Castella es un torero querido en esta plaza. El bombo lo emparejó con la ganadería que mejor le ha funcionado últimamente en Las Ventas. Mantener el amor es tan bonito. ¡Hoy era día de bombo! Hemos gastado muchas horas hablando del experimento de Simón Casas, borrado por el trote de la feria. Nada especial, más allá de los enfoques, la envoltura, las medias verdades. La jugada fue redonda para el vagón de cola de las figuras, repartidas las casualidades, protagonistas otra vez de San Isidro. Aquel día, con la autoridad golpeando las bolas de plástico, se agotó la suerte de Castella. Si le sale encima otro Hebrea hablaríamos de brujería. Que embista la corrida que le tocó en el bombo, que, además, es la que habría elegido si hubiera rechazado el sorteo. Habría que juntar las fuerzas de David Mora, El Cid y López Simón para invocar esa cantidad industrial de suerte.

Regateaba el segundo los chismes, sobre todo en la distancia media. A Castella intentó esquivarle el capote, apoyando las manos antes de meter la cara. Era un toro bueno sin ser un bellezón. Como si Brad Pitt no tuviera conversación. Quizá un poco alto. La reunión fue genuflexa, parpadeaban los oles hasta que se encendieron. Cogió al caballo por detrás. Luego, le buscó al peto la ventana, cacheándolo como si escondiera una petaca. La faena se quebró al natural. Iba ascendiendo, tocando techo en el muletazo que surgió despacio en dos tiempos. Rompieron los partidarios

Sin atosigarlo lo enganchaba Castella, fácil, solvente, aséptico. Humillaba el toro sin romperse y ese fue el tono de la faena. Al natural quedaba descolocado el matador, más parado el jandilla. Los reproches llovieron. La faena transcurrió siempre en el mismo espacio de albero: quedó la tierra como el apeadero de un saloon. Quiso acortar las distancias Castella y por un momento pensamos que no se iba a ir nunca a por la espada. Entró el acero a medias mientras silbaba el aviso.

Castella siempre le da a Madrid lo que Madrid espera de él. En las relaciones a veces no hay que inventar mucho. El cambiado por la espalda es el fallo en nuestro Matrix, conocer otra vez a la mujer de tu vida, el gif para resumir los últimos 10 años de la trayectoria del francés en el Foro. Ya he escrito Foro, para que luego me digan millennial. ¿Qué será lo próximo? ¿Cantarle barroquismos al emérito? No hubo sorpresas: derrapó el toro cerca del torero persiguiendo la muleta oscilante. No te vayas de Las Ventas sin ver a Castella cambiarse al toro por la espalda, le decían a unos noruegos que comían jamón en el palco vip. Tenía más chispa este jandilla. No se rebozaba, había que llevarlo. Revolvía el toro el palmo de terreno que eligió el francés, siempre tan tacaño con las distancias cuando torea en redondo. La faena despegó en un cambio de mano, templando los derrotes lanzados a la tela, para planear hasta el suelo en cuanto un natural no fue limpio. Lo quería por abajo: se paró el toro al coger la presa. Castella remó, empleándose con los fogonazos de embestida. Derretida la faena, el toro mantenía ese reprís, no sé si era genio bueno o bravura mala: para mí que aún le quedaron dos o tres muletazos por rebañar. Pero al francés se le acabó el pan. La espada buscó la penca del rabo.

Reinete traía la cara perfecta para decorar la finca. Un poco acodados los pitones, giraban hacia arriba colocándole la buena expresión por delante de las hechuras cinceladas, bajo, con las manos cortas. Bizco del izquierdo, ideal para que los banderilleros viejos dibujaran con los brazos el recorrido sinuoso de las ramas afiladas en la habitación del hotel por la mañana. "¿Cómo es el toro?". "Así”, con la voz de Juan Montiel. Quería quitarse la muleta, con desgana, Reinete. Las hechuras escondían un toro ciudad dormitorio: de lejos parecía cómodo, pero una vez dentro era un auténtico coñazo. Como vivir en una urbanización de Valdebebas. Gazapeaba perezoso, tratando de anticiparse a Emilio de Justo, que se desenvolvió bien con la embestida suelta. Lanzaba la cara Reinete, para apartar el mundo, que se le venía encima. Al natural tiró bien Emilio de Justo, planchada la muleta. De vuelta a la derecha lo encontró un gañafon como una bala perdida. Reinete fue un charco para el buen momento del matador. Otra cosa fue la espada.

Trincherilla de Emilio de Justo Plaza 1

Con el quinto no hubo forma. Al toro le gustaba el palillo como a mí los Frigopiés. Algo vio en esas alturas. Fue imposible convencerlo de otra cosa. Crecía el vegahermosa desde la badana, despegado del suelo. Emilio de Justo dio la cara en el primer encontronazo contra el sorteo: él dijo que no. Se jugará la apuesta con Baltasar Ibán y Victorino.

Ángel Téllez hizo un quite a su toro pasando la mano por el lomo de espinas. Las saltilleras tocaron los ojos lanzada la vagoneta. Fue bueno el remate, como la media al toro de Castella. Brindó al público. Esperaba el colorao bien hecho, guardado como salvavidas. Se tiraba recto como el resto de la corrida. De rodillas, estalló un crujido: era el palillo, revuelto el matador por el albero. Se puso de pie. El toro no decía nada. Trataba de acoger la embestida aburrida, pegada a los flecos. ¿Quién podía reprocharle estar un rato más en la cara? La burocracia mandó una indirecta: aviso cuando se volvía a cruzar. La ceremonia de confirmación se cerró con un apretón de manos, ceñidos los hombres al traje de luces que entorpece los abrazos. En todas queda la misma incógnita: ¿adónde irá ese muchacho? El jandilla era un toro vacío, hueco. La calamidad ni siquiera era especialmente bonita. Téllez quiso rellenarlo, tratando de darle contenido a la meta volante de su trayectoria. No mereció el toro tanta sinceridad.



Natural de Ángel Téllez al vacío primer jandilla Plaza 1

FICHA DEL FESTEJO





Monumental de las Ventas. Viernes, 23 de mayo de 2019. Décima de feria. Casi lleno. Toros de Jandilla, 1º orientado, se dejó el 2º, orientado y soso el 3º, con genio el 4º, 6º vacío y un 5º de Vegahermosa que no humilló.

Sebastián Castella, de lila y oro. Medio espadazo algo atravesado. Aviso (palmas). En el cuarto, media estocada muy trasera. Aviso (silencio).

Emilio de Justo, de grana y oro. Dos pinchazos y espadazo arriba (silencio). En el quinto, espadazo algo caído (silencio).

Ángel Téllez, de tabaco y oro. En el de la confirmación, pinchazo arriba y buena estocada (silencio). En el sexto, buena estocada. Aviso (silencio).