Desde el núcleo de la ciudad Olívica hasta sus áreas de influencia más cercanas, son muchos los hitos arquitectónicos que destacan en el horizonte urbano de esta turística comarca de las Rías Baixas. Sin ir más lejos, el Halo de Vigo se ha convertido en una de las últimas grandes obras dentro de la historia de la ciudad, llegando a atraer a más de 25.000 personas tan sólo en su primer fin de semana operativo. Podría dercirse, de hecho, que esta colosal infraestructura de comunicación urbana enmarcada dentro del Vigo Vertical ya forma parte de los éxitos constructivos de la urbe gallega. No obstante, son muchos otros los proyectos que nunca llegaron a ver la luz o se quedaron en simples promesas electorales. En el imaginario colectivo vigués todavía resuena el quimérico macroproyecto de ocio de un parque temático proyectado para el entorno del monte Vixiador y que en aquellas últimas décadas de los noventa había sido bautizado como La Colina Encantada.
La historia de este parque temático que nunca fue empezó a escribirse al compás de unas elecciones municipales celebradas en el Vigo de 1995. Lo cierto es que La Colina Encantada fue uno de los estandartes electorales más destacados dentro del programa del Partido Popular de Vigo para aquellas urnas: "El Port Aventura de Vigo", llegó a decirse sobre este sueño utópico convertido con el paso del tiempo en un verdadero clásico de las hemerotecas y la arquitectura no construida. En cualquier caso, lo que sí llegó a hacerse realidad fue una versión a pequeña escala de aquel parque temático que pretendía recrear una antigua villa medieval: una extraordinaria maqueta junto a la cual llegó a fotografiarse el por aquel entonces presidente de la Xunta de Galicia, Manuel Fraga.
¿Cómo hubiese sido la realidad de "La Colina Encantada"?
En 1995, el Partido Popular consiguió uno de los mejores resultados de su historia en la ciudad Olívica. Con un amplio margen para el gobierno, los populares de Manuel Pérez alcanzaron en aquellas municipales 15 de los 27 concejales que presentaba el ayuntamiento tras varios mandatos seguidos de manos de los socialistas. Como decíamos, en el programa de la victoria del Partido Popular de mediados de los noventa se incluía un macroproyecto que hubiese convertido a Vigo en el gran centro de ocio de Galicia. En el ideario constructivo de La Colina Encantada, los planos proyectados plasmaban sobre el papel un mundo medieval en 200 mil metros cuadrados que se enmarcaban en plena parroquia de Candeán. El citado parque forestal del Vixiador, situado a las afueras de la metrópolis, pretendía ser el escenario de media docena de espacios temáticos vinculados a una villa medieval de cartón piedra, con castillos y mercados de época poblados por curiosos personajes como rufianes y hechiceros.
Por aquel entonces el proyecto del parque temático vigués planteaba una gigantesca inversión de unos 12.000 millones de pesetas para un plazo de ejecución de 25 meses que, según los estudios y estimaciones iniciales del partido, hubiesen creado cerca de 3.000 empleos. Aquella fantasía medieval hecha parque de atracciones en Vigo tenía previsto recibir cerca de 1.500.000 personas cada año, para lo cual también se había proyectado la creación de una amplia zona de aparcamiento de más de 15,3 hectáreas de terreno. La realidad, pese a todo, es que el sueño de este macroespacio de ocio se fue difuminando poco a poco, pues la idea no encontró en su camino a ninguna empresa interesada en asumir la financiación.
Otros proyectos fantasma en Vigo y sus alrededores
A pesar de que el sueño de La Colina Encantada no pudo hacerse nunca realidad, lo cierto es que la ciudad viguesa sí que llegó a contar con su propio parque de atracciones, el único además que existió en toda Galicia. En el año 1998 el Pluton Park abrió sus puertas en las inmediaciones del aeropuerto, dentro de los límites del municipio de Mos. Este espacio de ocio para toda la familia apenas logró sobrevivir cuatro años en la historia de comarca viguesa, pues las pérdidas acumuladas fruto de los elevados costes de mantenimiento y la escasa afluencia de público provocaron su cierre en julio de 2002. Algo similar ocurrió en el caso del Jungle Park ubicado en la finca del conde de Aldán. Un visto y no visto de un proyecto de ocio y aventura que comenzó y terminó su desafortunada andadura en el verano de 1996. El recinto ocupaba una superficie de 56.000 metros cuadrados con todo tipo de áreas temáticas que tenían como base los juegos de guerra como el paintball. En el caso particular de esta especie de campo de batalla, el principal motivo de su cese fue el haber carecido de licencia durante sus meses de funcionamiento.