La reina del reciclaje de Gambia que hizo del plástico una forma de empoderar a las mujeres

Isatou Ceesay creó en 1997 un centro de reciclaje pionero para convertir en accesorios las bolsas de plástico que saturaban los vertederos. Entonces sólo cinco mujeres se unieron a ella, pero su iniciativa alcanza ahora a todo el país.

La llaman la reina del reciclaje y reconoce llevar con honor este título. Isatou Ceesay asegura haber encontrado su sitio “entre la basura”, porque donde otros solo veían desechos, hace casi tres décadas ella fue capaz de ver una oportunidad en el reciclaje del plástico.

Nació en una familia de refugiados de Mali en el pequeño pueblo de Njau, en Gambia, una condición que marcó su infancia de dificultades. Su padre falleció cuando solo era una adolescente y su madre tuvo que sortear todo tipo de obstáculos para que Isatou y sus hermanos continuaran estudiando. En un golpe de suerte, en su camino se cruzó el Cuerpo de Paz (Peace Corps), la organización de voluntariado estadounidense, que en aquel momento se había establecido en la región para colaborar con el gobierno local y apoyar la economía de las comunidades rurales del país.

Ella les enseñaba su idioma (el mandinká). A cambio, obtenía un pequeño sueldo y una nueva ocasión de volver a formarse. Junto a estos voluntarios, cuenta Ceesay, “es donde aprendí sobre el medioambiente. Asistí a una capacitación sobre gestión de residuos durante una semana. Al final, nos enviaron a elegir un objeto que creyéramos que era un problema. No puedo explicar por qué, pero elegí una bolsa de plástico. Acepté el plástico como tarea y traté de encontrar una solución”, rememora.

La idea que dio comienzo al reciclaje en Gambia

Con este propósito fundó en 1997, a los 25 años, el Centro de Reciclaje de Njau. “Se me ocurrió la idea de tejer los plásticos y crear con ellos productos como bolsos o carteras. Muchas personas pensaban que no funcionaría y cuando empecé a trabajar en ello solo cinco mujeres se interesaron”. En ese momento, admite, “ni siquiera mi madre estaba contenta de que hiciera ese trabajo”.

No era la única. En su comunidad, cuenta Ceesay, “pensaban que no les respetaba, que no era un buen trabajo, no era algo que una mujer debía hacer”, porque para fabricar los accesorios, tenía que acudir a los vertederos y recuperar las bolsas de plástico de entre la basura.

Pero el trabajo de Ceesay y las otras cinco mujeres iba dando sus frutos y cada vez eran más las que se acercaban al centro. Les enseñó a trabajar con los residuos que se acumulaban sin restricción en sus aldeas y de los ingresos que sacaban con la venta de sus elaboraciones, destinaban una pequeña parte a reinvertir en el desarrollo del centro. El resto constituía el sueldo que las mujeres podían llevar de vuelta a su hogar. Así, explica Ceesay, es como “empiezan a ahorrar dinero y se dan cuenta de que ahora pueden ayudar a la comunidad y apoyar a sus familias en el futuro. Ese es el momento en el que la gente empieza a venir”.

El proyecto creció y se transformó en Women’s Initiative Gambia (WIG), una ONG que ha ayudado al empoderamiento económico de cientos de mujeres de escasos recursos de Gambia mediante iniciativas sostenibles como el reciclaje. La organización cuenta ahora con cerca de 12.000 mujeres en todo el país que se benefician de sus diferentes proyectos.

Hace tiempo, se implementaron nuevas iniciativas además del reciclaje del plástico. Estas incluyen, por ejemplo, la fabricación de carbón vegetal a partir de desechos biológicos, como cáscaras de coco, hojas o cacahuetes. Las briquetas obtenidas se comercializan después para su uso en las cocinas.

Las iniciativas impulsadas por Ceesay han recibido el apoyo de Fundación Banco Santander a través de BEST Africa, que ofrece respaldo técnico y económico a emprendimientos liderados por mujeres. La organización, con la colaboración de GTHI (Gambia Tourism and Hospitality Institute de Gambia), ha ayudado a impulsar la venta de los artículos de regalo elaborados con plástico reciclado y de carbón ecológico en hoteles y restaurantes de la costa de Gambia.

El poder de la educación

Gambia, el país más pequeño de África continental, está siendo devorado por el plástico. Según informa la ONG Common Seas, en 2021 se generaron aproximadamente 23.000 toneladas de desechos plásticos, de las cuales el 75% se filtraron al medio ambiente. Sin intervención, se estima que en los próximos años este tipo de residuos aumente un 42%. Ante esta situación, muchas comunidades se ven forzadas a quemar los desechos o abrir vertederos informales, algo que Ceesay ya vivió en primera persona desde muy joven.

Cuidar su entorno se volvió su prioridad y pronto encontró en la enseñanza una poderosa herramienta para la concienciación y el empoderamiento de las mujeres de su comunidad. A través de WIG, “reciben educación para que conozcan los efectos secundarios del plástico y también de la importancia de una gestión adecuada de los residuos”, declara Ceesay, pero “también aprenden sobre independencia, porque cuando fabrican los productos y los venden, el dinero vuelve a ellas y pueden tomar decisiones sobre el dinero que reciben”.

Esto, continúa la activista, “da valor a las mujeres porque antes tenían que depender de sus maridos, pero ahora aprenden sobre el equilibrio de género. Ahora tienen dinero, son ellas las que lo administran y eso trae respeto entre ellas y sus maridos”.

En sus inicios, Ceesay tuvo que enfrentarse al desconocimiento de sus vecinos, pero supo transformarlo en una oportunidad de educar a su comunidad en la importancia del reciclaje: “Quienquiera que sea negativo sobre lo que estoy haciendo, me concentro en ayudarles a entender, porque si no lo entienden nunca estarán conmigo. Pero mientras me ocupe de esos desafíos, yo lo llamo éxito”, subraya.

A través de WIG, la activista trata de unificar fuerzas entre las comunidades locales y los gobiernos para hacer frente a los desafíos del cambio climático en Gambia: “Mi objetivo es crear redes, educar a las comunidades y educar a las jóvenes. La razón por la que me concentro en la educación es porque, en cualquier desarrollo que se esté realizando en el mundo, si las personas no reciben educación no pueden empoderarse”.

En cuanto al medioambiente, continúa, “quiero que la gente comprenda que es nuestra vida. Y sin un medioambiente mejor, la próxima generación sufrirá”. Ceesay insiste especialmente en la formación de los más jóvenes, porque “son nuestros futuros líderes y necesitan estar preparados. Por eso quiero dedicar mi energía a la próxima generación y educarlos sobre sus responsabilidades con la comunidad”.

A sus 53 años, la energía de Ceesay por limpiar de plásticos su país no ha decaído. Reconoce que sigue “fascinada” por los residuos: “Tengo muchas ideas al respecto y siempre estoy participando. Estoy muy orgullosa de ser la reina del plástico porque ahí es donde me siento realizada”.

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