Polvo, aire cargado. Mucho calor y ventanas cerradas. También por culpa del ruido. El antiguo edificio de la Confederación de Cajas de Ahorros, en el barrio Salamanca, está a punto de caer. Su demolición dejará hueco a un bloque de viviendas de lujo. El colegio público La Guindalera, a sólo nueve metros.
En menos de una semana, varios de los padres que traen a sus hijos a este centro han recogido casi 2.000 firmas para pedir a Manuela Carmena que aplace el derribo hasta final de curso. La obra es privada, pero posible gracias a una licencia municipal.
Laura, Marina, Patricia y Estefanía charlan a orillas del patio. "Mira, antes los de infantil entraban por aquí, pero se ha cortado la calle. Han llegado a caer cascotes de obra en el recreo. De ahí esas vallas, que las ha puesto el colegio tras nuestras protestas, pero debería ser la empresa la que hubiera cuidado estas cosas", se queja una de ellas.
Aparece un hombre africano, de boina y gafas de sol. Viene a por su hijo. "Oye, ¿por qué no retrasan esto a que terminen las clases? Es una locura". Las cuatro madres se ríen. "¡Todo el mundo pregunta lo mismo, no tiene ni pies ni cabeza!".
Más allá de una posible catástrofe, de reducidas posibilidades, la obra "intoxica" el día a día de los pequeños: "Los de infantil se han quedado sin patio, ya no se pueden hacer extraescolares aquí, fíjate el polvo que hay, con el calor que hace y tienen que cerrar las ventanas, sin aire acondicionado, claro", critica Estefanía. "¡Y todo por veinte días! ¿Por qué no esperó el Ayuntamiento para conceder la licencia de obra?".
Las cuatro repiten en más de una ocasión que no quieren parecer "madres chaladas o agitadas", pero "por culpa de la demolición" ya han acudido los bomberos y un coche se quedó sin luna: "Le cayó una pedrada". "Tenemos motivos, no nos fiamos, creemos que las garantías no son suficientes, fíjate, los niños no entran a este patio porque el colegio, tras nuestras quejas, tomó la medida de prohibir la entrada en el recreo, pero oigan, que la obra debe asegurarse por sí misma".
2.000 firmas en una semana
Este grupo de trabajo, que ya ha recogido 2.000 firmas a través de la plataforma Change.org, ha buscado asesoramiento técnico de forma particular: "Nos dicen que hay lagunas, lo dice gente profesional, algunos de ellos padres y madres de niños de aquí, de La Guindalera".
El polvo que respiran los niños, las ventanas cerradas a treinta grados, menos sitio para jugar... "¡Y todo por veinte días! ¡Que lo paren, por favor!". Este periódico se ha puesto en contacto con la empresa que trabaja en la demolición del edificio contiguo al colegio, pero no ha obtenido respuesta.
Por su parte, la concejalía del barrio asegura a este periódico que están "muy preocupados" por el derribo y que un auxiliar estará todos los días en el patio por si acaso: "Vamos a estar muy encima, hemos confirmado que la obra es segura y que el peligro ya no existe". ¿Por qué no se aplaza la obra hasta que terminen las clases? "Eso depende de la Agencia de Actividades y la parcela de Urbanismo". En Urbanismo no ha sido posible obtener una explicación.
"Esto no tiene que ver con política, es seguridad"
Las cuatro madres definen como "dialogante" al edil de Carmena responsable de la zona, Pablo Carmona: "Se ha preocupado, nos ha atendido, ha visitado el colegio, pero no nos da soluciones, ¿es tanto pedir un retraso de veinte días?". En todo momento, aseguran ir más allá de la política: "Esto no tiene nada que ver con siglas o partido, no queremos guerra con el Ayuntamiento ni mucho menos, tampoco con la empresa". Insisten en que la obra "les parece bien", sólo piden "unos plazos razonables".
La dirección del centro, de forma institucional, según ha confirmado EL ESPAÑOL, también pidió en su día al Consistorio que no diera el permiso hasta el 23 de junio. Sin éxito, una vez más.
"Alcaldesa, ¿y si fueran sus hijos?"
Ya en una cafetería, Laura, Marina, Patricia y Estefanía detallan con resignación que, si las obras no cesan, se plantearán dejar de llevar a los niños al colegio. "Quizá una sentada, algo tendremos que hacer", apunta una de ellas.
Manuela Carmena "está al corriente del problema". Este mes, la alcaldesa participó en un encuentro con los vecinos del barrio Salamanca y se le entregó un informe al respecto. "Alcaldesa, ¿y si fueran sus hijos los que vinieran a este colegio? ¿Estaría tranquila?", añade otra.
Mientras tanto, una rompe el hielo con una broma: "Oye, que aquí sólo estamos madres, pero los padres también están muy concienciados. A nosotras nos toca recogerles, pero ellos los traen por la mañana". Aparece un hombre con una silleta y lo rescatan para la foto. Posa encantado.
Entre cafés y té, las madres lamentan: "Es lo de siempre, la batalla de David contra Goliat. Como ellos no se pueden defender... Nosotras estamos de cortafuegos, los niños se merecen una vida escolar normalizada hasta que acaben las clases. Si alguien lo hiciera por nosotros, no tendríamos que estar así".