienestar.com