El ser humano no tiene memoria, no hay manera de mantener las lecciones aprendidas durante varias generaciones. Seguimos cayendo en los mismos errores, tropezando con las mismas piedras que nuestros abuelos, continúan cayéndose las tostadas de nuestras manos yendo a caer por el lado de la mermelada. Y, por absurdo que pudiera parecer después de todos los conflictos acaecidos durante el siglo XX, el fascismo sigue manteniendo cierto interés para una parte de la población.
Gracias al amparo de Internet, y también de las redes sociales, el fascismo como ideología se expande entre aquellos jóvenes que, ya sea por frustración o por xenofobia, se empeñan en apoyar la causa poniendo todo su empeño en combatir a quienes no creen como ellos. A menudo con la fuerza, que a estos individuos no se les da bien argumentar de manera coherente (quizá sea porque sus argumentos se desarman igual que una construcción de LEGO). Esto, que daría pie a un artículo tan extenso como difícil de leer, queda ejemplificado a la perfección en un vídeo viral.
Pongámonos en situación. Tenemos un cartel antifascista, un personaje con gafas de sol intentando romper el cartel (suponemos que porque congenia con la doctrina que denuncia dicho cartel) y un coro de fondo burlándose de nuestro protagonista. ¿Por qué? Porque es incapaz de imponer su ley, son los dos minutos más largos y bochornosos de su vida.
El ridículo es importante. Como bien explica Adam Best, el tuitero que colgó el vídeo, este es la metáfora perfecta de cómo se ve la política en Twitter. Fascistas intentando aplicar la fuerza sobre los argumentos que no les convencen, liberales aplicando la burla y el humor, ridículo espantoso de quien no tiene más argumentos que la violencia... La justicia encarnada en la Ley de Murphy, seguro que se le quitaron las ganas de romper más carteles.