Hay veces que al Tinder lo maneja el diablo. Esta aplicación de citas ha facilitado mucho la complicada tarea de ligar en estos tiempos, pero también ha propiciado situaciones de lo más surrealistas entre personas que no se habrían conocido nunca si no hubiesen hecho match. La historia de Clara es uno de estos relatos que parecen ficción y acaparan miles de reproducciones en TikTok, donde ha compartido tres vídeos hablando de su cita, al que ha apodado Ramón para no revelar su identidad real.
"Hice match en Tinder con él, estuvimos hablando en la época que yo entrenaba un montón en el gimnasio y él me decía que también entrenaba muchísimo y como que parecía que teníamos los mismos intereses y demás. Hasta allí todo bastante bien", explica la joven, justificando sus ganas de verse con él: "Me dijo que si me apetecía quedar un día, entrenar y luego me invitaba a comer a un restaurante chino que hay por aquí cerca".
Llegó el día en el que habían quedado, pero Ramón no se presentó y no respondía a los mensajes hasta que finalmente dio señales de vida y explicó que "se había liado". No obstante, le propuso a Clara comer igualmente los dos por ahí para que le disculpase las molestias y ella accedió, pero cuando se vieron, la magia ―si es que alguna vez la hubo― se esfumó por completo. "Era un cani en plan mal", destaca ella, ante una pareja que venía de reenganche con una mandíbula que se movía sin parar, delatando un posible consumo de drogas.
A ella su rollo no le gustó en absoluto, pero explica en su relato que es una persona a la que le cuesta mucho dar un no por respuesta y se vio abocada a compartir la comida con Ramón, que no era para nada como se había imaginado. Sin embargo, una vez subidos al coche, lejos de pasar una velada agradable, se complicó todavía más el asunto: el chaval confesó que antes que ir a comer tenía que pasar por el pueblo de al lado para "vender una moto", un trámite que le llevó cerca de dos horas.
Finalmente, terminada la venta de la moto, el joven volvió con su cita, pero descartó la opción del restaurante chino y abogó por la del bazar chino. ¿El resultado? Dos pizzas de jamón serrano compradas por un par de euros y la petición de comerlas en el estudio de Clara. Después de degustarlas, Ramón se echó una plácida siesta de la que fue complicado despertarlo a pesar de los esfuerzos:
Una verdadera pesadilla con la que ahora Clara se ha hecho viral.