Un clima desagradecido -donde la lluvia puede estar cayendo 24 horas sin parar un día cualquiera de agosto-, y siglos de servilismo impuesto han forjado a fuego la resignación como uno de los rasgos más característicos del carácter de los gallegos, poco dados a dar un puñetazo en la mesa si no es para animar una sobremesa encendidos por el licor café.
Esa misma resignación les ha permitido ir lidiando con las consecuencias de un inevitable acento cantarín que intentan camuflar, en vano, cuando se plantan en la Meseta. Con fama de ingenuos en América Latina (recordemos que hasta 2014 la RAE mantuvo la acepción de "tonto" si buscábamos gallego en su diccionario) e incluso de ignorantes o pobres en el resto de España, fingían como podían la risa condescendiente cuando algún cómico intentaba imitarlos en aquel casposo humor que triunfaba en los noventa.
Por si fuera poco, cuando nadie duda que el catalán y el euskera son lenguas, todavía hay quien tilda al gallego de dialecto obviando que ha sido empleado desde la Edad Media por grandes literatos como la escritora Rosalía de Castro. Pero ahora, después de apretar los dientes durante tantos años, en Galicia han encontrado la diana perfecta para su venganza: los turistas.
La retranca como arma
Si hablamos del humor gallego hay un rasgo común y característico en todas y cada una de sus regiones: la retranca. Una especie de sarcasmo muy sutil, primo hermano del más negro humor británico, que se emplea camuflado bajo un aspecto de máxima seriedad. Así, consiguen dictar sentencia mientras el interlocutor se queda clavado sin saber qué decir.
Fruto de esta intención disimulada con el claro objetivo de vacilar al otro sin que se dé cuenta, ha surgido un chiste -que no es nuevo y tiene además cientos de versiones-, que está triunfando en las redes sociales. Lo ha publicado el usuario Ipanema (@noideipanema) y ha llegado a los más de 10.000 retuits en Twitter:
Lo cierto es que no todo el mundo ha pillado que era un chiste y creyeron que se trataba de una situación real. Otros, que querían ir de listillos, se esforzaban por destacar que sonaba a invención consiguiendo así dos troleos por el precio de uno. No obstante, muchos otros tuiteros demostraron que este tipo de bromas se suceden en otros lugares de nuestra geografía:
Pero, en todo caso, que se trataba de un fantástico recurso para tener a mano:
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