La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha anunciado este domingo que deja la red social Twitter y los motivos que ha enumerado han hecho reflexionar a buena parte de los tuiteros de nuestro país. No es el primer personaje público que decide irse —una de las últimas grandes despedidas ha sido la de James Rhodes—, pero sí podría ser el primer cargo político que, continuando en activo, decide prescindir de un altavoz con casi un millón de seguidores.
Colau ha dicho basta y ha explicado los pormenores de su decisión en un escrito, al tiempo que emplaza a la gente a seguirle la pista en otras redes que sí mantendrá activas. "Hay gente cercana que me decía: '¿Tú estás local? Con casi un millón de seguidores y dedicándote a la política... ¡No puedes dejar Twitter!'. Sin embargo, he llegado a la conclusión contraria: precisamente porque intento hacer buena política voy a dejarlo".
La regidora no tuiteaba desde el pasado 3 de marzo, cuando decidió hacer un experimento con motivo de su cumpleaños: "me regalo unos días sin Twitter. Hacía tiempo que quería probar, ya os contaré qué tal la experiencia".
Más de un mes después, suponemos que tras una experiencia más que positiva, Colau solo ha regresado para decir que se va porque ya no soporta el hate que nunca para de crecer en Twitter a pesar de que considera necesario debatir: "A mí que me critiquen, me pregunten o me discutan no solo no me molesta, sino que lo acepto y me gusta. La política es diálogo y debate, y gracias al intercambio de informaciones y opiniones podemos mejorar", ha escrito.
Recordó que en sus comienzos la red social era muy distinta, pero ha admitido que "por desgracia, en los últimos años, es sabido por todos que la red se ha llenado de perfiles falsos y anónimos que intoxican e incitan al odio. Muchos de ellos incluso comprados con dinero (bots) por la extrema derecha" y que en la actualidad "si, de repente, no haces un tuit de un tema polémico, sale alguien a decir que estás muy callada, que por qué será, que es una vergüenza que no hayas dicho nada".
"La red y al algoritmo acaban ocupando mucho tiempo y energía", ha confesado, añadiendo que "la sensación es que deforman la realidad: sobrerrepresenta las polémicas y los discursos de odio, te acaba casi convenciendo de que la humanidad es mala, desconfiada, egoísta". En este contexto, la alcaldesa de Barcelona ha reconocido que "me he dado cuenta de que yo también soy mejor persona fuera de Twitter; que aunque inicialmente no quieras, en Twitter es muy fácil acabar entrando en discusiones y peleas con adversarios políticos".
El adiós tuitero de Colau —seguirá en Instagram, Telegram y Facebook— ha pillado a todos por sorpresa y sus críticos se han puesto las botas. Así, hemos podido leer a muchos celebrándolo, adjudicándose la decisión de la alcaldesa como una victoria —"hemos conseguido echarla"—, e, incluso, metiéndose con su físico con el propósito de insultarla. Al otro lado del ring del pajarito azul han sido muchos los que han recogido el guante de Colau para reflexionar sobre la deriva que está tomando la red social:
Algunos dicen que volverá, pero también lo decían de Rhodes y al hombre se le ve muy feliz desde que se alejó de este rincón del odio.