La primavera, con su clima extraño, ha regresado. Nos encontramos en ese puente entre el invierno y el verano, aunque estos últimos días hayamos tenido que rescatar las mantas y los abrigos de diciembre. Fue Pablo Neruda quien dijo que “podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera”. Este año con la nueva estación llegó la Semana Santa. “El primer día de la primavera es una cosa y el primer día primaveral, otra diferente. Frecuentemente la diferencia entre ellas es más de un mes” (Henry Van Dyke). Y así parece que sucederá…
Acción de resucitar. Esta semana todo regresó a Sevilla. Retornó la lluvia. Bendita agua que tanta falta hace. Volvieron las cofradías a las calles -aquellas que pudieron hacer estación de penitencia- y con ellas todo lo vivido. Me encuentro entre los afortunados que pudimos acompañar a nuestra hermandad esta Semana Santa, en la que me reencuentro un año más con aquellos que nunca se fueron: Boli Bores en la reja de un balcón tras los naranjos de una peña de la cuesta del Bacalao. Don Juan López de Lemus el día grande de Santa Cruz, donde Tere Ponce me espera en la puerta con un canasto; El Martes Santo me saluda Maruja Espejo en la plaza de San Lorenzo o en los palcos coincido con José María Olmedo. Con mi padre escucho los pitos de El Silencio. Como aquella primera salida en La Borriquita. Nada se olvida. Todo resucita en nuestra memoria y se renueva. Como las modas.
Durante la estación de penitencia percibí ciertos cambios que no entendí del todo. ¿Estaré mayor? Entendería los mensajes LED en los móviles pidiendo estampitas, caramelos o medallas si alguien no pudiera hablar (hay quien dice que lo hacen para no molestar a los nazarenos), pero ciertos usos de la revolución tecnológica no los acabo de entender del todo. No comprendo lo de convertir la carrera oficial en un Times Square, para eso ya teníamos la plaza de Cuba. Me chocó también la cantidad de manos por el recorrido que pensaba pedían algo mientras escuchaba “choca, choca…” para que los nazarenos le chocaran las manos, ni que de camino a casa un transeúnte anónimo me diera la “enhorabuena por la estación de penitencia” o lo de los abucheos en la Alfalfa porque un paso anduviera a golpe de tambor por la amenaza de lluvia. Mi no comprender.
‘Coming Home’ (Diddy – Dirty Money) era la canción de la promo de la serie ‘Resurrection’ (2014), aquella en la que la gente revivía muchos años después en Arcadia (Misuri). Me encantó la original idea y los primeros capítulos, hasta que a medida que avanzaba se americanizaba y cuyo final prefiero no desvelar para no hacer spoiler desde estas líneas.
La plaza del Duque no está en Misuri, pero casi. Una amiga me llamó indignada porque no quisieron venderle una lata de refresco cero y sin cafeína en un supermercado del Centro porque había procesiones en la calle (benditas cofradías, este año tan añoradas como la lluvia los meses previos a la Semana Santa). Esta vida cada vez tiene menos chispa. Como la de la canción de la lata. Se nos va… o resucita. Como la primavera. “La vocación del cristiano es la santidad, en todo momento de la vida. En la primavera de la juventud, en la plenitud del verano de la edad madura, y después también en el otoño y en el invierno de la vejez, y por último, en la hora de la muerte” (Juan Pablo II).
Restauramos el horario de verano, ese que nos roba una hora de sueño. La Semana Santa volverá el año próximo, como esa hora que recuperaremos en octubre. De la muerte se resucita. Lo creo así al escuchar la marcha ‘Vida’ por Santa Marina. Recuperamos el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y permanecerá prendido durante todas las celebraciones hasta Pentecostés. Hoy “en el cielo cantan Aleluya, y en la tierra amén” como dice la letra del magistral ‘Alleluia de San Agustín’ de Elaine Hagenberg que dirige Jesús Becerra en la Escolanía Domus Carmina y que acaban de subir a su canal de YouTube interpretado desde la Catedral de Sevilla la pasada Navidad, cuando el Hijo de Dios volvió a nacer. Como lo hará el próximo mes de diciembre. Este domingo se celebra la fiesta central del cristianismo. La que da sentido a todo. “Alabemos con la vida, con la voz y el corazón” ¡Aleluya! Feliz Pascua de Resurrección.