La leche es un alimento fundamental en la dieta diaria de cada persona. Además de que proporciona un alto contenido de calcio, aporta muchos nutrientes, proteínas y azúcares importantes para el organismo. Sin embargo, su buena conservación es fundamental porque tomarla en mal estado puede suponer un serio riesgo para nuestra salud e, incluso, causarnos una intoxicación alimentaria. Por eso, debemos tener en cuenta las características que nos indican que es mejor no tomarla porque está mala.
En primer lugar, la leche siempre debe conservarse en un lugar fresco y seco. Aunque, puede ser que, si se nos ha olvidado meterla en la nevera y no ha pasado mucho tiempo, no se haya puesto todavía mala. Si se da este caso, debemos fijarnos en las siguientes características:
Es importante oler la leche antes de consumirla. Al oler una leche fresca y bien conservada no debería venir a nuestro olfato un olor desagradable y ácido porque si lo hace, significa que la leche está en mal estado y debemos tirarla cuanto antes. También, se puede utilizar la técnica de su textura. Para ello, debemos verter la leche en un vaso transparente y observar con detenimiento su estado: si tiene una textura suave, consistente, y libre de grumos es que está buena. Si no, ya sabemos que puede estar en mal estado.
Otra de las opciones recae en observar su color. La leche es blanca y si presenta unos toques amarillentos o beige es que no está buena y lo mejor es que, te abras un envase nuevo. Lo mismo pasa con la fecha de caducidad porque los expertos recomiendan no consumirla si se ha pasado de fecha, aunque haya sido solo por tres días.
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