Las “largas estancias en los hospitales” es lo que más afecta a los niños y adolescentes a los que se les diagnostica cáncer. Al menos, así lo asegura Luz, una de las trabajadoras sociales encargada del proyecto Siente y sonríe: atención psicológica y socioeconómica en oncología pediátrica, desarrollado por la Asociación de Ayuda a Niños Oncológicos de Galicia (Asanog) y beneficiario de la XI Convocatoria Anual de Ayudas a Proyectos de Acción Social de Fundación Mutua Madrileña.
“A los adolescentes, por el momento de la vida y del desarrollo en el que están, el cáncer les golpea más duro”, explica su compañero, Fran, también trabajador social en Asanog. Ellos están acostumbrados a trabajar con todas las franjas de edades. Y reconoce que “los niños nos dan una lección de vida cada día”.
Porque, insiste Fran, cuando les visitan “nunca se quejan, siempre están abiertos a jugar, a hablar…”. Y confiesa: “Si a mí me diesen un diagnóstico así, seguro que no me lo tomaría tan bien”. Aunque, reconoce que los adolescentes, por ejemplo, “al entender lo que significa la palabra cáncer, no son tan receptivos”.
Tratamientos intensivos y prolongados
“Lo primero que tenemos que dejar claro es que cuando hablamos de tratamiento de cáncer infantil estamos hablando de un tratamiento bastante intensivo, prolongado y complejo”, explica Fran. Las vidas de los niños y sus familias cambia, de golpe, por completo.
Por eso, añade Luz, “la consecuencia más frecuente suele ser la aparición de trastornos emocionales”. A estos, indica su compañero, se unen los “trastornos educativos y, en demasiadas ocasiones, los desajustes familiares e, incluso, sociales”, matiza.
De ahí que desde Asanog no pongan solo el foco en la manera en que los más pequeños transitan su enfermedad. Para esta organización gallega, es vital poder ofrecer a la familia apoyo socioeconómico y psicológico, además de identificar e interpretar las necesidades de cada familia, disminuir el estrés en las familias mediante la intervención profesional y prevenir conflictos en el proceso de socialización en el ámbito socio-escolar.
Y todo ello lo hacen, explica Luz, dentro y fuera de los hospitales. “La manera en que los niños socializan en los talleres hospitalarios no tiene nada que ver con los extrahospitalarios”, explican los trabajadores sociales de la asociación. En estos últimos, indican, “están más relajados, se divierten más”.
Hasta el momento, el proyecto Siente y sonríe ya ha cambiado la vida de más de un millar de personas. 249 han sido los que, en el momento de escribir estas líneas, se han beneficiado ya de manera directa del programa. A esta cifra, además, hay que sumarle los 871 beneficiarios indirectos.
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Un golpe para las familias
Para que el diagnóstico no impacte aún más a los pequeños, desde Asanog insisten en que es vital “hacer un seguimiento y acompañamiento a las familias desde el primer momento”. Porque, asegura Fran, “muchos progenitores vienen preocupados por su trabajo, cómo les va a afectar”. Y es que, insiste, el tratamiento oncológico infantil es largo y, en muchas ocasiones, supone un esfuerzo extra para las familias, que tienen que dividir sus vidas entre el hospital, el hogar y el trabajo.
Por eso, para Luz es esencial “disminuir el estrés tanto a nivel individual como grupal” de los pacientes y sus familiares. Para ello, el equipo de psicólogos de la asociación pone en marcha tanto las terapias que cada uno necesite como diferentes juegos para que los niños puedan relajarse.