Faltaban quince minutos para nueve de la noche, y la cruz de guía de la última hermandad del Lunes Santo se ponía en la calle. Miles de cofrades se dieron cita en la Plaza del Museo, para ver salir al Cristo de la Expiración y a la Virgen de las Aguas.
El Cristo de la Expiración, obra de Marcos Cabrera en 1575, avanzaba en silencio entre los ficus y naranjos de la plaza, sobre su imponente canasto de oro; la Virgen de las Aguas, de Cristóbal Ramos en 1722, se mecía a los sones de la banda de música de Nuestra Señora de la Oliva.
Tras las lluvias de las primeras horas del día, que obligó a suspender las salidas de San Pablo y Santa Genoveva, la jornada pudo recomponerse con las siete cofradías restantes: la Redención, Santa Marta, San Gonzalo, Vera Cruz, las Penas, las Aguas y el Museo.