La falta de relevo generacional obligará a la emblemática zapatería Escobar de Vigo a bajar la persiana para siempre a finales del próximo mes de marzo. Esta empresa familiar abrió en la ciudad en 1906, cuando Máximo Escobar Gil, un vallisoletano que se afincó en la ciudad olívica, apostó aquí por la venta de calzado.
Escobar comenzó siendo un almacén de venta de calzado, pero también de ropa o juguetes. Sin embargo, pasado poco tiempo, se especializó en lo primero. Para ello, su fundador montó una fábrica de zapatos en la calle Colón, que se cerraría en 1987. Mucho antes, el hijo de Máximo, José, y su mujer, María Dolores, adquirieron otro local -en la década de los 70- para destinarlo a zapatería. Fue en plena Gran Vía. Del mismo modo, Escobar tuvo otra tienda en la zona de Camelias, que abrió sus puertas en los 90 -actualmente solo queda la de Gran Vía-.
Teresa Escobar es la tercera generación de esta familia de zapateros vigueses que, "con el corazón partido", tendrá que cerrar esta etapa. Compaginó su formación, la enfermería, con la venta de calzado, aunque terminó decantándose por lo segundo: "Al principio no tenía plaza, hacía sustituciones. Trabajaba en la sanidad por la mañana y por la tarde venía a la tienda", recuerda Teresa. "Cuando fue que me daban la plaza en el Meixoeiro, pues me decidí por la zapatería. Aposté por el negocio familiar", añade.
A pesar de que Teresa tiene tres hijos, ninguno ha querido dedicarse a perpetuar el legado de Escobar: "Igual me vieron tan sacrificada con el negocio, de esto que no tienes vacaciones apenas ni tiempo libre… Yo creo que ellos dijeron ‘¡esto no es para nosotros!'", cuenta entre risas. "Cogieron otro camino", añade.
El próximo 9 de marzo Teresa cumplirá los 65 y pasará a recuperar el tiempo perdido: Quiere viajar, llevar una vida sana acudiendo con regularidad al gimnasio y hacer los planes que un trabajo de cara al público no siempre le ha permitido. Se irá, eso sí, ofreciendo importantes descuentos para la liquidación de existencias por jubilación. Durarán hasta que acabe el mes: "Me costó. Me costó mucho. Es como tener el corazón partido", reconoce. "Me da mucha pena, pero mis hermanos me animan y la gente que me quiere, me arropa", añade.
En apenas un mes, Teresa se despedirá de varias generaciones de clientes que, en muchos casos, han llegado desde fuera de Vigo: "Tenemos una clientela muy fiel y muy buena. Creo que son más amigos que clientes", explica. "No solo de Vigo, sino de Portugal, Madrid, A Coruña, Ourense, Pontevedra… Por un lado me felicitan, pero, claro, luego me dicen que les da pena. Pero bueno, yo soy de la opinión de que nadie es imprescindible, y que siempre habrá alguien que lo pueda hacer mejor que yo", añade.
A pesar de que no ha encontrado quien la suceda, parece que Teresa no pierde la esperanza de que Escobar pueda seguir siendo una realidad: "Yo si viene alguien no me importaría aleccionarle, desinteresadamente, para que siguiese con un negocio así", concluye sin perder la sonrisa.
Escobar se ha diferenciado por ofrecer, a lo largo de 118 años, zapatos de calidad -piel, suelas de cuero y cosidos a mano- y procedentes de España, Italia, Austria o Alemania. "Algunos de mis clientes me han dicho que tienen zapatos que han comprado aquí desde hace 20 años", confiesa Teresa. Todavía queda una oportunidad para hacerse con un par para, al menos, las dos próximas décadas, aprovechando los precios de la liquidación.