Bolívar toreó erguido a la verónica. Chupetero tenía más aristas. Desde los pitones, en su expresión había otro color. Humilló con intensidad. Bolívar lo puso largo al caballo pero Félix Majada no lo agarró bien —rectificó tres veces— y luego se le escurrió el palo. Chupetero empujó sin oposición, se desentendía al rato. Hubo dudas sobre si hacerle el quite o no. Los riñones los metió un poco. Al picador le aplaudieron y eso a lo mejor le confunde. Sí estuvieron muy bien Gustavo García en la lidia y Fernando Sánchez, que es buen banderillero cuando despeja esa torería de porcelana: saludó una ovación con el público en pie.

El toro marcó el pitón izquierdo. Bolívar buscó la mano derecha tras el brindis al público. Eso provocó que se rebajara el ambiente. Al natural embestía Chupetero con un temple hipnotizante y un ritmo al paso. Los dos primeros naturales dejaron un buen sabor de boca. Hacía falta ligar, Bolívar lo hizo en la segunda serie. Entró el público. Bolívar toreaba suave, con la velocidad en la palma. A Chupetero el fondo se le acababa, salía a su aire del muletazo y el matador trataba de tapar ese defecto. La faena no remontó lo suficiente. Y en la última parte hubo indefinición. Un incapaz —seguro que insulta en Twitter con faltas de ortografía— le gritó al matador "qué malo eres". Bolívar se precipitó por detrás del morrillo logrando una gran estocada. A los menores así siempre los callan, aunque haya que dejarse la vida.

Fue el toro con más posibilidades de una corrida que entre unas cosas y otras fluyó. Más sosos, duros o apagados, hubo claros en las embestidas. La dureza de Caluroso fue maná después del suceso del lunes. Parecía un toro de bandera, a pesar de las incertidumbres, por culpa del hedor que flotaba todavía en el ambiente. En la feria de los inicios de faena, Rafaelillo tuvo el suyo: la potencia del primero de José Escolar no daba para mucho. Los doblones rompieron y bajaron casi al mismo tiempo. Rafaelillo intentó anticiparse de pie. El toro sabía lo que sostenía la muleta; agazapado, duro, y sostenido por las manos, girando sobre ellas. Había emoción por lo reservón. Rafaelillo anduvo ligero de piernas cuando la soga le rodeaba el pescuezo.

Los tres matadores sumaban varios años de alternativa. A Robleño —enjuto, afilado— se le notó el poso de la profesión. El segundo toro era aerodinámico, con cuello y perfil para usar los prismáticos. Las curvas de su anatomía eran suaves. Por atrás se perdía. Fue protestado con sutileza. Se le intuía suavidad por el pitón derecho. Tampoco estaba sobrado de fuerza. Robleño lo entendió perfecto. En su distancia, arrebatándole un tramo más de embestida. La mejor tanda fue al natural. Me gusta cuando se abren los vuelos, se ve el forro y se queda ahí puesta para tirar del toro. El espacio era mínimo, trastabilló Robleño y el toro, oliéndole los pies, no quiso arrastrarlo hacia el tenebroso fondo de la enfermeria. Luego, hubo destellos con la derecha. Saludó una ovación muy torera.

Buen derechazo de Robleño Plaza 1

El viento se la jugó a Bolívar en el tercero. Quiso cambiar de dirección y una ventolera abrió la vela del capote en toda su extensión. El soplido enseñó otro camino, por ahí se tiró Diputado. Le costó ir al caballo. Muy blando, como si apoyara sobre un colchón de agua. Otro toro medido, más amplio por delante. Bolívar toreó al natural bien. Mejor la primera serie, cuando no trató mal al toro. El toque suave. Diputado iba a su aire, sin decir nada, y pronto volvió la faena a cero.

Bamboleó los brazos Robleño frente al quinto con las piernas flexionadas. La tauromaquia clásica se abre paso siempre. Las vueltas moradas le dan un aire de leyenda. La cara del toro era reducida, quizá una de las más pobres de pitones de la feria. Había cumplido los años en enero y tenía un trapío adolescente. Sacó genio. Un berrinche por la derecha, tembloroso y frenético, que trató de encauzar Robleño sin resultado. Se tiró directo a la paletilla.

Las hechuras del cuarto me recordaron a Randalf el de La banda del patio. Espigado, encogía el cuello y daba la impresión de crear una chepa antes de la chepa oficial —el morrillo—. Por alguna razón, Rafaelillo iba a mil por hora. No se aclaraba: en línea recta mejor; hasta atrás protestaba el toro. Ahí se empeñó. Con la derecha buscó el cuerpo a cuerpo. Se agarra el murciano a sus oponentes como los boxeadores cansados. Las faenas tienen siempre la sombra del borrón.





FICHA DEL FESTEJO





Monumental de las Ventas. Martes, 5 de junio de 2018. Vigésimo octava de feria. Media entrada. Toros de José Escolar, 1º reservón, 2º templado y sin fuerza, descastado 3º, 4º suave, 5º sin fondo, 6º con ritmo que no duró.

Rafaelillo, de nazareno y oro. Tres pinchazos y una estocada entera (silencio). En el cuarto, pinchazo, estocada caída. Un descabello (pitos).

Fernando Robleño, de sangre de toro y oro. Espadazo casi entero algo delantero. Dos descabellos (ovación). En el quinto, espadazo en los bajos. Cuatro descabellos (silencio).

Luis Bolívar, de azul marino y oro. Espadazo bajo (silencio). En el sexto, gran estocada. Cuatro descabellos (silencio).