El turismo de cementerios, también nombrado como necroturismo, es uno de los menos conocidos, entre otras cosas, por la dificultad de contabilizarlo y distinguir a quienes están allí de turismo de quienes van para visitar a un ser querido fallecido. Dentro del primer tipo está el periodista Julen Berrueta, que ha acudido al cementerio madrileño de la Almudena y ha compartido en Twitter el que a su juicio es "uno de los epitafios más bonitos que existen".
Se trata de una lápida de granito en memoria de Leonor Lapoulide, fallecida el 2 de julio de 1935, hace ya casi 90 años. En ella puede leerse "Leonor, tengo tantas cosas que contarte". Berrueta ha resaltado, en primer lugar, que lo que resulta llamativo de este epitafio es que "el mensaje no lo dirige la persona fallecida al conjunto de los mortales, en este caso Leonor Lapoulide, sino que es Samuel Ros, su gran amor, quien le dedica desde la vida estas palabras".
Acto seguido Berrueta, que se dedica profesionalmente al ámbito cultural, cuenta la historia de esta misteriosa pareja de una manera muy literaria. No hay que olvidar que otra de las dificultades para contabilizar a los necroturistas es que se considera un tipo de turismo cultural, por lo que se suman al número total de visitantes que también contemplan museos u obras de arte.
No obstante, a través del necroturismo también se pueden encontrar auténticas obras de arte. Las tumbas de personas ilustres, envueltas en una arquitectura urbana innovadora, diferente o perturbadora. O, como le ha pasado a Berrueta, descubrir historias inspiradoras y desconocidas.
Berrueta cuenta que el nombre completo de esta mujer fue Leonor Lapoulide Cuyás y que no se conservan imágenes que documenten su físico. Sin embargo, "se sabe que era rubia, amiga de 'Las Sinsombrero' y afiliada a la Falange. Al parecer solía llevar en su blusa, al lado del yugo y las flechas, el nombre de Samuel Ros bordado".
Al parecer, Leonor y Samuel vivieron uno de esos romances al estilo Romeo y Julieta donde tuvieron que superar el escollo familiar. En este caso se trataba de la familia de él, que no estaba dispuesta a aceptar la relación. Pero todo cambió cuando se quedó embarazada: murió por "una negligencia durante el parto".
"Para Samuel Ros había muerto el amor de su vida, su revolución personal como la llamaba él: «Me dejó sin oídos para mi voz y sin sitio para mi mirada». Y así, en 1938, publicó ‘Los vivos y los muertos’, libro que dedicó a Leonor", explica Berrueta.
Ros murió tan solo diez años más tarde de aquello, cuando tenía apenas 40 años. Su última palabra, después de decir las mismas que se inscriben en la piedra de la lápida de su gran amor ("Leonor, tengo tantas cosas que contarte"), fue "voy". La historia está salpicada de tanta tragedia que las redes han reaccionado con mucha emoción, haciendo viral el hilo y dejando mensajes de lamento.