La corrida de Alcurrucén se lo tragó todo. Amarrada en sí misma. Ensimismada. Guardaron cristales algunos, metralla con silenciador. Si salen con poder, cambia la cosa. Los toreros tragaron tela. Una moruchada en toda regla. Ni uno se rompió. Bueno, el tercero un poco. Le tocó a Rubén Pinar. La última referencia en una plaza de entidad de este torero fue en Madrid, con la corrida de Cuadri. Pinar, el torero local de la Feria de Albacete, llegaba con la necesidad de que pasara algo. Se lanzó con las verónicas a pies juntos. Galleó por chicuelinas. También quitó por altaneras. El inicio de faena fue por banderas, relajado el matador. Obtuvo ligero la velocidad del toro. Había celo en la embestida por el lado derecho, más descompuesto. Corrió la mano Rubén Pinar con limpieza, sin dejarse tocar la embestida. El toro iba con ímpetu.

Lo mejor llegó al natural. Hubo más reposo en Pinar. El alcurrucén también embistió con otra profundidad. Mejor, vaya. Hubo pausa, ritmo y cadencia. La muleta bien puesta delante. El toro agradeció el trato y sacó cierto fondo. Quizá se salía del final. Allí también fue Pinar, ganando esos pasos de menos. Se quedaba para ligar el de pecho. La gente también respondía. Mató bien, empujando la espada hasta abajo. El toro no acusó el cañonazo y tuvo que descabellar. A la primera también. Cortó dos orejas.

El sexto tenía un valle en la columna. El listón más claro se hundía. Eso, además de lo fino y suelto, le daba un aire raro. Perfil de feria de ganado sin kilos. Anclado en las manos, huyó del capote de Pinar. Lo mismo que del caballo. No quería cuentas. Había un muro en la cal para él. Cuando se quedaron a solas, hubo una batalla soterrada entre él y el torero. Las miradas a la taleguilla encontraron disposición. No acudía al cite pero sí caminaba si no veía muleta. Rubén Pinar tocaba fuerte y con firmeza. No humillaba, se quedaba encima. Una cosa. Hizo de la muleta trinchera Pinar. Le buscó las vueltas y robó dos tandas con mérito. A pesar del pinchazo, la petición cuajó en la tercera oreja.

Se quedaron sin remate las verónicas de Ureña. Su quite anterior por chicuelinas fue ceñido. Con el quinto se estiró sacando los brazos. Murió en la segunda raya el saludo sin cerrar. Con la muleta hubo un atisbo de intensidad en los estatuarios. Luego, la faena de metraje largo tuvo dos fases. En la primera, el toro se llegó a rajar. Le obligaba Ureña por abajo y no respondía. Después se asentó un poco. Lo aprovechó el murciano para exprimirlo, tanto, que le llegó el aviso toreando. Intentó torear por las dos manos hasta la extenuación. Disposición toda en su presentación.

Alargó mucho la faena Ureña al colorao segundo. Hasta los dos avisos se fue. Este alcurrucén era muy bonito. Cerrado de pitones, estrecho de sienes. Las puntas se cerraban en la testuz del colorao. Se frenó de los capotes. Un bufido y cara arriba. No pasaba. En la muleta igual. Se salió Ureña con él. Buscó mucho. Apenas logró convencerlo. Parado, se lo pensaba mucho. Aquellos frenazos volvieron en mitad de un muletazo. Ureña se cruzaba al pitón contrario. El toro hacia una cosa extraña: la muleta no lo soliviantaba, cualquier gesto sí. Como desconfiado. No se asentó nunca. Insistió Ureña colocándose. Algún natural sacó. Poco, en realidad, para el tiempo invertido. Pinchó tres veces antes de la estocada definitiva.

Vaya lío se hicieron en la lidia del cuarto. Todos los subalternos, más el matador, lo esperaron abiertos como una baraja en el tercio. Emplazado, el toro no se decidía por nadie. Al final, fue Ángel Otero quien lo paró. Antes, había pasado por la jurisdicción de David Mora, molestado por el aire, sacudido por todos los elementos. A regañadientes, acudió al caballo. Esperó a los banderilleros con la cara arriba.

Ni siquiera humilló en los doblones. A Mora le sorprendió una vez. La primera tanda con la derecha no tuvo acople, un baile sin compás, arbitrario. La faena tenía ese aire, desequilibrada. Frágil. El toro no pasaba. Morucho perdido. Bajo los vuelos se quedaba. En un natural no se quitó el matador, rebañó el alcurrucén y lo levantó del suelo. El pitonazo lo elevó como un globo de helio y cayó con todo su peso sobre la cintura. El recuerdo de la pierna jodida, los nervios reenganchados, al asalto. Quedó tendido en el suelo. El toro no hizo nada por él. Se levantó electrificado por el dolor, cojeando. Entró a matar muy jodido. Metió la mano con habilidad.

Había una expectación en el ruedo por ver cómo iba a desembocar el primer alcurrucén. Al toro se le dio toda la confianza del mundo. La pompa se fue hinchando conforme pasaba la lidia. En el capote no se aclaraba, en el caballo sin más. Un tornillazo al banderillero. Deshinchó la burbuja en cuanto acudió a la muleta. Se daba la vuelta del revés. Tuvo intención de torear desde el inicio David Mora. Muy vertical al natural. Poco más. Miraba al matador, que también bregaba con el aire. Todo muy desagradable. Tan deslucido. David Mora se fue a por la espada. El toro recibió el frío del acero con un testarazo, tropezando David Mora con él, saliendo vendido del trance. Hasta el final, un mal rato.

ALCURRUCÉN/ David Mora, Paco Ureño y Rubén Pinar

Plaza de toros de Albacete. Miércoles, 14 de septiembre de 2016. Séptima de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Alcurrucén, deslucido 1º, un mulo el 2º, 3º con celo, 4º morucho, un 5º rajado, no se entregó el 6º.

David Mora, de rosa y oro. Estocada desprendida (silencio). Espadazo (silencio).

Paco Ureña, de azul pavo y oro. Pinchazo arriba, pinchazo, pinchazo hondo y espadazo tendido casi entero. Dos avisos (saludos). En el quinto, pinchazo y espadazo algo caído (silencio).

Rubén Pinar, azul eléctrico y oro. Buena estocada. Un descabello. Aviso (dos orejas). En el sexto, pinchazo y estocada entera (oreja).

PARTE MÉDICO DAVID MORA

Cornada interna con rotura muscular de siete centímetros en la parte trasera del muslo izquierdo. Pendiente de revisión radiológica en centro hospitalario.

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