Ocurrió en un avión de larga distancia. A las posibles consecuencias de compartir asiento con alguien molesto o las incomodidades propias de este medio de transporte (que también tiene muchas comodidades, como la velocidad de unir lugares) se les sumó una más. En este caso, no fueron ni los retrasos ni la falta de espacio: el inconveniente vino de un animal.
Fue un perro el causante de ese malestar. Una pareja de pasajeros ha tenido que ser indemnizada por aguantar los "gases y resoplidos" de esta mascota. Sucedió en un trayecto de un vuelo de 13 horas que hacía el recorrido París-Singapur. La aerolínea Singapore Airlines, que lo operaba, le ha dado en total 1.300 euros (1.400 dólares, según se ha publicado) por el incordio.
El episodio ocurrió el pasado junio, cuando Warren y Gill Press, una pareja neozelandesa, tomaron un avión sin saber lo que iban a tener que soportar durante el largo trayecto. El perro era un cruce de bulldog y padecía un problema de gases. Los clientes no pudieron aguantar la situación y por eso pidieron a la azafata que les cambiara el asiento. Pero la trabajadora les dijo que solo había asientos en clase turista, teniendo que renunciar a los suyos de primera clase.
A pesar de que había opción al cambio, los dos rellenaron un informe para quejarse a la compañía de la situación vivida en el vuelo. La aerolínea se disculpó con ellos y les dio unos cheques de 69 euros, pero no les servían como compensación a lo vivido durante las 13 horas de viaje.
"Subimos al avión acalorados y nerviosos porque el proceso de salida no es fácil allí, y se escuchó un ruido realmente extraño. Pensé que era el teléfono de mi marido", declaró Press a un medio nacional a principios de septiembre. "Entonces le dije: 'tu teléfono está haciendo un sonido extraño', y él miró y respondió: 'No, es el chico de al lado'. Al mismo tiempo, ambos miramos hacia abajo y vimos a este perro angustiado y con respiración agitada", comentaban.
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Se miraron y dijeron: "Estás bromeando, esto no está sucediendo. No está pasando en nuestro avión. Fue increíble. Mi marido habló con la azafata, que le dijo: 'Mira, no hay nada más, podemos darte tres asientos en la parte trasera de la clase económica'. Y yo dije: 'Bueno, nos quedamos donde estamos'. A medio camino, en la oscuridad del viaje, el olor me afectó", apuntaba ella.
La empresa y la pareja discutieron el precio de la indemnización y al final acordaron la cantidad de 1.300 euros, siendo el precio íntegro del billete. "Si hubieran querido ser realmente amables, podrían habernos dado mucho más", expresaba la pareja afectada. "La gente de detrás se exaltó. '¿Por qué tienes un perro en el avión?', preguntaban a su dueño. Y él dijo: 'Me pongo ansioso'.
"Bueno, también podríamos haber traído a nuestro perro", pensó la pareja: "Entonces el dueño tuvo que abanicar al perro durante una hora y media para calmarlo y respirar correctamente". Cuando esos perros respiran, emiten humedad por la boca, indicaron. El animal respiraba con dificultad y la parte posterior de sus patas estaban afuera en el pasillo, por lo que la azafata tuvo que pedirle a él, el dueño, que las moviera hacia adelante para que pudiera pasar el pasillo", explicaron.
Singapore Airlines, por su parte, alegó: "En los casos en que los clientes sentados junto a un perro de asistencia soliciten ser movidos de asiento, les ayudaremos a volver a sentarlos en la misma cabina si el espacio lo permite". "En este caso, no pudimos trasladar a los señores Press dentro de la misma cabina, porque la clase turista premium estaba llena", añadieron. Para cerrar la historia, la pareja Press utilizó ese dinero de la indemnización para donarlo a una organización de perros guías de su país.