El pasado 23 de diciembre, la erupción del volcán Anak Krakatoa, situado en el estrecho de Sonda (Indonesia), sorprendió a los habitantes del sur de Sumatra y del norte de Java. Las dos principales islas del archipiélago pacífico se encuentran separadas por este itsmo marino. Allí nació Anak, el hermano pequeño del Krakatoa original cuya desaparición en 1883 acabó con la isla original y dio origen a un descomunal maremoto. La historia se ha repetido 145 años más tarde. Tras la erupción y posterior tsunami en el estrecho de Sonda, las autoridades indican que hay al menos 430 personas fallecidas, 1.400 heridos y 159 que continúan en paradero desconocido.
Al otro lado de mundo, en el Viejo Continente, los volcanes Etna y su gemelo Stromboli entraban en actividad en plena Nochebuena en la isla de Sicilia, Italia. La sacudida provocó dos días más tarde un terremoto de 4.8 en la escala de Richter que ha dejado por el momento 10 heridos leves y derrumbes por toda la provincia de Catania.
Los desastres naturales no siguen un patrón de mayor actividad durante las fiestas navideñas. Sin embargo, en plena desconexión de la rutina y de la actualidad política sobresalen dentro de la agenda informativa. Es inevitable recordar el impacto que tuvo sobre la psique colectiva el tsunami del Océano Índico de las navidades de 2004. En aquella ocasión, el epicentro del terremoto que provocó la catástrofe se situó al norte de Sumatra. Se trata del tercer terremoto registrado más grande de la Historia. Los daños colaterales superaron las mediciones de Richter y tuvo que emplearse la Escala sismológica de magnitud de momento para cuantificar los destrozos. El tsunami legó más de 28.000 víctimas, miles de desaparecidos y el encumbramiento internacional de Juan Antonio Bayona con un dramón familiar pasado por agua:
La Organización Meteorológica Mundial es un organismo internacional que promociona la cooperación entre servicios meteorológicos nacionales. Dependiente de Naciones Unidas y con base en Ginebra (Suiza), la OMM reveló en mayo de 2017 un informe con los desastres naturales registrados que han causado un mayor número de víctimas mortales. A continuación se recopilan los resultados del informe, que pueden consultarse con mayor detalle aquí en español:
Bengala Oriental, 12 de noviembre de 1970: Ciclón tropical más mortífero
Más de 143 millones de personas viven hoy en la región del delta conformada por el Ganges, río sagrado del hinduismo, y el Brahmaputra. El nacimiento de este último se produce en la cordillera del Himalaya y conforma uno de los ríos más largos de Asia. Aunque su desembocadura pertenece en la actualidad a Bangladesh, en los años setenta esta región era conocida como Bengala Oriental o Pakistán Oriental.
De hecho, el ciclón que describe la OMM influyó directamente en la Historia del sudeste asiático. Tras su formación en el Golfo de Bengala, creció hasta superar los 185 kilómetros por hora y aterrizó en las costas bañadas por el delta Ganges-Brahmaputra. Pese a que no es uno de los fenómenos meteorológicos más potentes registrados, la alta densidad de población de la región provocó una masacre humana sin precedentes. La respuesta ineficaz de la administración provocó un conflicto civil que derivó en la independencia del país y la constitución de Bangladesh como estado.
Hasta medio millón de personas fallecieron, según la Enciclopedia Britannica, sin contar los desplazamientos y todas las poblaciones borradas del mapa.
Bangladesh, 26 de abril de 1989: Tornado más mortífero
Los bengalíes no dan para disgustos. El tornado conocido como Saturia–Manikganj Sadar dejó hasta 1300 fallecidos dos décadas después del desastre del ciclón índico. El fenómeno se produjo en la región de Manikganj, en el centro del país. Es una de las regiones donde se ha encerrado hoy a gran parte de los refugiados rohinya en campos de concentración. Todo aquello en un área cercana a 6 kilómetros cuadrados del paso del tornado fue arrasado, según relataba Al-Jazeera.
Darnaka, Egipto, 1994: Efectos indirectos de los rayos
A 385 kilómetros al sur del Cairo se encuentra la localidad de Darnaka. Situado junto al curso del río Nilo y en el centro del estado norafricano, contaba en los noventa con una población aproximada de 20.000 habitantes. El País describía de esta forma el desastre que aconteció el 3 de noviembre de 1994: "Una marea de aguas enfangadas cubiertas por petróleo en llamas segó la vida ayer al menos a 410 personas".
En un episodio de tormentas que arrasó todo el curso del Nilo desde la capital hasta el sur, Darnaka se llevó la peor parte. En mitad de un episodio de riadas, un rayo provocó el estallido de un depósito de combustible del ejército egipcio. Los habitantes no solo tuvieron que hacer frente a las llamas que arrasaron un total de 200 viviendas. La riada de barro que llegaba del Nilo, junto con el petróleo que se mezcló con la indundación, ahogó a decenas de personas.
Rhodesia Oriental, 23 de diciembre de 1975: Efectos directos de los rayos
Rhodesia Oriental es parte de la actual Zimbabue, en la otra punta del continente africano. Curiosamente esta catástrofe natural sucedió así mismo en mitad de un conflicto civil, como en el caso de la independencia bangladesí. Se trata del alzamiento rebelde de los grupos izquierdistas del país contra la minoría blanca en poder. La guerra concluyó con la victoria de los primeros y la instauración de la dictadura de Robert Mugabe, quien consiguió prolongarse en el poder hasta 2017.
Según los registros de la OMM, el 23 de noviembre del 75 un rayo mató de golpe a 21 personas de una tribu de la provincia de Manicalandia, en la frontera oriental con Mozambique. En esta región habita una subdivisión de la tribu de los Shona, propia del país y a su vez perteneciente a la rama de los bantú. 7 millones de personas hablan el idioma sona, cooficial en Zimbabue.
Moradabad, India, 30 de abril de 1888: granizada más mortífera
A tres horas en coche desde Nueva Delhi, tras cruzar el curso del Ganges, se encuentra Moradabad. Los colonos británicos de la época hablan de hasta 248 víctimas mortales por una lluvia de pedruscos helados tan grandes como "pelotas de críquet". El relato de cómo el granizo derrumbó tejados y acabó con la celebración fatal de una boda es de John Eliot, que se convertiría en el primer Director General del Departamento de Meteorología de la India.
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