El turismo es uno de los principales puntos de ingreso que tiene Andalucía y, en concreto, Sevilla. Millones de extranjeros y nacionales se decantan por la capital hispalense para pasar sus tan merecidos días de descanso.
La ciudad rebosa historia y cultura por cada una de sus calles y rincones. No solo las principales calles, como es el caso de la Avenida de la Constitución, reciben la visita de los turistas. Sino que estos también se desplazan a zonas que, aunque emblemáticas y reconocidas, están más alejadas del casco histórico, como es el caso de Triana.
La Torre del Oro, la Catedral y la Giralda, el céntrico barrio de Santa Cruz o la sevillanísima Plaza de España son algunos de los lugares que más llaman la atención de los visitantes. Sin embargo, hay otro tipo de rincones que ya suponen todo un sello de identidad de la hispalense.
Es el caso de la confitería La Campana. Se trata de una de las dulcerías más conocidas para los sevillanos. Y no es para menos. En su escaparate ya se anuncian las joyas pasteleras que en este templo se despachan.
Sus puertas abrieron en 1885 en la misma Plaza de la Campana. Uno de los lugares más estratégicos de la ciudad, justo en el centro de su Casco Histórico. Es la parada perfecta para repostar entre compras o cualquier tipo de ruta turística por la ciudad.
Además, su crecimiento se ha multiplicado en los últimos años, en los que ha estrenado nuevos locales en la Avenida de la Constitución y en el centro comercial Lagoh.
Sus ubicaciones, en los puntos clave del turismo y del comercio, hacen que la mayoría del tiempo todas sus mesas estén ocupadas tanto por turistas como por sevillanos. A sus estratégicas localizaciones se le suma la calidad de los productos que los maestros pasteleros cocinan. Todo esto hace que se cree el tándem perfecto para coronarse como una de las mejores pastelerías de la ciudad.
Dulces de estación
Son pocos los sevillanos que no han probado uno de los pasteles de la famosa confitería. Su cocina se adapta a los tiempos y a las estaciones, aunque sin perder la esencia y la tradición que la caracteriza.
Prueba de ello es que en los últimos tiempos han incluido en su vitrina pasteles con toques 'de moda' como es el caso del pistacho y que, dependiendo de la fecha del año, incluyen dulces como por ejemplo las torrijas en Semana Santa y los huesos de santo la temporada del Día de Todos los Santos.
Entre las joyas gastronómicas que se pueden encontrar en La Campana están los merengues, las tortas de polvorón, las lenguas de almendra o las yemas sevillanas. Pero, ahora, el dulce que más se vende es la milhoja de turrón. La empresa sevillana sigue conservando recetas de antaño, como es el caso de su bocado más antiguo, la cervantina, y la fruta escarchada.
La decoración de siempre
La decoración casa con los tradicionales ejemplares que se encuentran en la vitrina. Y es que, a pesar de que los tiempos han cambiado y la ornamentación varguandista ha hecho mella en muchos establecimientos, este santuario del dulce sevillano ha sabido mantener su esencia.
En la pastelería ubicada en la céntrica plaza, las puertas son de madera, mismo material que adorna la -bastante decorada- fachada del local. En las paredes exteriores también hay una ornamentación con motivos religiosos como querubines.
En el interior llaman la atención, sobre todo, dos cosas. La primera es el suelo compuesto por azulejos blancos y negros como si un tablón de ajedrez se tratara. La segunda es el techo, en el que las principales protagonistas son las cornisas que lo decoran. Este establecimiento no ha cambiado su aspecto desde que abrió.
En cuanto al resto de establecimientos de la cadena, la estética es un poco más moderna. Con altos techos y paredes blancas en el caso del local de enfrente de la Catedral y con un aspecto más comercial en el centro Lagoh.